20 September 2024
La Comisión Europea lanzó recientemente 'Sustainability Compass', una herramienta diseñada para medir la sostenibilidad de la agricultura.
En un primer artículo realizamos un análisis crítico detallado de esta valiosa herramienta, anunciando una serie de tres artículos futuros centrados en torno a los ámbitos económico, ambiental y social, comparando los resultados para España con los de la UE y otros países vecinos.
Este es el segundo artículo de esta serie y en él nos centramos en los indicadores destinados a medir la sostenibilidad económica del sector agrario.
Indicadores de sostenibilidad económica seleccionados por la Comisión
Como ya indicamos, los indicadores incluidos en el bloque económico pueden ser considerados como indicadores clásicos y bien consolidados. Sin embargo, existe redundancia en métricas como la productividad total de los factores y la productividad del trabajo (VAN/UTA) o la renta empresarial, que están altamente correlacionadas.
También cuestionábamos el indicador estructural (número de explotaciones y tamaño medio) y valorábamos positivamente la inclusión del indicador de valor añadido de la cadena de forma desagregada.
En cuanto a los indicadores que no han sido incluidos, volvemos a subrayar la ausencia de indicadores que muestren la distribución de los resultados entre las explotaciones, la falta de información sobre los salarios de los trabajadores del sector así como el empleo generado a lo largo de toda la cadena productiva (si bien este último podría estar en el bloque social).
En todo caso recordamos que los indicadores resultan de la agregación de datos a escala nacional y su selección depende de la disponibilidad de información. Por lo tanto, al extraer conclusiones, es crucial manejar estos indicadores con prudencia.
Evolución de la agricultura europea según los indicadores seleccionados
A pesar de las limitaciones expuestas, el análisis de los indicadores revela que, en general, la agricultura europea avanza positivamente en el terreno económico: todos los indicadores reflejan un comportamiento positivo, excepto el estructural (tendencia indefinida), sobre el cual ya hemos mostrado reservas.
Para analizar en más profundidad el rendimiento económico de la agricultura europea, partiremos del indicador de productividad total de los factores (PTF): cuánto crece la producción en relación con el crecimiento de los factores de producción utilizados (insumos, tierra y empleo).
Constituye, por tanto, la primera premisa para que haya un buen rendimiento económico y resulta importante también por su correlación con la sostenibilidad ambiental: la optimización del uso de insumos mejora la PTF y la sostenibilidad ambiental. A lo largo del periodo 2007-2023, la PTF europea ha crecido un 13,3 %, por tanto, con un crecimiento anual medio del 0,78 %, si bien en los últimos 7 años la tasa sólo ha sido del 0,53 %.
El crecimiento de la PTF se ha apoyado en gran medida en el crecimiento de la productividad del trabajo (VAN/UTA) y ha permitido el crecimiento de la renta empresarial de los agricultores. En concreto, el valor añadido neto por unidad de trabajo (VAN/UTA) a nivel europeo, ha experimentado un crecimiento a lo largo de las dos últimas décadas, pasando sucesivamente de situarse en torno a 12.000 euros anuales por trabajador (2005-2009), a 16.000 euros (2011-2016), 18.000 (2018-2020) hasta un máximo de más de 22.000 en 2022, que habría retrocedido en 2023 a 21.200 euros.
El principal factor que explica esta mejora del VAN/UTA es el descenso del número de UTAs, generalizado en el conjunto de la UE pero especialmente intenso en la mayoría de países que accedieron a la UE en este siglo.
A partir del VAN, la renta empresarial se obtiene restando al valor añadido neto los costes de los factores de producción externos (salarios pagados a los trabajadores, intereses de los préstamos y arrendamientos y alquileres) y sumándole las subvenciones netas de impuestos.
Como indicábamos, se trata de indicadores muy correlacionados: lo más normal es que creciendo la productividad, lo hagan tanto el VAN/UTA como la renta empresarial. Esto es lo que ha venido pasando en la agricultura europea: la renta empresarial en términos reales (descontada inflación) habría evolucionado desde aproximadamente 9.000 euros anuales por trabajador familiar [1] en el periodo 2005-2009 a 21.300 euros en 2022, con caída posterior a 19.500 en 2023.
