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Eduardo Moyano EstradaDoctor ingeniero agrónomo y sociólogo
13 min

¿Una agricultura sin agricultores? A propósito del libro 'Una agricultura sin agricultores' de F. Purseigle y B. Hervieu

17 September 2024
Desarrollo Rural
Economía Agroalimentaria
Una agricultura sin agricultores

17 September 2024

Hace treinta años (1993), el sociólogo francés Bertrand Hervieu publicó el libro Les champs du future, en el que analizaba los profundos cambios que estaban comenzando a experimentar la agricultura y el mundo rural francés en la década final del pasado siglo XX (hay versión en español con el título Los campos del futuro, publicada en la serie Estudios del MAPA).

Hervieu señalaba cinco grandes rupturas en la agricultura familiar: demográficas, productivas, tecnológicas, sociales y económicas; anticipando ya entonces el cambio que se habría de consolidar y ampliar en las primeras décadas del actual siglo XXI. 

En su citado libro, Hervieu demostraba, además, que esos cambios estaban socavando las bases del modelo de explotación familiar que había sido emblema indiscutible de la modernización agraria comenzada en Francia al terminar la II Guerra Mundial y continuada con indudable éxito hasta el final de la década de 1970 (los llamados “treinta gloriosos”).

El análisis de esa gran transformación, iniciada entonces e intensificada ahora, es el objetivo central del libro Une agriculture sans agriculteurs ('Una agricultura sin agricultores'), escrito por Bertrand Hervieu y François Purseigle, y publicado en 2022 por el servicio editorial de la prestigiosa Fundación Nacional de Ciencias Políticas. 

El subtítulo, La révolution indicible ('La revolución indecible'), es un guiño innegable al clásico libro La révolution silencieuse ('La revolución silenciosa'), publicado por Michel Debatisse en 1963. 

En ese libro, el entonces dirigente del sindicato de jóvenes agricultores CNJA analizaba la gran modernización que se estaba produciendo en la agricultura francesa en los años 1960, gracias a las políticas agrarias y a los avances científicos y tecnológicos asociados a la “revolución verde”

Sesenta años después, Purseigle y Hervieu analizan en su libro los grandes cambios que experimenta hoy la agricultura francesa en una nueva vuelta de tuerca del desarrollo científico y tecnológico, haciendo aún más profunda las rupturas (muchas de ellas dramáticas) del modelo de agricultura familiar. 

Al calificar de indicible ('indecible') un proceso de transformación al que, además, califican de “revolucionario”, Purseigle y Hervieu quieren con ello señalar que, a pesar de su profundidad y amplitud, es un cambio del que “no se habla” o “del que nadie quiere hablar” en Francia. Y esto ocurre, afirman, porque el modelo de agricultura familiar sigue dominando tanto la escena política, sindical y cultural, como el imaginario colectivo de los franceses. 

Aunque todos sepan en su fuero interno que muy poco queda ya de ese modelo en la realidad agrícola de Francia, y que cada vez están más presentes modelos muy tecnificados en los que puede percibirse ya “una agricultura sin agricultores”, la realidad es que muchos se resisten a hablar de ello. De ahí, el carácter “indecible” de este proceso de transformación. 

 

Libro 'Una agricultura sin agricultores'

Un contexto de cambios

Precisamente a desvelar esos cambios, y a hablar de ellos, dedican Purseigle y Hervieu el contenido de su libro, organizándolo en tres grandes secciones:

  1. Cambios sociodemográficos: drástica disminución de la población activa agraria, fuerte envejecimiento de los agricultores, falta de relevo generacional, profunda recomposición interna de las familias rurales, nuevas relaciones entre patrimonio y renta…
  2. Cambios en las estructuras productivas: reducción del número de explotaciones, aumento de la superficie media, presencia creciente de la agricultura de empresa y de las sociedades jurídicas, digitalización, externalización de las labores agrícolas, aumento de la especialización productiva, fuertes exigencias de la gran distribución…
  3. Y cambios en la composición social de las poblaciones rurales: presencia de nuevos grupos profesionales, pluralidad y diversidad de intereses, conflictos en torno al uso y gestión del espacio rural, mayor influencia política de los no agricultores en las instituciones locales y supralocales…

Como señalan Purseigle y Hervieu, estos cambios tienen lugar en un contexto en el que los agricultores franceses y sus organizaciones profesionales perciben que son poco y mal atendidas las reivindicaciones que han sido su seña de identidad durante décadas (precios justos, reconocimiento social de su actividad, influencia en las decisiones de la política agraria…), sintiéndose, por ello, ninguneados, cuando no incomprendidos e incluso despreciados.

Este sentimiento de abandono y la sensación de estar viviendo una grave situación de crisis (económica y moral) generan en muchos agricultores un profundo malestar, que se manifiesta en diversas formas de protesta.

