13 June 2023
En la mayoría de las variedades apirenas o sin semillas (seedless) de la uva, las bayas presentan en su interior esbozos seminales de consistencia herbácea imperceptibles al comerlas.
Durante la floración se produce polinización y fecundación, pero el embrión aborta y la semilla, por tanto, no se desarrolla. Esto se conoce como apirenía estenospérmica.
En estas condiciones, los racimos suelen ser muy compactos, mantienen un elevado número de bayas y estás, en general, no alcanzan un tamaño adecuando.
Para conseguir racimos con calidad comercial, sueltos, con bayas grandes (Ф>17-18 mm) y bien conformados, es preciso aplicar técnicas de cultivo específicas, como la aplicación de ácido giberélico, el anillado y la poda de racimos, que no suelen aplicarse en las variedades tradicionales con semilla.
1. Ácido giberélico
Las giberelinas son hormonas vegetales producidas en el ápice de los brotes, frutos y semillas. Una de sus funciones principales es promover el desarrollo de los frutos favoreciendo el transporte de los fotoasimilados sintetizados por las plantas en las hojas.
En las variedades apirenas el aborto de las semillas reduce el tamaño de las bayas
Cuando la semilla aborta cesa la síntesis de giberelinas y el transporte de azúcares al fruto es menor. La caída de frutos por competencia también es mucho menor y las bayas no engordan. Cuanto más temprano es el aborto de las semillas menor es el tamaño de las bayas y más compactos son los racimos.
La aplicación exógena de giberelinas (ácido giberélico) favorece la caída de frutos y el desarrollo de las bayas.
No todas las variedades responden de igual manera al tratamiento con giberelinas, incluso algunas no lo toleran. Los efectos dependen del momento en que se aplican y las dosis suministradas
- Prefloración: contribuye al alargamiento del raquis de la inflorescencia, aumentando la longitud de los racimos y reduciendo así la compacidad. La mayoría de las variedades no la toleran.
- Floración: reduce el número de frutos por racimo, aclareo de bayas, lo que producirá racimos más sueltos y con bayas más grandes. El tratamiento se realiza cuando la parcela se encuentra al 40 % de floración o cuando se observan los primeros racimos en plena floración. Se aplican entre dos y cuatro tratamientos, dependiendo de la uniformidad de la floración. Si la floración es muy escalonada habrá que aumentar el número de pases, mientras que si la floración es más compacta, el número de tratamientos será menor. Los tratamientos se realizarán cada tres o cuatro días, de manera que a mayor temperatura, menor es la frecuencia. En variedades exigentes se aplican dosis de alrededor de 10 ppm (mg ácido giberélico/litro), y entre 0,5 y 1 ppm para las menos exigentes. A medida que aumentemos el número de aplicaciones la dosis será menor. Igualmente cuando a mayor temperatura, mejor iluminación y mayor vigor, la dosis será menor.
Figura 1a y 1b. Racimos en floración. Tratamiento con giberelinas para aclareo de frutos.
- Tras el cuajado: favorece el crecimiento de las bayas aumentando su tamaño, engorde. El tratamiento se realiza tras la floración cuando los pequeños frutitos tienen entre 4-6 mm de diámetro (tamaño guisante). Se aplican dos pases con un intervalo de una semana entre ellos. En variedades exigentes la dosis puede llegar hasta 40 ppm de ácido giberélico, mientras que en las variedades poco exigentes se aplican entre 5-10 ppm.
Los tratamientos deben ir dirigidos a los racimos y se pueden realizar manualmente con pistola o usando nebulizadores de bajo volumen.
En variedades sensibles la aplicación de ácido giberélico se reduce la fertilidad al año siguiente y, por tanto la cosecha, por lo que es primordial mojar solo los racimos y no las yemas y el follaje
Figura 2. Racimos en tamaño guisante. Tratamiento con giberelinas para engorde.
2. Anillado
La uva de mesa, como el resto de las plantas leñosas, toma agua y sales minerales del suelo por las raíces y las transportan al resto de la planta a través de los vasos leñosos o xilema situados en el interior del tallo o tronco.
Las hojas, a través de la fotosíntesis, sintetizan azúcares (fotoasimilados) que son transportados a los órganos en crecimiento (raíces, ápice de los brotes y frutos), a través de los vasos liberianos o floema situados en el exterior del tronco o tallo justo bajo la corteza.
La incisión anular o anillado consiste en la eliminación de un anillo de corteza y vasos liberianos (floema), con el objetivo de interrumpir durante un corto periodo de tiempo (no más de 20 días) el flujo de savia y acumular azúcares en las partes de la planta situadas por encima de la incisión, principalmente racimos, para favorecer su desarrollo.
El anillado se lleva a cabo tras el cuajado, en tamaño guisante, con el objetivo incrementar el tamaño de las bayas.
Numerosos trabajos recogen incrementos del tamaño de hasta el 30 %
En variedades apirenas con racimos grandes y compactos en las que vayamos a realizar anillado es imprescindible aclarar previamente para favorecer el crecimiento y evitar que los racimos se aprieten.
El anillado se realiza principalmente en el tronco o brazos, aunque también se puede aplicar sobre las varas o cargadores.
Para su ejecución se emplean navajas de doble hoja, cuchillos y tijeras para anillar, retirando previamente la corteza vieja y practicando después la incisión.
Al aplicar esta técnica es fundamental no interrumpir el flujo de savia a través del xilema, lo que podría dañar seriamente la planta y realizar corte limpio y preciso para favorecer la cicatrización
Si se producen desgarros en la corteza es conveniente cubrir la herida con cinta adhesiva para mejorar la cicatrización. Tras la operación debe aplicarse un riego abundante y abonado nitrogenado.
El anillado es imprescindible en variedades apirenas que no responden a las giberelinas para engorde, y también puede realizarse como complemento a la aplicación de ácido giberélico
Figura 3. Anillado al tronco.
3. Poda de racimos
Esta técnica consiste en la eliminación de partes del racimo con el objetivo de mejorar el aspecto, la forma y conformación de este, reducir su compacidad y homogeneizar el tamaño y la distribución de las bayas.
Normalmente, la poda del racimo consiste en la eliminación del tercio inferior y la eliminación o despunte de las alas u hombros, así como algunas ramificaciones, hasta dejar un racimo bien conformado, con el adecuado número de bayas.
En la mayoría de los casos se eliminan uno o dos hombros (o alas) y la extremidad del racimo (despunte o descole). En algunas variedades también se puede intervenir en la zona media del racimo eliminando algunas ramificaciones laterales del raquis para aclarar y reducir la compacidad.
Es aconsejable realizar esta operación tras el cuajado debido a las numerosas incidencias que pueden sobrevenir durante la fase previa de floración, como el corrimiento.
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