08 August 2024
La introducción en el invernadero de productos de alto valor, como frutales tropicales o exóticos, puede incrementar la rentabilidad de las explotaciones y contribuir a diversificar nuestra producción agrícola.
Las frutas tropicales constituyen una alternativa de cultivo de interés, ya que su demanda es cada vez mayor. España es el principal productor en Europa y la proximidad al mercado europeo nos confiere una ventaja competitiva muy importante por la vía de la calidad y la sostenibilidad.
Por un lado, se puede recolectar la fruta madurada en el árbol, en su punto óptimo de maduración, con calidad muy superior a la que puede llegar por ultramar, y por otro lado, los costes del transporte y la huella de carbono son menores.
El invernadero nos permite, además, producir frutas tropicales y exóticas que no podemos cultivar en nuestras condiciones de clima subtropical al aire libre, proporcionar una mayor precocidad a nuestras cosechas, llegando al mercado con mejores precios y condiciones más favorables para la venta y conseguir una más rápida entrada en producción y una mejora en los rendimientos y la calidad de la cosecha.
En la Estación Experimental de Cajamar, en estrecha colaboración con el grupo de Fruticultura Subtropical y Mediterránea (AGR-222) de la Universidad de Almería, comenzamos en 2012 con una línea de investigación sobre el cultivo protegido de especies frutales, trabajando con frutas tropicales y exóticas, junto con otras instituciones como Instituto Canario de Investigaciones Agrarias y numerosas empresas del sector.
En una primera fase del proyecto, se seleccionan diferentes especies que pueden ser de interés, para comprobar su adaptación a nuestras condiciones de cultivo en invernadero.
En ellas, se evalúa el establecimiento, crecimiento y desarrollo del cultivo, si florece, produce buenos frutos, su época de maduración y si cumplen con los estándares de calidad del mercado.
En una segunda fase se desarrolla un modelo de producción óptimo de las especies seleccionadas y comportamiento en la fase previa.
Comenzamos a trabajar con el cultivo de la papaya en esta fase y actualmente lo estamos haciendo con pitaya y fruta de la pasión (maracuyá).
A continuación, se presentan los resultados más relevantes de los ensayos llevados a cabo.
Papaya (Carica papaya L.)
La papaya es una de las frutas tropicales más consumidas en el mundo (solo por detrás de la piña y el mango), cuya producción mundial alcanza actualmente las 14,1 Mt en más de 486.000 ha cultivadas (FAOSTAT, 2023).
En España el cultivo se concentra en Canarias y el sureste peninsular (Almería y la Región de Murcia) con una superficie total que ronda las 500 ha y una producción cercana 15.000 t, de las que se exportan unas 5.000 t anuales.
El clima y el material vegetal son factores clave para producir con éxito papaya en España
El carácter estrictamente tropical de la papaya exige que en nuestras condiciones su cultivo se realice en invernadero bajo plástico y en las zonas más benignas, con temperaturas suaves.
En el marco del Grupo Operativo CARISMED (Cultivo sostenible de papaya en clima subtropical mediterráneo) se estudió el comportamiento de diferentes variedades de papaya en invernadero en cuatro emplazamientos con climas distintos, dos ubicados en Almería, en el poniente (El Ejido) y en el levante (Retamar) y otros dos en Gran Canaria, al norte (Santa María de Guía) y al sur (Santa Lucía de Tirajana) (Figura 1).
Las condiciones de clima dentro del invernadero fueron más estables en el norte de Gran Canaria, mientras que en el levante almeriense fueron más limitantes.
En el poniente almeriense y sur de Gran Canaria las variables climáticas fueron similares con valores intermedios.
Estas condiciones tuvieron un impacto notable sobre los rendimientos y calidad de la cosecha con mejores resultados en las zonas con climas más benignos (Cuadro 1).
