03 February 2025
Las consecuencias impredecibles de la guerra comercial desatada por Donald Trump
Para titular esta entrada, me he permitido parafrasear el título del libro de Annie Jacobsen, Guerra nuclear: un escenario, en el que la autora, a partir del lanzamiento de un misil nuclear norcoreano, describe la secuencia de acontecimientos que se desencadenan y que llevan a la irremediable destrucción del planeta.
Recomendable, se lee de lujo. Pues bien, la guerra comercial desencadenada por la administración Trump, una vez iniciada es difícil saber cómo terminará, pero, a buen seguro, terminará causando daños irreparables.
En el caso de la novela de Jacobsen, no sé sabe por qué Corea del Norte lanza el primer misil; en este caso, las razones que hay detrás del lanzamiento de las primeras medidas comerciales, a falta de criterios económicos sólidos, pueden atribuirse, directamente, a la pura arrogancia del más fuerte; según The Wall Street Journal, estaríamos ante “La guerra comercial más tonta de la historia”, refiriéndose a la que es ya la primera salva de la contienda: aranceles del 25 % impuestos desde el sábado pasado a Canadá (del 10 % para los productos energéticos) y México y del 10 % para China, adicionales a los que ya tenía.
Si esto es lo que hace con sus amigos y vecinos, me refiero a Canadá y México, qué no hará con sus enemigos.
Al contrario de lo que sucediera en la Administración Trump 1.0, en esta ocasión, el alcance de los aranceles es y será mucho más amplio. Entonces Estados Unidos aplicó aranceles específicos, al acero un 25 % y al aluminio un 10 %, a todos los países.
En el caso de China, la guerra comercial iniciada en 2018 se saldó con aranceles del 15 %, que luego se redujeron al 7,5 %, tras el Acuerdo Económico y Comercial 'Fase Uno', de 2020, entre los dos países, al amparo del cual China se comprometía, entre otras cosas, a adquirir productos del país norteamericano por valor de 200.000 millones de dólares en dos años, de ellos, 32.000 millones de dólares en el sector agroalimentario.
El curso de los acontecimientos y la legalidad internacional
Por un lado, será necesario valorar cómo encajan las medidas adoptadas por la administración Trump con las reglas del comercio internacional, concretamente con las reglas de la Organización Mundial de Comercio (OMC), en particular con el principio de Nación Más Favorecida (NFM), que obliga a los países a aplicar el mismo arancel a todos los países, de forma no discriminatoria.
En las órdenes ejecutivas de 1 de febrero, la base legal empleada por la Administración Trump apela a razones de seguridad nacional, es decir al tráfico de drogas en general y de fentanilo en particular, con China como proveedor de los precursores activos para su fabricación. Con esta base legal, podría estar justificando la no aplicación del principio de NMF.
Precisamente el Acuerdo del GATT —artículo XXI— prevé la posibilidad de aplicar excepciones al acuerdo sobre aranceles en base a razones de seguridad nacional. Sin embargo, el Órgano de Solución de Diferencias de la OMC ya se ha pronunciado sobre la aplicación de esta excepción, indicando que no se trata de una provisión que se pueda aplicar discrecionalmente, sino que las razones deben ser objetivadas, en la práctica vinculadas a casos próximos a escenarios de guerra. Veremos.
En cualquier caso, está por ver que Estados Unidos se preste siquiera a someterse a los procedimientos de la OMC, que exigen dar explicaciones prolijas y detalladas de las medidas adoptadas, a nivel de línea arancelaria y que otros países se puedan sumar como parte interesada a los procedimientos, haciendo consultas y teniendo que esperar meses al dictamen de un panel cuyo resultado no pueden controlar.
Si finalmente Estados Unidos opta por no someterse a estos procedimientos, sería la señal clara de que, por la vía de los hechos, abandona el sistema multilateral de comercio internacional que representa la OMC.
Las primeras respuestas y las contramedidas
La secuencia de los acontecimientos tal y como la conocemos hasta ahora, a comienzos de febrero, está siendo la siguiente; la presidenta de México, Claudia Sheinbaum se ha comprometido, entre otras cosas, a enviar 10.000 soldados de la Guardia Nacional a la frontera con los Estados Unidos para controlar drogas y migrantes. A cambio, parece que ha conseguido que la aplicación de los aranceles se postponga durante un mes.
