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Eduardo Moyano EstradaDoctor ingeniero agrónomo y sociólogo
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El regreso de Trump: amenaza y oportunidad para la UE

02 February 2025
Comercio Exterior
Economía y Empresa
Eduardo Moyano

02 February 2025

Desde que Donald Trump ganó con holgura las elecciones del pasado noviembre, su regreso a la presidencia de los EEUU viene siendo analizado ampliamente en los medios de comunicación. 

El interés ha aumentado, sobre todo, a raíz de su toma de posesión el 20 de enero, en un acto impecable de relevo por parte de Joe Biden y la cúpula del Partido Demócrata (PD), que ha dejado en evidencia el que se produjo hace cuatro años con el bochornoso y criminal asalto al Capitolio por los seguidores de un Trump incapaz entonces de aceptar su derrota. 

Dicho interés es comprensible, no solo por la singular personalidad de Trump, sino, sobre todo, por los posibles efectos políticos, sociales y económicos que puede tener su segundo mandato dentro y fuera de los EEUU. 

En el ámbito social y político, ya se están viendo tales efectos en los polémicos nombramientos de su equipo de gobierno y en la ingente cantidad de decretos aprobados sobre estos temas, justo en los días siguientes de su toma de posesión. 

Pero es más difícil prever lo que ocurrirá en materia económica, pues en este ámbito las decisiones se toman a otro ritmo y sus efectos tardan algún tiempo en hacerse visibles. 

No obstante, el inesperado anuncio de un subida inmediata del 25 % de los aranceles a México y Canadá y del 10 % a China, es ya un indicador de lo que puede ocurrir. 

Un populismo conservador en alza 

Con el retorno de Trump a la Casa Blanca llega una segunda ola de populismo conservador, si es que alguna vez dejó de existir tras su derrota en las elecciones de 2020. 

Es un hecho que, durante la presidencia de Biden, el trumpismo se mantuvo activo, dada la incapacidad del Partido Demócrata para movilizar lo suficiente a los votantes demócratas como para neutralizarlo (prueba de ello son los más de siete millones de votos perdidos por Kamala Harris en las elecciones de 2024 respecto a los que obtuvo Biden cuatro años antes).

Ahora, con el control de los tres poderes (judicial, ejecutivo y legislativo) por parte de Trump y el Partido Republicano, es muy probable que se realice una purga de funcionarios no afines en la Administración federal; se produzca una involución en materia de libertades y derechos civiles; se ensalce de nuevo los valores esencialistas de la originaria cultura americana (blanca y occidental); se priorice el orden interno y la seguridad nacional; se antepongan los intereses americanos a las reglas globales de los organismos multilaterales (como la OMS o las COP de Naciones Unidas); se persiga la inmigración ilegal (ya se han realizado las primeras deportaciones a los países de origen); se expanda el discurso del negacionismo climático (reactivándose las políticas de apoyo a las energías fósiles y las medidas favorables al fracking); se demonicen las políticas identitarias y de diversidad (como ha hecho el propio Trump justo después del trágico accidente aéreo ocurrido en Washington hace unos días)…

También es probable que, subidos a esa ola de populismo conservador, se produzca la consolidación de partidos afines al trumpismo en otros países, como ya sucede en Italia y Hungría (y en menor medida en España) y ocurrió en las pasadas elecciones europeas (con el fuerte aumento del voto de la ultraderecha), o como podría darse en Francia o Alemania en los próximos comicios electorales.

Un escenario económico aún incierto, pero preocupante

Sin embargo, en el ámbito económico es aún pronto para medir el alcance de la segunda llegada de Trump a la presidencia de los EEUU, pues lo más probable es que las posibles acciones de su gobierno se tomen con más cautela, dados los efectos que podrían tener en una economía tan abierta como la norteamericana. 