En el proyecto EUROPAPAYA, también financiado por fondos europeos (FEDER-INNTERCONECTA) denominado 'Desarrollo y optimización de un modelo productivo para el cultivo intensivo de la papaya en España', se diseñó un prototipo específico para producir papaya en el Sureste de España y se comparó con un invernadero tipo parral multicapilla de baja tecnología con 4 m de altura y cubierta de plástico de polietileno de alta densidad de 200 micras de espesor, dotado normalmente con ventilación natural, con ventanas en los laterales o bandas que se abren manualmente.
El prototipo consistía en un invernadero multicapilla a dos aguas de 7 m de altura en cumbrera y 5 m en la canal y naves de 6 m de anchura. Los cerramientos eran de malla y con una lámina de plástico de polietileno situada sobre la malla, con ventanas enrollables de plástico en todo el perímetro y en la cubierta.
Además, se montó un sistema de nebulización mixto aire-agua y un controlador para automatizar la gestión del clima dentro del invernadero. Con este prototipo, la producción de papaya alcanzó las 120 t ha-1 en 21 meses, frente a las 65 t ha-1 obtenidos en un invernadero convencional (Figura 2).
Nuestro grupo también exploró la respuesta del cultivo de papaya en invernadero al control activo del clima (CAC), con un sistema de calefacción en invierno, y un sistema de nebulización de baja presión, además de la ventilación natural y el blanqueo de la cubierta, para reducir la temperatura en verano, frente al cultivo con control pasivo del clima (CPC), con sólo ventilación natural y blanqueo en verano.
La variedad cultivada fue ‘Siluet’ durante un ciclo de 27 meses y los resultados mostraron que un control activo del clima dentro del invernadero produjo un mayor crecimiento de las plantas y una floración de calidad durante más tiempo, lo que redundó en una mejora significativa del cuajado, aumentando el número y el tamaño de los frutos y por tanto la producción total (Salinas et al., 2021) (Cuadro 2).
Además, se observó una más rápida entrada en producción con CAC frente a CPC (a los 8 vs 11 meses después del trasplante, respectivamente) y una mejor distribución de la cosecha en el tiempo, aumentando la producción a la salida del invierno y en verano cuando la oferta es menor.
En cuanto a la calidad de la fruta, el contenido en sólidos solubles totales, en general, se mantuvo en todo momento por encima del mínimo exigido para la papaya (10 ºBrix).
La variedad ‘Intenzza’ (Semillas del Caribe) es un híbrido de origen mexicano y la más cultivada en España actualmente. Destaca por su rusticidad y productividad, pero presenta calidad no siempre uniforme.
Otras variedades cultivadas son ‘Sweet Sense’ también de origen mexicano, ‘Alicia’ (CapGen) obtenida en Canarias y ‘Sweet Mary’ (sin. ‘Pococí’). Los rendimientos obtenidos cuando las condiciones de clima son favorables están entre las 160 y hasta las 200 t ha-1 para ciclos de 27 meses.
Son de especial interés para nuestros invernaderos las variedades de porte moderado, productivas y homogéneas, con rápida entrada en producción, en las que la fruta se presenta a baja altura en el tallo, con frutos dulces, de tamaño medio y forma aperada considerando las preferencias del mercado europeo (Salinas et al., 2017).
La selección varietal es clave para que la papaya se consolide y pueda crecer
El trasplante de primavera es el más rentable para el cultivo de la papaya en zonas con clima subtropical mediterráneo, donde el verano caluroso y el invierno fresco imponen el cultivo protegido (Salinas et al., 2022). Con el trasplante en primavera se consigue adelantar la floración, mejorar el cuajado de frutos y adelantar la entrada en producción, obteniendo más frutos por planta y de mayor tamaño que con el trasplante en otoño.
El cultivo de la papaya bajo invernadero se realiza con marcos intensos buscando altos rendimientos para maximizar el beneficio. También en el marco del proyecto CARISMED nos planteamos seleccionar las densidades de plantación más favorables para el desarrollo de la papaya dentro del invernadero. Trabajamos con las variedades ‘Intenzza’ y ‘Caballero’ y tres marcos de plantación: 3 m x 1,5 m (alta densidad: 2222 plantas ha-1), 3x2 m (media densidad: 1667 plantas ha-1) y 3 m x 3 m (baja densidad: 1111 plantas ha-1).
