03 February 2025
Hace poco más de un mes, en el preludio de la Navidad, el Ministerio de Agricultura dio a conocer el primer informe sobre Cuentas Económicas de la Agricultura (CEA) de 2024, más conocido como de Renta Agraria, que casi siempre, con un Gobierno de un signo político o del otro, ha suscitado controversia.
Desde que fueron presentados estos datos han sucedido muchas cosas ya. Hemos estrenado un nuevo año llegando al cuarto de siglo XXI; se ha estrenado también y hemos escuchado las primeras declaraciones e intenciones de la presidenta Ursula von der Leyen y de los nuevos comisarios de la Unión Europea para 2025 y siguientes.
Pero, sobre todo, se van conociendo, como se preveía, las amenazas, arancelarias o no, que guardaba en los bolsillos de su chaqueta Donald Trump, el repuesto presidente de Estados Unidos que ha entrado como un elefante en una cacharrería para gobernar el mundo-mundial y sobre el cual algunos creen que hay que tomar en serio, pero no (sus palabras o lo que dice) al pie de la letra. Veremos.
"Lo macro no tapa lo micro", no es una ocurrencia mía. Nos lo dijo (no sé si off the record o qué) nuestro optimista ministro de Agricultura, Luis Planas, en un encuentro informal con un grupo de periodistas del sector, que acudimos a la Biblioteca (así con mayúsculas) del antiguo Palacio de Fomento de Atocha para que nos contara, a su entender, los principales acontecimientos que nos está ya deparando y nos deparará el nuevo año en materia de política agraria, alimentaria y pesquera.
Y nos lo dijo para responder llanamente a los que consideran que no puede ser que, con lo que está cayendo, la macromagnitud de la Renta Agraria española del pasado año batiera varios récords: de valor bruto de la producción a precios corrientes; de Valor Añadido Bruto (VAB), de renta agraria a precios básicos; de renta agraria por ocupado a tiempo completo y año (UTA) a precios corrientes, y de renta agraria por UTA a precios reales o constantes.
No les voy a cansar con las cifras que conocemos de sobra. Y, además, ahí está para quien quiera consultarlo el propio informe de la primera estimación de las CEA de 2024 con sus anexos. Solo intentaré dar mi punto de vista personal, tras unos cuantos años enfrentándome a la tarea de tratar de explicar (más bien de desentrañar) desde la vertiente informativa (no académica, ni partidista, ni oficial) la estadística de renta agraria de nuestros agricultores y ganaderos.
Porque el informe sobre Renta Agraria es eso: solo un compendio de datos estadísticos. Y la Estadística es, según la Real Academia Española (RAE), “una rama de la Matemática que utiliza grandes conjuntos de datos numéricos para obtener inferencias basadas en el cálculo de probabilidades”. O, en otra acepción más cercana: “El estudio de los datos cuantitativos de la población, de los recursos naturales e industriales, del tráfico o de cualquier otra manifestación de las sociedades humanas”.
Lo real y la realidad
En suma, siendo real, no hay que confundir la estadística de la Renta Agraria con la realidad, que viene a ser la apreciación que tenemos cada cual sobre lo que sucede a nuestro alrededor, basada en nuestras propias sensaciones o en nuestro conocimiento.
Para entenderlo más fácilmente: la estadística es aquella ciencia que nos dice que si tenemos cuatro manzanas y dos personas para comérselas, a cada uno le tocan dos manzanas. Pero eso que estadísticamente es cierto, puede no ser real, ya que una de esas personas se puede comer tres y la otra solo una, o incluso las cuatro piezas y dejar al otro sin probar bocado.
Pues eso es también lo que sucede con la Renta Agraria. ¿Es cierta? Sí (metodología Eurostat). ¿Es real? pues depende. Para unos estará por debajo de su propia realidad, para otros (probablemente los más) muy por encima de lo que realmente les haya pasado.
Al contrario que en 2023, año que estuvo marcado por una fuerte sequía que redujo drásticamente los volúmenes de muchas producciones y por una recuperación de los precios unitarios de la mayor parte de estas (herbáceos de extensivo, frutas, aceite de oliva, ganadería…), en 2024 se dio la circunstancia contraria: una producción mayor que en el anterior ejercicio en cultivos extensivos y leñosos (cereales y oleaginosas, vino, aceite de oliva, frutas…), pero a la vez con un descenso de precios unitarios que no fue suficiente para impedir (estadísticamente) la mejora de su valor, sobre todo en las producciones vegetales.