Es un malestar acentuado, además, por las demandas de nuevos grupos sociales (ecologistas, consumidores, profesionales no agrarios…) que se sienten legitimados para participar, al mismo nivel que los productores agrícolas, en los debates sobre la gestión de los espacios rurales e incluso sobre el modo de producir alimentos, con el argumento de que la agricultura y el medio rural son asuntos de interés público que no se pueden dejar solo en manos del sector agrario. 

Según Purseigle y Hervieu, es una situación paradójica la que viven los agricultores, una situación en la que la realidad de los hechos choca con los discursos agraristas aún dominantes dentro del sector y con las percepciones que aún tienen sobre su actividad. Los autores sintetizan esta situación en seis paradojas.

Las paradojas del cambio

  1. La paradoja del éxito, que impide a los agricultores cambiar de sistemas de producción y abrirse a nuevas formas de gestión, presos como están de los modelos productivistas en los que basaron sus expectativas de éxito en los últimos sesenta años y en los que aún confían para salir de la actual situación de crisis.
  2. La paradoja de la movilidad (y delocalización) de muchas producciones agrícolas y ganaderas, en un mundo, como el de los agricultores, educado en la idea de que la agricultura es una actividad enraizada en el territorio y eje fundamental de la vida en los pueblos rurales.
  3. La paradoja de la pérdida de singularidad de la profesión agraria, en un sector cuya identidad se había basado precisamente en reivindicarse como una actividad singular y diferente de otras, gracias a la especial relación de los agricultores con los seres vivos (plantas y animales) y a la sagrada misión de producir alimentos para el conjunto de la sociedad.
  4. La paradoja de la modernización productiva, que ha convertido al antiguo campesino en un agricultor que está ahora más cerca del perfil de empresario y que tiene que juzgar su actividad más por los resultados económicos de su actividad que por otras consideraciones (sociales, culturales…). 
  5. La paradoja de la tecnología, que rompe el tradicional idilio del agricultor con la naturaleza y que aumenta la ambigüedad de su relación con el medio natural, haciendo que su actividad sea cada vez más tecnificada (desnaturalizada) y por tanto menos “singular” y más sometida al veredicto social sobre sus efectos en los territorios, los paisajes y el medio ambiente. 
  6. La paradoja de la dependencia respecto de las ayudas públicas y la regulación estatal, que choca con la aspiración de autonomía que ha caracterizado siempre a los agricultores y que les hace establecer una difícil relación de amor-odio con las entidades encargadas de formular la política agraria tanto a nivel nacional como de la UE (saben que necesitan sus ayudas para subsistir, pero rechazan sus controles y la interferencia que representan en la sagrada autonomía de los productores).

 

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Una agricultura plural y diversificada

Como podría hacernos pensar el provocador título de su libro, Purseigle y Hervieu no están anunciando el final de los agricultores, como sí lo hizo Henry Mendras con respecto al campesinado en La fin des paysans (1967). 

Lo que ellos pretenden es mostrar que los cambios producidos actualmente en la agricultura, no solo en la francesa, sino también en la europea y en buena parte del mundo, abren un horizonte de diversidad y coexistencia entre distintos modelos agrícolas y ganaderos, así como de oportunidad para los que sean capaces de adaptarse al actual contexto de cambio. 

No obstante, estos autores reconocen que cada vez habrá menos espacio para el modelo tradicional de agricultura familiar tal como lo hemos venido conociendo desde hace décadas, un modelo basado en una explotación dirigida por su titular y su cónyuge y apoyada por el trabajo de la familia y/o por personal asalariado.

Desde su punto de vista, coexistirán, de un lado, grandes explotaciones tecnificadas, integradas plenamente en los mercados globales y gestionadas con los criterios empresariales que son habituales en el sector industrial; y de otro lado, pequeñas y medianas explotaciones agrarias de diverso grado de modernización, más vinculadas a los territorios y guiadas según una lógica mixta económica/ social/ medioambiental (inspiradas en algunos casos a los principios de la agroecología), pero cuya supervivencia dependerá cada vez más de las políticas públicas de apoyo.

En opinión de Purseigle y Hervieu, todo ese proceso convulsiona el mundo agrario y coloca a las organizaciones profesionales y a los responsables políticos ante el espejo de una realidad que poco tiene que ver con la de la agricultura familiar que ha sido su marco de referencia durante varias décadas. 

Señalan que la actual es una realidad a la que el mundo político y sindical, y también el de la investigación científica, han contribuido con su apuesta sin límites por la modernización y la intensificación productiva desde los años 1960. 