En los marcos de plantación más estrechos se produjo solape entre plantas a los 4-5 meses después del trasplante, mientras que en el marco más amplio no se observó solape entre plantas en ningún momento, lo que repercutió en una mayor captación de luz.
La densidad de plantación influyó significativamente en la producción y el tamaño del fruto, siendo 1667 plantas/ha (3 m x 2 m) la que proporcionó los mayores rendimientos en las dos variedades, mientras que la densidad más baja (1111 plantas ha-1) penalizó la producción. La mayor densidad (2222 plantas ha-1) presentó valores intermedios.
Las plantas a 3 m x 3 m fueron más productivas y precoces y presentaron frutos de mayor tamaño, tanto en ‘Caballero’ como en ‘Intenzza’. Sin embargo, el menor número de plantas por unidad de superficie no permitió alcanzar los rendimientos obtenidos con mayores densidades (Cuadro 3). Al contrario de lo que cabía esperar, el contenido en SST de los frutos no se vio afectado por la densidad de plantación.
Pitaya, pitahaya o fruta del dragón (Hylocereus spp.)
La pitaya es una cactácea tropical epífita trepadora originaria de Mesoamérica (desde el norte de México a Colombia). Se cultiva principalmente en el sudeste asiático donde destacan como productores Vietnam, Tailandia, China y Taiwán. En su zona de origen, los principales productores son México, Colombia, Nicaragua, Guatemala y Ecuador.
Vietnam es el principal exportador de pitaya en el mundo, cuenta con unas 68.000 ha y una producción de 1,4 millones de toneladas anuales, con un valor de 1.200 millones de dólares.
En España, la pitaya se cultiva en Canarias desde hace casi 20 años. Su introducción en la península ha sido más reciente. Aunque se estima una superficie cultivada en España de unas 80 hectáreas, el interés en la producción de esta fruta es sobresaliente con numerosas experiencias en toda la costa andaluza (y Portugal).
Su ciclo anual comienza con la emisión de nuevos brotes vegetativos a la salida del invierno, entre febrero y abril (fase vegetativa). Posteriormente, florece en oleadas cuando los días son más largos que las noches, ya que es una especie de fotoperiodo día largo, y las temperaturas superan los 18 °C, lo que ocurre generalmente entre mayo y noviembre en nuestras condiciones.
La fruta se recolecta unos 30-35 días después de la floración, por lo que la cosecha se concentra en los meses de junio a diciembre, con picos más acusados en agosto y septiembre. Los frutos se caracterizan por la presencia de escamas muy notables, en algún caso espinas, con piel roja o amarilla y pulpa blanca, roja o fucsia, dependiendo de la variedad.
Actualmente, se está evaluado el potencial productivo de un cultivo de pitaya (Hylocereus undatus) trasplantado en septiembre de 2016 en un invernadero tipo parral multicapilla asimétrico con cubierta de polietileno ubicado en la Estación Experimental de Cajamar (El Ejido, Almería).
El cultivo se desarrolla sobre un sistema en T con líneas separadas cada 2 m y plantas situadas en la línea cada 0,5 m, lo que equivale a una densidad de 10000 plantas por hectárea (Figura 3).
Concretamente se está estudiando el efecto de la luz artificial sobre la floración, con el objetivo de extender el fotoperiodo y conseguir aumentar la floración, para incrementar los rendimientos y extender el periodo de recolección, sobre todo de cara al mercado navideño.
El tratamiento ha consistido en utilizar luz artificial led en dos periodos a lo largo de la campaña (desde mediados de febrero a finales de abril y desde mediados de septiembre a finales de octubre), encendiendo la luz durante cuatro horas en la noche (de 0:00 a 4:00). Se ha determinado el número de oleadas de flor y la intensidad de la floración, la producción total y la distribución de la cosecha a lo largo de la campaña de las cuatro últimas campañas (2020, 2021, 2022 y 2023) comparándolos con un tratamiento control que no ha recibido luz artificial.