Veremos en qué queda el espectáculo de los tres grandes de las empresas tecnológicas (Musk, Bezos y Zuckerberg) rindiéndole pleitesía a Trump .Por lo pronto, la irrupción en los mercados del programa chino de inteligencia artificial Deep Seek es un aviso a navegantes.

El discurso MAGA (Make America Great Again), que le ha servido a Trump para activar el sentido patriótico de su electorado, es más efectivo en el nivel de las emociones que en el de las prácticas políticas

De hecho, en lo que se refiere a las políticas económicas concretas, el margen de autonomía de la Casa Blanca para ejecutar sus proclamas proteccionistas es más limitado que el que tiene su discurso populista en el ámbito social y cultural. 

El poder e influencia de los grandes grupos empresariales (no solo de las tecnológicas), que tienen que competir en mercados abiertos y globales, es siempre un factor que limita la acción de los gobiernos, si bien en lo que respecta al gobierno Trump, tan seguro de sí mismo, se verá hasta qué punto la lógica económica podrá poner límites a una lógica política tan ideologizada. 

Por lo pronto, el citado aumento de los aranceles a México, China y Canadá y el anuncio de que hará lo mismo con la UE, muestran que la intención política de Trump escapa a toda lógica económica.

En cualquier caso, lo imprevisible del gobierno Trump hace que se tenga que analizar día a día, aún a riesgo de que cualquier análisis quede obsoleto nada más publicarse

En todo caso, y aunque el escenario económico por venir sea aún incierto, es lógica la preocupación extendida fuera de los EEUU ante la posibilidad (bastante real) de que el gobierno Trump aumente los aranceles a los productos que entran en el mercado americano. 

Y esa preocupación es tanto más comprensible cuanto que Trump, en su afán proteccionista, está dispuesto a salirse de algunos organismos regulatorios, como la OMC, para así poder incumplir los acuerdos multilaterales en materia comercial.

Sin embargo, y recordando lo ocurrido durante su primera presidencia, da la impresión de que la posible subida de aranceles se haría de forma gradual y focalizada en países y productos concretos (como la ya comentada para algunas producciones específicas mexicanas o canadienses); de hacerlo de forma generalizada y abrupta, podría volverse un boumerang para una economía tan abierta como la estadounidense, al provocar una fuerte inflación interna.

Además, la respuesta de los países afectados por un aumento de los aranceles por parte del gobierno Trump podría ser la de aumentar los suyos, dificultando así la entrada de productos norteamericanos en los mercados de esos países, lo que conduciría a una guerra comercial de aún inimaginables efectos geopolíticos en una economía mundial tan globalizada como la actual. 

En cualquier caso, lo imprevisible del gobierno Trump hace que se tenga que analizar día a día, aún a riesgo de que cualquier análisis quede obsoleto nada más publicarse. 

El valor de la integración europea 

Llegados a este punto cabe afirmar, no obstante, el valor de la integración supranacional para afrontar los efectos de un posible escenario desregulado e intensamente competido. En un mercado sin reglas, como el que promueve Trump, los países de tamaño medio o pequeño no pueden defenderse solos, sino a través de algún tipo de estrategias de integración entre ellos.

En el caso europeo, la UE debe ser el paraguas para los países que la forman ante las amenazas arancelarias de Trump, ya que ninguno por sí solo (ni siquiera Francia o Alemania) tendría capacidad para afrontar una guerra comercial de esa magnitud. 

De ahí el interés de Trump por dividir la UE fragmentando la interlocución con algunos gobiernos afines (por ejemplo, dirigiéndose por separado a la Italia de Meloni o a la Hungría de Orbán).

Pero las amenazas de Trump son también una oportunidad para avanzar en el proceso de integración europea de un modo realista y sin caer en ensoñaciones de tipo federalizante que a nada conducen y que provocan divisiones dentro de la Unión. 