La herramienta de la UE, no obstante, compara esta renta empresarial con el salario medio de la economía. La comparación es muy visual: cuánto gana al año un agricultor (empresario agrario) y cuánto gana un ciudadano medio (asalariado). Este indicador tuvo su valor mínimo en 2009 (26,5 %) y desde entonces habría venido creciendo hasta situarse en 65 % en 2022 y 60 % en 2023. Pero no tiene en cuenta que se están comparando rentas empresariales y del trabajo: el agricultor asume riesgos, volatilidad, pone a disposición de la actividad también capitales y tierras propios, al tiempo que como empresario se puede beneficiar también de una posible revalorización de su patrimonio.
El crecimiento de la productividad de la agricultura europea favorece que también se produzca una evolución positiva de la balanza comercial agroalimentaria de la UE, que ha pasado de un saldo anual positivo de aproximadamente 10.000 millones de euros en 2000-2005 a 70.000 millones en 2023. Este saldo es fruto de un saldo muy positivo de la balanza comercial de productos agroalimentarios transformados y bebidas, que compensa cada vez más el creciente saldo negativo en productos no transformados. Esta desagregación muestra a la vez como, pese a su precio, los mercados mundiales demandan cada vez más los productos alimentarios europeos de mayor valor añadido, pero al tiempo señala la vulnerabilidad europea por su dependencia exterior de materias primas alimentarias en una época de inestabilidad en los mercados mundiales fundamentalmente por motivos geopolíticos.
La herramienta de la Comisión incluye también información sobre la generación de valor añadido a lo largo de toda la cadena agroalimentaria.
De nuevo la evolución del indicador resulta positiva: el valor añadido total y el de cada una de las fases en que se desagrega (producción, industria, distribución y servicios al consumidor) ha aumentado, si bien lo ha hecho en menor medida en el sector primario que en el resto.
Por ello, el porcentaje sobre el valor total de la cadena que es retenido por la fase de producción primaria ha descendido desde el 28,7 % (valor máximo que se alcanzó en 2013) al 24,9 % (2021).
Esta evolución negativa tiene sentido si pensamos que los consumidores han tendido a demandar productos más transformados, con mayores atributos añadidos y con una distribución más compleja.
Es decir, con el paso del tiempo, del precio pagado por el consumidor por un alimento, cada vez una parte menor va a cubrir el coste de la materia prima y una mayor proporción al coste de su transformación, envasado y presentación, o el lugar y momento en el que el consumidor lo adquiere.
Por tanto, la capacidad del productor de mejorar su situación la cadena va más allá de este porcentaje y depende también de su capacidad de beneficiarse de esos otros servicios integrándose en las fases posteriores de la cadena.
Cerramos este apartado con el análisis del único indicador que no presenta, según la calificación de la propia Comisión, tendencia positiva sino incierta: las estructuras productivas. Ya indicábamos que consideramos éste un indicador discutible. En primer lugar, porque se compone de dos indicadores (número de explotaciones y dimensión media) intrínsecamente correlacionados negativamente.
Pero, además, porque la reducción del número de explotaciones y el incremento del tamaño medio se relacionan positivamente, a través de economías de escala, con las mejoras de la productividad que como hemos visto alimentaba el resto de indicadores económicos. En todo caso, los datos ofrecidos por la herramienta muestran que el número de explotaciones agrarias en la UE se ha reducido un 25 % entre 2010 y 2020 (pasando de 12 a 9 millones) y su tamaño medio ha aumentado un 30 % (de 13 a 17 ha).
Evolución económica de la agricultura española
En este apartado vamos a analizar el comportamiento, para los mismos indicadores anteriores, de la agricultura española, comparándola tanto con el conjunto de la UE como con los principales países de nuestro entorno económico.
Comenzando de nuevo por la PTF como base del resto, la productividad de la agricultura española durante el periodo 2012-2022 ha crecido al 0,9 % anual [2], ligeramente por encima de la media comunitaria (0,8 %), muy por encima de la de países de nuestro entorno económico agrario más inmediato como Alemania, Francia o Países Bajos (los tres han crecido al 0,1 %) o Italia (0,4 %). Destacan por su crecimiento agriculturas menos desarrolladas al comienzo del periodo como Polonia (2,3 % anual) o Portugal (1,5 %).
En el caso de la productividad del factor trabajo, los datos desagregados que ofrece la herramienta de la Comisión no son los del VAN/UTA sino los de la renta agraria por UTA, indicadores en todo caso paralelos.