En 2020 se pudo observar una mayor intensidad de floración en respuesta a la luz artificial frente a las plantas testigo (20 vs 16 flores m−2). No obstante, no se modificó el número de oleadas de flor, siete en total, distribuidas entre los meses de junio y noviembre.
En 2021, la luz artificial también incrementó la intensidad de floración con respecto a las plantas testigo (28 vs 23 flores m−2, respectivamente), pero además modificó el patrón de floración, apareciendo una oleada extra a mediados de noviembre.
Sin embargo, en 2022, la intensidad de la floración fue la misma en los dos tratamientos, en torno a las 18 flores m-2, y el patrón apenas se modificó, con una floración extra, pero de escasa entidad, en noviembre, en las pitayas que recibieron luz artificial. Por último, en 2023, la luz artificial no tuvo efecto sobre la intensidad de la floración (19 vs 18 flores m-2) y no modificó el patrón de floración.
El aumento de la floración durante las dos primeras campañas derivó en mayores rendimientos en la pitaya con luz artificial, superando las 105 t ha-1. En el tratamiento control la producción fue también elevada, pero menor, en torno a las 85 t ha-1. Pero lo más interesante es que esta mayor producción (incremento superior al 20 %) se obtuvo a finales de año, pudiendo conseguir mejores precios.
Por el contrario, en 2022 y 2023 los rendimientos se redujeron más del 50 % con respecto a las campañas anteriores en ambos tratamientos (41 y 46 t ha-1), ya que la intensidad de floración fue menor a la observada en las campañas previas. Esta merma en la producción también se debió a la formación de frutos de menor tamaño, que se asocia a las temperaturas anormalmente altas alcanzadas durante el periodo estival en ambas campañas.
Estos resultados indican que es posible modificar la floración de la pitaya en nuestras condiciones en invernadero aplicando luz artificial para conseguir, sobre todo, ampliar el calendario de oferta a final de año, pero es preciso seguir trabajando para afianzar y homogenizar la respuesta, especialmente con variedades más precoces y de floraciones más abundantes.
El cultivo de la pitaya necesita experimentación extensa para determinar los sistemas de formación más apropiados en nuestras condiciones de cultivo, en particular bajo invernadero, y el modo de proceder a la hora de ejecutar la poda de fructificación.
Con la poda de fructificación debemos optimizar el número de cladodios productivos, controlando el tamaño y vigor de las plantas y facilitando el renuevo y el acceso a la polinización y recolección de los frutos.
Es necesario determinar cuándo, cuánto y de qué modo se debe podar la pitaya
Para responder a estas cuestiones, se compararon primero tres sistemas de poda comunes a esta planta trepadora que conocemos bien: la uva de mesa. Así, en ensayos realizados en la Finca UAL-ANECOOP (Almería) se comparó una poda corta, mediante un terciado, dejando sólo los 5-7 nudos basales del cladodio, con una poda larga, consistente en un mero despunte del cladodio, y la poda mixta en la que la mitad de los cladodios se despuntaron y la mitad se terciaron (Figura 4).
Los resultados productivos mostraron una clara superioridad de la poda larga frente al terciado, con la poda mixta en una lógica posición intermedia.
La poda larga mejoró incluso, aunque ligeramente, a los controles representados por ramos (cladodios) intactos lo que sugiere que el despunte favorece la brotación de las yemas de flor. La renovación de órganos fructíferos, nuevos cladodios, fue igualmente buena en todos los tratamientos (Arredondo et al., 2022).
Una vez determinada la poda larga como la más conveniente, se abordó la intensidad de la poda comparando la intensidad de floración y producción de fruta dejando 6, 9, 12 o 15 cladodios por metro lineal en pitayas conducidas en un sistema plano en T.
Los resultados indican que la intensidad de la poda debe situarse entre 12 y 15 cladodios por metro lineal para obtener una máxima floración (Figura 5), lo que viene a representar dejar una separación entre cladodios de unos 7-8 cm. Aumentar el número de cladodios no repercute en mayor floración debido al fenómeno de sombreo en los cladodios pobremente iluminados que quedan en un plano inferior (Chiamolera et al., 2023).