En este sentido, los gobiernos de los Estados miembros de la UE deben prepararse para responder de forma coordinada a tales amenazas, haciendo valer la pujanza del mercado interno europeo (500 millones de consumidores), así como la fortaleza de algunos de sus sectores productivos, como el agroalimentario, el financiero, el automovilístico, el turístico, el de la industria cultural... 

Asimismo, la UE debe hacer valer la posibilidad de establecer alianzas alternativas con otros países (por ejemplo, China, Mercosur, Canadá, los países del Golfo y los de la ribera sur del Mediterráneo…) convirtiendo en fortaleza las capacidad de diversificar sus relaciones económicas.

Pero, mientras tanto, y a la espera de cómo se configure el nuevo escenario económico mundial tras la segunda llegada de Trump a la Casa Blanca, las instituciones de la UE y el conjunto de las empresas europeas harían bien en prepararse para afrontarlo. 

A nivel político de la UE, se abre la oportunidad de potenciar aún más el mercado único, abordar el tema de la autonomía estratégica (sobre todo, en lo relativo a energía, material sanitario y alimentación) y potenciar la reindustrialización en sectores clave, como el de las tecnologías digitales y el de la seguridad y defensa (en línea con el Informe Draghi y con el documento Competitiveness Compass presentado el 29 de enero por la presidenta de la Comisión Europea).

Y todo ello, conciliando el objetivo de la descarbonización con el de la competitividad y adaptando al nuevo escenario internacional las próximas ampliaciones de la UE, así como las reformas políticas en marcha o por venir (entre ellas, la PAC); además, de avanzar en la firma de acuerdos comerciales (como el de Mercosur, aún pendiente de ratificar). 

En lo que respecta a las empresas, cuyo impacto de las políticas arancelarias será, no obstante, muy desigual de unos sectores a otros, tendrían que ver la situación que se abre con el regreso de Trump no como una amenaza, sino como una oportunidad –la necesidad obliga– para abordar reajustes internos que reduzcan los costes de producción, avanzar en materia de digitalización, impulsar una mayor integración en materia de estrategias comerciales, apostar por la calidad como factor de competitividad, diversificar los mercados tanto internos, como externos…

Asimismo, sería la oportunidad de consolidar algunas cadenas de valor, fortaleciendo su posición con más eficientes estructuras interprofesionales, y de aprovechar mejor que hasta ahora el potencial de las indicaciones geográficas, para así ganar músculo en los mercados internacionales.

Y España ¿qué?

España, como país de tamaño medio y economía abierta, debe prepararse, en sintonía con la UE, para afrontar los nuevos desafíos de la segunda era Trump, sobre todo en sectores, como el alimentario, donde es fuerte, pero también vulnerable.

En primer lugar, y a nivel gubernamental, sería necesario disponer de un clarividente, y real, diagnóstico de situación, identificando las posibles amenazas, pero también valorando las oportunidades que se le abren a nuestra economía. 

En lo que se refiere a los temas alimentarios, el documento de la Estrategia Nacional de Alimentación (ENA) elaborado por el MAPA es una oportunidad para hacer un buen diagnóstico de la situación en este sector y establecer el camino a seguir en el nuevo escenario internacional.

En segundo lugar, a nivel empresarial, y más allá de las orientaciones generales que haga el gobierno, las empresas, con el apoyo de las asociaciones sectoriales donde vertebran sus intereses, deberían elaborar sus propios informes de impacto, analizando las dificultades que se avecinan en los correspondientes sectores, pero también los entornos favorables que puedan presentarse. 

En este sentido, cabe recordar que la dimensión importa, y que por ello será clave integrar estrategias comerciales en los sectores más vulnerables. 

Pero igualmente importa, e incluso más, la calidad y la capacidad para penetrar no solo en el mercado norteamericano, sino también en otras áreas regionales, y por supuesto aumentar la presencia en el siempre seguro mercado interno de la UE, un mercado que, como he señalado, aún no está lo suficientemente aprovechado en algunas de nuestras producciones.

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