Por su parte, el primer ministro de Canadá, Justin Trudeau, ha anunciado medidas de retorsión que comprenden aranceles del 25 % a productos norteamericanos de varios sectores, incluidos del sector agroalimentario; si bien, en el último momento, vista la reacción de México, se ha avenido a negociar y ha conseguido también una prórroga de un mes.
Y por último, las autoridades chinas, han anunciado llevar a los Estados Unidos a la OMC.
Estamos en todo caso ante los primeros compases de esta guerra. Hasta ahora, México y Canadá parece que han decidido no escalar el conflicto para ganar tiempo. Justin Trudeau, que presentó la dimisión el pasado 6 de enero, por lo que ya no representa al futuro de ese país, ha decidido hacer su último servicio. Y todavía falta la revisión del USCAM, prevista para 2026.
China es la única que ha dado una respuesta, de momento, de manual, es decir, anunciando el recurso a la OMC.
El curso de los acontecimientos para la Unión Europea
A la pregunta de si pondrá aranceles a la Unión Europea, Donal Trump ha respondido que “absolutamente”, y lo que se espera, al menos, es que sean del 10 %, a todos los productos y más pronto que tarde.
Cuando se materialice el arancel, a buen seguro que habrá medidas de retorsión o represalia por la parte comunitaria y también, a buen seguro, que la primera lista de códigos arancelarios a las que se aplicarían dichas medidas ya esté redactada; la gente de DGTRADE no defrauda en estas cosas. (Para profundizar en esta cuestión es muy recomendable el documento de trabajo de García Bercero, Mavroidis y Sapir publicado en Bruegel.org el pasado 9 de diciembre: ‘How the European Union should respond to Trump’s tariffs’).
Muy probablemente, como ocurrió en la anterior Administración Trump, en el caso Airbus & Boeing, la UE contraatacará con aranceles, entre otros productos, al sector agrario americano, de manera que, si entramos en una espiral de retorsiones, no hay que descartar que, sobre el arancel general del 10 %, tengamos aranceles adicionales a nuestros productos agroalimentarios más exportados a los estados de la Unión.
Los productos agroalimentarios estarán en la lista de contramedidas, de unos y de otros.
Para los Estados Unidos, es atacar su base electoral, el núcleo duro de los MAGA-farmers. Para la Unión Europea es tocar a un sector cuyo lobby ha demostrado tener una capacidad de influencia y movilización suficientes como para que su presencia haya llegado a los escaños de los parlamentos europeo y nacionales, tras la ola de movilizaciones de finales de 2023 y principios de 2024.
Los productos agroalimentarios estarán en la lista de contramedidas tanto de EEUU como de la UE
Sin embargo, la acción de la UE no se puede quedar ahí, tendrá que negociar bilateralmente, como por otra parte siempre hace, como lo está haciendo en estos momentos con China en el caso de los vehículos eléctricos a batería.
En el curso de esas negociaciones, probablemente la UE tendrá que ofrecer concesiones que, atendiendo a todo lo que acontece, seguramente tendrán que ver con la compra de gas natural (veremos a qué precio) y con el gasto de defensa, sin descartar medidas más concretas, todo ello con el supuesto propósito de conseguir el equilibrio comercial que, en estos momentos, favorece a la UE por valor de 131,3 miles de millones de dólares.
Aprovechando esas negociaciones, la UE debería intentar que los Estados Unidos no dé ya el salto definitivo de dejar la OMC por la vía de los hechos, intentando para ello alcanzar un acuerdo sobre la necesaria reforma de la organización que vienen reclamando los líderes del G20 y de Naciones Unidas.
El curso de los acontecimientos para China y los BRICS
En la orden ejecutiva America First Trade Policy, de 20 de enero, el presidente de los Estados Unidos encarga a la Oficina del Representante Comercial de los Estados Unidos (USTR), entre otras materias —cuestiones relativas a la propiedad intelectual, transferencia de tecnología e innovación, patentes, marcas comerciales, etc.—, revisar el acuerdo económico y comercial firmado con China en 2020, que puso fin a la guerra comercial iniciada en 2018, y también le encarga revisar el estatuto concedido a China de Relaciones Comerciales Normales Permanentes (o Permanent Normal Trade Relations, PNTR).