Por último, se está estudiando el potencial productivo de un cultivo de pitaya en hidropónico en colaboración con la empresa New Growing System. El objetivo es adelantar la entrada en producción y además, optimizar la eficiencia en el uso de agua y nutrientes para mejorar los rendimientos y la calidad del fruto.
El cultivo se soporta en una estructura de 2 m de altura con línea de multibanda NGS de 35 litros por m2 con sustrato (Figura 6). Se han establecido dos líneas de 20 m de largo separadas por 2 metros y dos densidades de plantación para cada variedad (H. undatus e H. hybridum) dejando 0,5 m de distancia entre plantas en la línea (10.000 plantas por hectárea) o 1 m de distancia entre plantas (5.000 plantas por hectárea).
La plantación se realizó en septiembre de 2020. Las primeras flores se observaron en ‘hybridum’, en junio de 2021 (9 meses después del trasplante) y el número total de flores en esta primera campaña superó las 11 flores m-2. ‘undatus’, en cambio presentó una floración menos intensa, con un total de 6 flores m-2, y más tardía. La producción obtenida en el primer año alcanzó las 40 t ha−1 en el caso de ‘hybridum’, mientras que ‘undatus’ la producción fue de unas 20 t ha−1.
Cabe recordar que con cultivo en suelo el primer año es improductivo. En 2022 se observaron las primeras flores en mayo, se produjeron hasta 6 oleadas de flor y la intensidad fue muy alta en las dos variedades (20 vs 16 flores m-2, en ‘hybridum’ y ‘undatus’ respectivamente). La producción alcanzada en la segunda campaña fue de 47 t ha-1 para ‘hybridum’ y 38 t ha-1 para ‘undatus’.
En 2021, se planteó un nuevo ensayo con pitaya cultivada bajo este sistema hidropónico NGS, con riego automatizado el riego y recirculación de la solución nutritiva, introduciendo tres nuevas variedades ('Caramel of desert'), cuya principal característica es que son autocompatibles, por lo que a priori no requieren polinización cruzada para conseguir tamaño comercial.
Las flores la pitaya son hercógamas, de manera que la parte masculina (los estambres) y la parte femenina de la flor (estigma) están espacialmente separados para evitar la autopolinización, lo que hace necesario realizar polinización de forma manual en nuestras condiciones. Además, la mayor parte del material vegetal hasta ahora introducido es parcialmente autoincompatible. Esto implica que el tamaño del fruto se ve afectado por el origen del polen y éste es mayor cuando el polen procede de otra variedad/clon, es decir la mayoría de las variedades prefieren la polinización cruzada.
La plantación se llevó a cabo en diciembre y la brotación de los cladodios productivos sobre los esquejes plantados tuvo lugar en abril- mayo. En tan solo 3-4 meses se observaron las primeras flores (mediados de agosto) y esto nos permitió comprobar el carácter autocompatible de estas variedades, ya que el tamaño del fruto fue similar en condiciones de autopolinización y polinización cruzada. Los frutos presentan un peso medio en torno entre los 350 y 450 g, y el contenido en sólidos solubles totales fue de 16 a 18º Brix, según la época de maduración.
Pasiflora, maracuyá o fruta de la pasión (Passiflora spp.)
Existen unas 575 especies dentro del género Passiflora (fam. Passifloraceae), de las cuales unas 40 producen frutos comestibles. La mayoría de las especies que tienen interés comercial son originarias de Colombia, Brasil, Perú y Ecuador, que constituyen los principales centros de diversidad genética.
Las importaciones al mercado europeo de fruta de la pasión, de todos los orígenes, alcanzaron unas 12.600 toneladas en 2021. En el espacio de una década, los volúmenes totales casi se duplicaron debido al auge de Colombia, que se consolidó como líder del mercado en 2021, con casi 7.000 toneladas. exportando por vía marítima gulupa o maracuyá morado (Passiflora edulis f. edulis)
Entre junio y septiembre de 2019 se estableció, en la Estación Experimental de Cajamar, una plantación con seis especies de la familia de las Pasifloras, en un invernadero tipo multitúnel de acero galvanizado, con cubierta asimétrica de polietileno de baja densidad y 200 micras de espesor. Las capillas estaban orientadas E-O, de 7,5 m de anchura, con una altura en la canaleta de 3,4 m y una altura en cumbrera de 5,4 m.