¿Fue suficiente esto para que se lograra otro récord anual de Renta Agraria? No. Para ello se tuvo que producir también un descenso de lo que se gastó con respecto a 2023 en inputs o medios de producción y servicios (insumos o consumos intermedios).
Menores costes
Basta señalar que los costes de producción en términos macro descendieron, pero reconocer también que todavía están por encima de los de antes del inicio de la guerra de Putin en Ucrania (a finales de febrero de 2022), que disparó en primer lugar los precios mundiales de la energía (gas natural y petróleo) y, por ende, de algunos inputs básicos para la actividad del sector agrario como los fertilizantes, el gasóleo o la electricidad.
Si metemos todo este mix de datos (mejora de la producción, moderado descenso de precios de los productos y menores gasto en insumos, además de la contribución de las distintas subvenciones) en la coctelera estadística, el resultado final de la mezcla (provisional en primera estimación) es el récord de la Renta Agraria a precios básicos de nuestro país en 2024, marcando un máximo histórico de 37.759,2 millones de euros, con un apreciable incremento del 14,2 % y de 4.691 millones con respecto al ejercicio anterior.
Valor y precio
El factor más determinante de la renta agraria viene dado, como no podría ser de otra manera, por el valor de la producción agrícola y ganadera que, según la primera estimación, se elevó a un máximo histórico de 68.430 millones de euros, un 4,3 % y 2.818 millones más que en el año anterior, debido al incremento de las cantidades producidas (+10,6 %), frente a un descenso más moderado (-5,7 %) de los precios unitarios.
En concreto, la producción vegetal aumentó un 8,9 % y en casi 3.815 millones de euros a precios básicos en valor, hasta alcanzar los 38.831 millones, gracias a las mayores cosechas (+19 %), tras la fuerte sequía de 2023, compensando el descenso (-8 %) de los precios unitarios; mientras que la producción animal rebajó un 1,3 % y en 380,8 millones de euros su valor (tras registrar un importante aumento un año antes), hasta los 28.077,7 millones, tras mantener (+0,9 %) su producción y bajar ligeramente sus precios ligeramente.
Hay que destacar, porque se olvida muchas veces, que en el cómputo de ese valor bruto de la producción agraria se añaden las denominadas subvenciones a la producción, que ascendieron en 2024 a 891,3 millones de euros.
Para calcular luego el Valor Añadido Bruto (VAB), se resta al valor de la producción de la rama agraria, que incluye también el valor de la producción de servicios (+772,7 millones) y de otras producciones de actividades calificadas como secundarias no agrarias no separables de la agricultura, caso de la transformación leche, caza, … etc. (+749,5 millones), lo gastado en insumos (medios de producción y servicios).
La bajada de los piensos
Este último, el de los Consumos Intermedios, es otro de los factores clave que inciden de manera directa en el cálculo y evolución de la renta agraria. El pasado año su valor bajó un 9 % y en 2.679,1 millones, hasta quedar en 28.913,6 millones, tras haber alcanzado un récord de 33.687,5 millones en 2022 y moderarse ligeramente un año después, hasta los 31.592,7 millones. A esta cifra se llegó solo gracias a un descenso de los precios (-10 %), ya que las cantidades utilizadas aumentaron en un 2 %.
Dentro de los insumos fue determinante el descenso en valor del gasto de los piensos, que representan más de la mitad de los consumos (28.913,6 millones) y que bajaron un 18 % y en 3.276,7 millones de euros, tras recortar sus precios (-19,1 %) y subir ligeramente (+0,9 %) las cantidades consumidas.
También aportaron a la renta agraria los descensos en valor de la energía (-4,3 %), al descender (-5,8 %) los precios de los combustibles y la electricidad, y menos los de los productos fitosanitarios (-1,4 %), aunque manteniendo en ambos casos las cantidades consumidas.