Del resultado de estas revisiones, en el caso del peor escenario, podría resultar una casi plena desconexión de las relaciones comerciales entre China y los Estados Unidos.
El covid impidió que se cumpliera el acuerdo de 2020, en particular en lo relativo al volumen de compras comprometidas por China, pero también en otros aspectos comerciales, por lo que es de suponer que Estados Unidos exija ahora que el acuerdo se cumpla en todos sus extremos, máxime cuando Trump culpa a China de desencadenar el covid.
Con respecto al estatuto de Relaciones Comerciales Permanentes, su pérdida supondría un grave perjuicio para China, con un incremento de aranceles muy por encima del 10 % de la orden ejecutiva del pasado 1 de febrero; en sus declaraciones recientes, Trump hablaba de aranceles a China del 60 %.
Y saltamos a los BRICS, club al que también pertenece China. En la Conferencia de Kazán, de octubre de 2024, los BRICS dedicaron una buena parte del contenido de sus conclusiones a la creación de un marco que les permitiera realizar transacciones al margen del dólar como divisa. Incluso, en el ámbito agroalimentario, proponían crear una bolsa de granos (BRICS Grain Exchange), por su puesto, sin tener que utilizar al dólar como moneda.
La respuesta de Donald Trump no se hizo esperar, amenazando con aranceles del 100 % a aquellos que se atrevieran a desafiar la posición del dólar como moneda hegemónica en el comercio y las transacciones financieras internacionales.
Es difícil prever cómo se pueden materializar medidas contra un grupo tan heterogéneo. Lo que sí que puede ocurrir, en esta suerte de guerra idiota, es que los BRICS, como organización, salgan fortalecidos, algo que, en el ámbito agroalimentario no es neutro, pues se trata del club que reúne al primer, segundo y cuarto países más poblados de la Tierra, que a la vez son grandes potencias agroalimentarias, de las de verdad.
El resultado puede ser una clara fragmentación del comercio y de los intercambios internacionales de productos agroalimentarios y de fertilizantes.
En este juego, tanto Rusia como China podrían encontrar ventajas claras para atenuar los efectos de las medidas contra; el primero por la guerra en Ucrania y contra el segundo por las medidas impuestas por los Estados Unidos.
China se aseguraría sus necesidades anuales de 100 millones de toneladas de soja de Brasil, a parte de las exportaciones de carne de vacuno y de porcino con la que cuadrar sus balances.
Por su parte, Brasil, primer importador mundial de fertilizantes, tendría aseguradas sus importaciones de Rusia, para mantener en marcha su floreciente sector agroalimentario, entre tanto se busca fuentes alternativas de suministro.
Y entre todos, seguirían ejerciendo una influencia de absoluta dominancia sobre la seguridad alimentaria de África y Asia.
Daño mutuo asegurado
Como han señalado muchos analistas, es dudoso que los aranceles tengan otro efecto que el de lograr esta suerte de chantaje que consistiría en romper todas las reglas para que el vencedor imponga las suyas.
Las medidas que impuso Trump en su primer mandato, aunque menos agresivas que las anunciadas ahora, no demostraron crear más empleo en el país ni reducir el desequilibrio de la balanza comercial.
Al final influyen demasiados factores. Los países exportadores pueden absorber parte del arancel vía precios, pueden devaluar su moneda y pueden redirigir sus exportaciones a otros destinos.
Por su parte, Estados Unidos se puede enfrentar a una mayor inflación, sus industrias a mayores costes que las hagan menos competitivas y la reducción de impuestos puede incrementar la renta disponible de los consumidores e incrementar la demanda de productos importados, incluso más caros.
Terminando con el símil nuclear, el daño muto estará asegurado. Las consecuencias de esta guerra las pagarán con certeza los consumidores, en todos los países, que se enfrentarán a precios más altos, las personas de los sectores más afectados que vean en peligro sus empleos y también la gobernanza general del sistema de relaciones internacionales, en el que se impone la ley del más fuerte.
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