06 August 2024
Reino Unido se ha convertido en el primer país europeo en recibir la aprobación para comercializar carne cultivada en laboratorio. Se trata del tercer país en el mundo que lo logra, pero el primero cuyo objetivo es la fabricación de alimentos para mascotas.
La compañía en cuestión, Meatly, cuenta con la autorización para la venta de un producto similar al pollo, obtenido mediante el cultivo de células procedentes de huevos de gallina.
Es realmente innovador, pero cabe recordar que no son los únicos. Si bien solo hay tres compañías que han recibido la ansiada luz verde para que sus productos lleguen al mercado, la historia de la producción de carne cultivada en laboratorio es muy antigua, y cada vez con más empresas subiéndose al carro.
Todo empezó en la década de 1950, aunque por aquel entonces no existía una tecnología científica que pudiese sacar del papel las primeras investigaciones.
En la de 1990 comenzaron los primeros experimentos y en el siglo XXI las publicaciones científicas se hicieron eco de algunos de los grupos de investigación que estaban fabricando carne en sus laboratorios.
Actualmente, no solo se puede obtener carne cultivada en el laboratorio. También es posible hacer lo propio con otros alimentos, como los huevos o la leche.
Para las personas a las que les gustaría sumarse al veganismo, pero les cuesta renunciar a estos alimentos, podría ser una revolución si todo esto llega a comercializarse. Pero ya hemos visto que es una historia que lleva su tiempo. Esto es lo que se ha conseguido hasta ahora.
Hace mucho, mucho tiempo, en un laboratorio holandés...
Las primeras investigaciones sobre carne cultivada en el laboratorio las llevó a cabo el médico holandés Willem Van Eelen. En la década de 1950, el estudio de técnicas para cultivar células en el laboratorio estaba en pleno apogeo, pero aún en pañales.
Van Eelen fue uno de los científicos implicados en estas investigaciones, cuyo objetivo era principalmente la medicina y la investigación biomédica.
Pero él quiso ir más allá. Le preocupaba mucho los problemas medioambientales que supondría la ganadería a medida que la población mundial aumentase. Por eso propuso la posibilidad de cultivar células musculares de animales para obtener carne en el laboratorio.
Ya hemos visto que la investigación estaba aún en pañales, por lo que no pudo demostrarlo técnicamente. No obstante, en la década de 1990 estas técnicas ya habían avanzado lo suficiente. Por eso, la organización de la que Van Eelen era presidente, Foundation Worldwide Medical Water Oriëntation, solicitó la patente para este tipo de cultivos. Este es el motivo por el que Willem Van Eelen es conocido como el 'padrino' de la carne cultivada en el laboratorio.
Una vez que se demostró que era posible, muchos investigadores quisieron sumarse a la fiesta. En 2002, un equipo de investigación dirigido por el científico Morris Benjaminson y financiado por la NASA logró cultivar células musculares de carpa. El resultado era algo similar al pescado.
Justo un año después, dos artistas biológicos, Oron Catts y Ionat Zurr, inauguraron una degustación a la que cualquiera podría ir para probar los primeros filetes de carne obtenidos con células de rana. Todo estaba enmarcado dentro de un proyecto al que bautizaron como “carne sin víctimas”.
La preocupación por los animales se sumaba al interés por cuidar el medioambiente que ya había expuesto Van Eelen. Estaba claro que la carne cultivada en el laboratorio era viable, pero quizás también necesaria.
Empieza la carrera para comercializar carne cultivada en el laboratorio
A pesar de los esfuerzos de Van Eelen, Benjaminson, Catts y Zurr, la carne cultivada en el laboratorio no se comenzó a ver como una realidad hasta que una empresa le dio la forma de un plato con el que estuviésemos familiarizados.
Esto ocurrió en 2013, cuando la compañía holandesa Mosa Meat preparó las primeras hamburguesas con carne cultivada en el laboratorio.
El coste de producción de aquella pieza de carne fue de 250.000 euros. No obstante, sus creadores señalaron que se podría reducir hasta 12 euros al producirla a escala industrial.
Justo una década después, en 2023, Mosa Meat inauguró el mayor campus de carne cultivada del mundo, con capacidad para producir decenas de miles de hamburguesas.
Ese paso de gigante captó la atención de muchos inversores, que ya han sumado 40 millones de euros a las arcas de la compañía.
Todo eso le ha dado el poder suficiente para entrar en el mercado, pero para eso necesitan una aprobación como la que ya tiene Meatly en Reino Unido.
Primero fue Singapur
A pesar de que todos los primeros pasos de la carrera hacia la carne cultivada en el laboratorio se dieron en Holanda, el primer país que aprobó su comercialización fue Singapur. Ocurrió en 2020.