En cambio, el mayor uso de fertilizantes y enmiendas (+12,3 %) por la previsión de mejora de las cosechas, restó valor a la renta agraria, elevando su valor un 13,6 %, pese a que sus precios subieron ligeramente (+1,2 %), al igual que semillas y plantones, con un aumento del 5,1 % de su valor por el aumento del precio (+5,6 %), pese a caer en cantidad (-0,4%), o de los gastos veterinarios (+3,2 % en valor, por un aumento de precios [+2,2%] y de la cantidad consumida [+0,9%]).
Por último, para llegar a la meta de la Renta Agraria, al VAB agrario se suman Otras Subvenciones (ayudas PAC, agroambientales, ICM… etc.) por importe de 5.636,4 millones y, por el contrario, se restan todos los gastos de Amortizaciones (6.915,8 millones), en niveles récord también, y de Otros Impuestos (IBI, tasas sobre maquinaria) por 478,2 millones.
Renta agraria por ocupado
Una vez calculada la Renta Agraria total, lo que acontece es repartir esta tarta entre todos los que trabajan en el sector agrario. Y esto se mide, según metodología UE, mediante la UTA (Unidad de Trabajo Año), que representa el trabajo realizado por una persona a tiempo completo en un año.
En 2024, el número de UTA en el agro (822.800) subió en 11.800 (+1,5 %), gracias a la mejora de las cosechas y de la actividad con respecto al año anterior, pero muy lejos ya de los 1.286.600 UTA de 1990, siendo 2008 el último año en que se superó el millón de unidades (1.012.400).
Al dividir la Renta Agraria total en términos corrientes entre el número UTA, lo que resulta es una cifra estadística (no lo olvidemos) de 45.890 euros por UTA, un récord tras repuntar un 12,6 % y en 5.117,5 euros a precios corrientes, mientras que a precios constantes o reales (estadísticos también en todo caso), el resultado es de 18.128 euros por UTA, también récord, un 9,2 % y 1.530,1 euros más, tras aplicar un deflactor del PIB sectorial, instrumento técnico-estadístico que mide la evolución de los precios (inflación) de bienes y servicios, y que aumentó un 3,05 % en 2024 hasta los 253,1 puntos porcentuales (base 1990 =100).
¿Renta agraria irreal?
A partir de aquí vienen las críticas de algunas organizaciones representativas del sector agrario, porque visto así, con la frialdad de una estadística que no tiene ni alma, ni corazón, parece que la rentabilidad del sector agrario va viento en popa a toda vela y que las muchas quejas no tienen razón de ser.
Es lo que dijo recientemente el secretario general de COAG, Miguel Padilla, al señalar que “si los datos fueran positivos no estaríamos saliendo a la calle como el pasado 16 de diciembre ante el Ministerio o en los primeros meses de 2024”, añadiendo que “la renta no deja de ser un dato macroeconómico y desde nuestro punto de vista no refleja la realidad de lo que son las explotaciones profesionales”.
Para esta organización agraria, que hace bandera de lo que denomina “el proceso de 'uberización' del sector agrario” (la entrada de grandes fondos de inversión de capital riesgo especulativos en la compra de tierras, de los cuales hay ya 900 que poseen fincas valoradas en más de 100.000 millones de euros), citando, añade, datos del propio MAPA, un 6,6 % de grandes empresas agrarias (lo que incluye también cooperativas o entidades jurídicas asociativas similares) acaparan ya el 42 % del valor de la producción que se genera en nuestros campos, mientras que el 93,4 % restante son pequeños y medianos agricultores.
En respuesta, según recientes declaraciones del ministro de Agricultura, Luis Planas, al diario El País, este señaló que “los datos [de Renta Agraria de 2024] hablan de una tendencia positiva. Hay quien dice que es gracias a las grandes personas jurídicas, pero detrás hay miles de agricultores y ganaderos que hacen subir esa renta”.
No seré yo, de cualquier forma, el que se meta en este charco estadístico para estar de acuerdo o rebatir las opiniones de unos o de otros. Probablemente, como sucede casi siempre, ambos tengan parte de razón, pero no toda la razón.
Lo macro no tapa lo micro, que es la realidad particular que vive, disfruta o sufre cada cual en su propio entorno… y tampoco tiene por qué hacerlo.