Los científicos recogen ahora lo que todos ellos entonces sembraron y han impulsado en estos años, tanto los éxitos (indudables) de las políticas modernizadoras, como las contradicciones y los efectos no previstos (ni tampoco deseados) de esas políticas impulsoras de la intensificación productiva.

Aunque el discurso sindical y político en Francia sigue impregnado del ideal de la agricultura familiar, lo cierto es que resulta un discurso cada vez más retórico y más difícil de conciliar con los cambios económicos y tecnológicos que se producen a escala global. Son cambios que tienen su expresión en los problemas reales de los agricultores y en los nuevos modos de gestionar su relación con el territorio y con la producción de alimentos.

Como señalan Purseigle y Hervieu, el reto de construir una nueva política agraria que permita a la vez la preservación del medioambiente, el desarrollo de la competitividad y el mantenimiento de la población rural, así como afrontar los efectos del cambio climático, es de una magnitud formidable, que lo convierte en un desafío no sólo para el sector, sino para el conjunto de la sociedad.

La nostalgia por un ideal que ya no existe

Pensando en Francia, pero que podría extenderse al resto de los países de la UE, Purseigle y Hervieu afirman que, si bien la diversidad de los modelos agrarios es uno de los factores más evidentes de la realidad actual, es un hecho que, a su lado, sigue presente en la sociedad francesa la nostalgia por el ideal de un modelo de agricultura familiar que ya no existe. 

Purseigle y Hervieu añaden que la persistencia de ese sentimiento de nostalgia no sólo distorsiona la imagen de la agricultura en la opinión pública, sino que también es un obstáculo para que el propio sector construya una visión profesional y política que responda a las necesidades actuales de los agricultores y a las múltiples percepciones y demandas de la sociedad.

En definitiva, señalan que se está abriendo un nuevo capítulo en la historia de la agricultura, y que para analizarlo es necesario admitir que estamos ante una realidad marcada por varios hechos: la reducción del número de agricultores y explotaciones; la recomposición de las estructuras familiares rurales; el desarrollo de la ciencia y de la tecnología digital aplicada a los procesos productivos y de gestión; la creciente competencia de los mercados globales; las nuevas demandas de los consumidores; y finalmente la coexistencia de diversos modelos agrarios

Son modelos guiados por lógicas diferentes (unos, más vinculados al territorio y a la reproducción social de la actividad agraria; otros, más orientados a la rentabilidad económica de las inversiones y a la competitividad) y distintas capacidades para afrontar los retos que se les presenta en una sociedad cada vez más exigente respecto a la producción y calidad de los alimentos, el bienestar animal, la gestión de los espacios rurales y el cambio climático.

Diferencias y similitudes entre Francia y España

Desde un punto de vista sociológico, pueden adelantarse algunas diferencias importantes entre el caso francés y el español, y que podrían explicar el modo diferente como se perciben en España los cambios que experimenta la agricultura. A diferencia de Francia, en nuestro país no se ha producido la sacralización del modelo de “agricultura familiar” como eje principal de vertebración del mundo rural ni como principio rector de la política agraria.

En España, en efecto, aunque ha habido alguna ley en el sentido de apoyar el modelo familiar de agricultura, como el Estatuto de la Agricultura Familiar y los Agricultores Jóvenes (1981), no ha tenido el impacto ni ha estado acompañado de un potente aparato institucional como sí ha ocurrido en Francia. 

El ajuste estructural de la agricultura española ha sido más el resultado del funcionamiento del mercado (y también de la PAC europea), que fruto de una política específica dirigida a potenciar el modelo de explotación familiar.

Por eso, los problemas, que, sin duda, existen, por los que atraviesa la agricultura de tipo familiar y que no son muy diferentes de los que afectan a la francesa (baja rentabilidad, falta de relevo generacional, creciente externalización, dependencia de las ayudas públicas…), no se viven en España con la misma intensidad emocional y política que en Francia. 

La revolución tecnológica que experimenta la agricultura española y que toca la línea de flotación de nuestras pequeñas y medianas explotaciones, además de impulsar la presencia de los modelos de agricultura de empresa, no se vive aquí como una revolución “indecible”, de la que no se puede hablar.

Por el contrario, ese proceso de innovación tecnológica, y en particular la digitalización asociada a ella, se percibe como un cambio de paradigma que ofrece oportunidades al conjunto de nuestro sector agrario y al que tanto los agricultores como las organizaciones profesionales, y los responsables políticos, se refieren con orgullo y con una satisfacción indisimulada, lo cual no significa que no genere inquietud en algunos sectores y grupos sociales por los efectos que pudiera tener.

 

* Dos variaciones de este texto fueron publicadas en 2023 como reseñas en El Diario Rural y en la Revista Española de Estudios Agrosociales y Pesqueros. En ellas se ha basado el autor para escribir el "Epílogo" a la versión española del libro, editada por Cajamar.

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