Más tarde, en 2023, Estados Unidos se sumó a la reducida lista de países en los que se puede consumir en restaurantes y comprar en supermercados la carne cultivada en el laboratorio.
Ahora, Meatly ha añadido los alimentos para mascotas al abanico de productos, y se ha convertido en la primera compañía europea en lograr la autorización.
Con ello ha adelantado por la derecha a la propia Holanda y también a otros países como Suiza, donde llevan tiempo en conversación con la israelí Aleph Farms para comercializar sus filetes de ternera impresos en 3D.
¿Cómo que impresos en 3D?
Los métodos de obtención de carne cultivada en el laboratorio han avanzado muchísimo en las últimas décadas. A grandes rasgos, la clave es obtener células de los músculos de los animales cuya carne se puede cultivar. Por ejemplo, vacas o cerdos. Esto se puede hacer mediante una biopsia al animal vivo o a cadáveres en el matadero.
Esas células se cultivan con un mecanismo de perfusión, similar al torrente sanguíneo, que les suministra el oxígeno y los nutrientes que necesitan para multiplicarse.
Además, se cultivan junto a otras células, como las de la grasa, para garantizar la presencia de ciertos mensajeros químicos que se producen naturalmente en el organismo de dichos animales.
Por otro lado, durante el proceso de maduración se someten las células a impulsos eléctricos que les ayudan a contraerse como lo hacen los músculos, favoreciendo su fortalecimiento.
El resultado final es tejido muscular al que se le puede dar la forma que se desee: carne picada, filetes, salchichas… Todo vale.
La parte positiva de todo esto es que no hay que obtener una biopsia cada vez que se quiera fabricar carne cultivada en el laboratorio. Las células que se obtienen pueden ir dando lugar a más células, por lo que basta con guardar algunas muestras.
Este proceso se perfeccionado mucho, pero se ha ido un paso más allá al entrar en escena la impresión en 3D.
Se trata de una técnica que tiene muchísimas aplicaciones. Hay personas que se compran una impresora en 3D para fabricar figuritas en casa. También se pueden fabricar piezas para coches o dispositivos electrónicos. Pero, además, hay científicos que han logrado imprimir órganos y alimentos.
Las impresoras de carne utilizan dos tipos de biotinta, una de músculo y otra de grasa. Estas biotintas se obtienen como hemos visto con anterioridad: cultivando las células en el laboratorio.
Simplemente, luego se introducen las células en una impresora que las va colocando capa a capa, siguiendo una estructura determinada, para que el resultado final sea el más parecido posible al de la naturaleza.
De este modo, la empresa israelí mencionada anteriormente ha logrado fabricar filetes con nervios y otras estructuras que le aportan mucho realismo y textura.
No todo va a ser carne cultivada en el laboratorio
Si el objetivo en el futuro es obtener carne sin necesidad de animales, ¿no sería ideal hacer lo mismo con otros alimentos compuestos por proteína animal, como los huevos o la leche?
Sí que lo sería. Por eso, algunas compañías ya se han puesto manos a la obra, sobre todo en países como Estados Unidos. Allí se fundaron Clara Foods (ahora llamada EVERY Company) y Muufri, dos empresas especializadas en la obtención artificial de clara de huevo y leche, respectivamente.
En ambos casos, lo consiguen mediante la modificación genética de microorganismos para que produzcan proteínas de origen animal. Esto no es algo nuevo. De hecho, en la industria farmacéutica hace muchos años que se utiliza la bacteria E. coli para obtener insulina, por ejemplo.
En el caso de Clara Foods de momento no han obtenido huevos completos. Sin embargo, con la clara han podido preparar platos como merengue, tortitas o huevos revueltos. Es totalmente funcional.
En cuanto a Muufri, han conseguido obtener seis tipos distintos de proteínas que se encuentran en la leche. Dado que este alimentos contiene un 87 % de agua, para fabricarlo basta con mezclar esas proteínas con agua y algunos ácidos grasos para dar textura y sabor. El resultado es muy similar al de la leche convencional.
Puede que el menú del futuro sea este. Primero, segundo y postre con apariencia, sabores y texturas similares a cualquier plato que hayamos comido en el pasado, pero sin que ningún animal haya sufrido en el proceso. Y tampoco sin la necesidad de criar grandes cantidades de ganado en vastas áreas de terreno.
Eso es algo que no nos podemos permitir, por lo que más nos vale buscar alternativas. Lo que hemos visto parece sacado de una película de ficción, es cierto. Pero tiene toda la pinta de que el futuro sabrá a hamburguesa cultivada en un laboratorio.
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