En cada capilla existe una ventana cenital continua abatible en la vertiente sur y ventanas laterales enrollables en las bandas norte y sur con control de clima. Se utilizó un sistema de conducción en parral a 2 m de altura con un marco de plantación de 2,5 m x 2,5 m y una espaldera también de 2 m de altura, con calles de 2,5 m y una distancia entre plantas dentro de la fila de 2,5 m con orientación N-S (Figura 7).
Este ensayo finalizó en el verano de 2022, tres años desde la plantación, y para la polinización se introdujeron colmenas de abejorros (Bombus terrestris) durante la floración.
Las especies y variedades cultivadas fueron las siguientes:
- Granadilla (P. lingularis).
- Maracuyá amarillo Rubi do Cerrado (P. Edulis f. flavicarpa).
- Maracuyá amarillo (P. edulis f. flavicarpa).
- Maracuyá dulce (P. alata).
- Gulupa (Passiflora edulis f. edulis).
- Maracuyá morado híbrido (P. edulis f. edulis x colvilli).
En el caso de la granadilla, esta no se adapta bien a nuestras condiciones de invernadero, siendo su crecimiento muy limitado y solo se observaron unos pocos frutos cuajados en la primavera de 2022. Posiblemente no tolera las temperaturas más altas alcanzadas durante el verano, junto con humedades relativas bajas y puede que la salinidad del agua de riego, con más de 500 mg/L de cloruros, también le afecte negativamente.
Los resultados mostraron que la granadilla no se adapta bien a nuestras condiciones en invernadero
Rubi do Cerrado es muy vigoroso y poco productivo en condiciones de polinización natural con abejorros.
El maracuyá amarillo también vegetó bien pero igualmente presentó una producción errática. Las dos especies son auto-incompatibles por lo que para aumentar los rendimientos precisarían de la polinización manual en nuestras condiciones. Estas dos especies producen frutos ácidos de tamaño grande destinados a la industria de zumo.
El maracuyá dulce presentó un vigor medio adaptándose muy bien a ambos sistemas de conducción. Mostró una floración muy abundante y llamativa a lo largo de todo el año, lo que podría darle incluso valor como ornamental (Figura 8). Su fruto es muy valorado para su consumo en fresco, pero tiene una vida postcosecha muy corta.
Esto implica que es un producto nuevo para el mercado europeo y no hay competencia de terceros países. Los frutos son amarillos y de tamaño grande. La producción con abejorro es superior a la de los maracuyás ácidos (amarillos), pero se observan caídas masivas de flores en determinadas épocas. Se ha comprobado que esta especie es autoincompatible en nuestras condiciones, ya que el cuajado en flores polinizadas con su propio polen, previamente embolsadas, es nulo.
En flores expuestas a la polinización libre, sin embolsar, el cuajado osciló entre el 47-50 %, gracias a la polinización realizada por los abejorros, con pesos medio del fruto en torno a los 160 g. Cuando se realizó polinización cruzada manualmente, con polen de flores de otra planta, el cuajado fue muy superior del 80-90 % y los frutos más grandes. Su viabilidad dependerá del valor final que los frutos puedan alcanzar en el mercado.
La gulupa, maracuyá morado, es bastante productiva en condiciones de invernadero y la polinización con los abejorros funciona bastante bien. Sin embargo, sufre en verano en invernadero con temperaturas elevadas y humedades relativas bajas, condiciones en las que se observan brotes secos y vegetación más escasa. Los frutos presentan un tamaño pequeño y su destino es el mercado en fresco. Se adapta mejor al cultivo en espaldera.