La renta agraria por UTA en España en 2023 alcanzó 33.800 euros, siendo la sexta más alta de la UE (tras Bélgica, Alemania, Países Bajos, Dinamarca y Francia) y situándose un 59 % por encima de la media europea. Cuando el mismo indicador se mide en paridad de poder adquisitivo (para tener en cuenta las diferencias de coste de la vida entre países y por tanto el poder adquisitivo que proporciona alcanzar una determinada renta), España escala dos posiciones, llegando a la 4.ª más alta tras adelantar a Francia y Dinamarca.
Al analizar la renta empresarial debemos tener en cuenta que la agricultura española, en comparación con la europea, se caracteriza por la elevada presencia de mano de obra asalariada. Así, con los datos de Eurostat (Agricultural Labour Input Statistics aact_ali01), en el periodo 21-23, la mano de obra asalariada representó el 51% de la mano de obra total en la agricultura de España, frente al 30 % en la UE.
Dado que el salario medio pagado en el sector está por debajo de su productividad, es entendible que en términos de renta empresarial España ascienda hasta situarse en el segundo puesto de la UE, con 50.500 euros por UTA familiar, sólo por detrás de Alemania y multiplicando por más de 2,5 la media de la UE (19.500 euros). Este valor sitúa la renta empresarial en la agricultura española un 75 % por encima del salario medio pagado en la economía nacional, si bien cabe recordar las observaciones ya realizadas a la comparación directa de ambos indicadores [3].
En relación con el comercio exterior, la mayor productividad de la mano de obra en la agricultura española y la mejor evolución de la productividad total le permiten ganar competitividad y presentar también una balanza comercial muy positiva. Durante las dos últimas décadas las exportaciones agroalimentarias españolas han crecido por encima de las importaciones hasta alcanzar un saldo exportador que superó los 20.000 millones de euros en 2021.
Desde entonces, la elevación del precio de los cereales y otras materias primas para la alimentación animal y las mayores necesidades de su importación por la sequía han reducido este valor, si bien el balance del primer semestre de 2024, debido a la moderación de estos precios ofrece valores similares a los de 2021. Al igual que en el conjunto de la UE, España se caracteriza por un saldo positivo en productos transformados y de mayor valor añadido y negativo en commodities agrarias. De hecho, el saldo comercial positivo, en el que el valor de las exportaciones supera en un 41 % al de las importaciones, se transforma en negativo en términos de volumen, donde las importaciones superan en un 40 % al volumen exportado.
Para finalizar, respecto al valor generado por el conjunto de la cadena, en España, al igual que en el conjunto de la UE, el valor ha crecido como consecuencia del crecimiento de todas las fases.
En el caso de España el crecimiento de las exportaciones ha incrementado el mercado para nuestro sector primario, permitiendo su crecimiento por encima de la media de la UE. En consecuencia, el crecimiento del conjunto de la cadena ha sido más equilibrado y así, comparando el trienio 2008-2010 con el 2019-2021 observamos como la producción primaria ha crecido un 25 %, la industria agroalimentaria un 47 % y la fase de distribución y servicios al consumidor un 19 %.
De esta manera, el valor que representa la producción primaria sobre el valor total de la cadena se ha mantenido durante todo el periodo en porcentajes superiores a los de la media europea (lo cual puede estar también influido por la mayor presencia de productos como las frutas y hortalizas en el conjunto de la producción). Su valor máximo se alcanzó en 2016 (33 %) y en 2021 se situó en 30 %.
[1] Con el fin de poder comparar diferentes explotaciones, así como comparar este indicador con el VAN/UTA, los resultados se publican como renta empresarial por unidad de trabajo familiar, es decir, no asalariado. De esta manera se computa el trabajo del titular o titulares de la explotación junto con el de la posible mano de obra familiar no asalariada que también trabaje en la explotación (situación que, como se conoce por el último censo agrario, es cada vez menos frecuente, ver por ejemplo el análisis realizado por el Ministerio de Agricultura al respecto).
[2] El crecimiento sería mayor, 1,2 % anual, si nos limitamos al periodo 2012-2021, ya que la productividad en el año 2022 desciende para la agricultura española fundamentalmente por el efecto de la sequía y el incremento del precio de las materias primas para alimentación animal.
[3] El Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación, en el marco de la elaboración del Plan Estratégico de la PAC 23-27, realizó una revisión crítica de esta comparación diseñando un indicador complementario, la renta del trabajo del agricultor. Este indicador sí puede ser comparado directamente con el salario medio de la economía. En este trabajo, la renta media del trabajo del agricultor en el periodo 2015-2017 se situó un 13 % por encima del salario medio de la economía en España, pero con enormes diferencias entre explotaciones según su dimensión.
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