El maracuyá morado híbrido (P. edulis f. edulis x colvilli) ha sido el más productivo en condiciones de invernadero, con frutos de tamaño medio y excelente calidad y se ha adaptado mejor al cultivo en espaldera (Figura 9).
La primera cosecha se recolectó entre marzo y junio de 2020, seis meses después del trasplante. Tras el crecimiento de nuevos brotes, sobre las ramas terciarias, durante el verano y otoño, se obtuvo una segunda cosecha, entre los meses de diciembre de 2020 y febrero de 2021 que alcanzó unos rendimientos de 18,5 t ha-1 (Cuadro 4).
En abril se realizó una poda de renovación sobre las ramas terciarias, dejando unos 15-20 cm por debajo de los brazos. Tras el crecimiento de los nuevos brotes resultó una nueva cosecha entre julio y agosto de 2021 que alcanzó las 22,5 t ha-1 (Cuadro 4). Se realizó de nuevo una poda a principios de septiembre y se obtuvo la cuarta cosecha entre los meses de febrero y marzo con unos rendimientos de 15,9 t ha-1 (Cuadro 4).
Tras una nueva poda se obtuvo la quinta y última cosecha de este ensayo entre junio y agosto de 2022 con un rendimiento de 17,8 t ha-1 (Cuadro 4). Esto implica que en tres años desde el trasplante se han alcanzado las 75 t ha-1, teniendo en cuenta además que no se ha contabilizado la primera cosecha. Entre un 70-80 % de esta producción fue de fruta con un peso superior a los 70 g, clasificada en el mercado de primera categoría (Figura 9).
Sin embargo, en la última cosecha de verano de 2022 solo se alcanzó el 10 % de fruta de 1.ª categoría, probablemente debido a las altas temperaturas, que afectaron también a otras especies. El contenido en sólidos solubles totales se ha mantenido más o menos constante a lo largo de las distintas cosechas con valores medios que han oscilado entre los 14 y 16 ºBrix (Cuadro 4).
En octubre de 2022, se realizó una nueva plantación con el objetivo de optimizar el sistema de producción, la gestión y control del clima en el invernadero, necesidades de agua y nutrientes, poda en verde y recolección.
En cuanto al mercado y la comercialización de frutas tropicales y exóticas como la papaya, la pitaya o el maracuyá, las perspectivas son buenas, pero debemos ser cuidadosos en el proceso de producción y el ritmo de crecimiento.
Es importante que el crecimiento de los cultivos y de la producción vayan de la mano del crecimiento de la demanda para no quebrar el sistema. Se deben construir proyectos a medio, largo plazo con una base sólida de partida.
Desde los primeros ensayos hasta que la fruta sale al mercado es necesario madurar el proyecto para evitar fracasos. Es fundamental hacer una apuesta decidida por la calidad, ofreciendo fruta recolectada en su punto óptimo, madurada en el árbol, rica y sabrosa y promocionar la proximidad, la sostenibilidad y las propiedades beneficiosas para la salud de estas frutas.
Literatura citada
- Arredondo, E.; Chiamolera, F.M.; Casas, M.; Cuevas, J. 2022. Comparing different methods for pruning pitaya (Hylocereus undatus). Horticulturae 8, 661.
- Chiamolera, F.M.; Parra, L.; Sánchez, E.; Casas, M.; Hueso, J.J.; Cuevas, J. 2023. Determining optimal levels of pruning in Hylocereus undatus [(Haw.) Britton and Rose] in trellis systems. Agronomy, 13, 238.
- Salinas, I., Hueso, J.J., Schmildt, E.R., Schmildt, O. y Cuevas, J. (2017). Comparación de los sistemas productivos de la papaya en España y Brasil. Vida Rural 426, 18-24.
- Salinas, I., Hueso, J.J. and Cuevas, J. (2021). Active control of greenhouse climate enhances papaya growth and yield at an affordable cost. Agronomy 11(378), 1-12.
- Salinas, I., Hueso, J.J. and Cuevas, J. (2022). Determination of the best planting season for the protected cultivation of papaya. Horticulturae 8(738), 1-9.
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