28 November 2022
El clima es un factor fundamental en el viñedo, que condiciona no solo la producción, sino también la calidad y la tipicidad del mosto y del vino obtenidos, a través de su incidencia en los distintos procesos fisiológicos de la vid, los cuales se están viendo alterados por cambios en el régimen de temperaturas, pluviometría y radiación que el proceso de cambio climático está originando.
Además, el aumento en la frecuencia de tormentas torrenciales asociadas a este fenómeno, afecta enormemente al suelo del viñedo, originando serios problemas de pérdidas del mismo por erosión.
El proyecto VITISAD
En este contexto, cinco socios, tres españoles y dos franceses, se unieron con el propósito común de emprender una evolución hacia prácticas vitícolas más sostenibles, capaces de preservar y mejorar los recursos que disponemos, buscando a la vez mecanismos para enfrentarnos y adaptarnos a este escenario de cambio climático.
Es aquí donde nació el proyecto VITISAD, aprobado en octubre de 2019 por el Comité del Programa Europeo Interreg V-A España-Francia-Andorra (POCTEFA 2014-2020) y que ha desarrollado su actividad hasta mayo de 2022.
VITISAD, un acrónimo que funde español y francés para focalizar la sostenibilidad (durabilité) de la viticultura en un marco de adaptación al cambio climático, se ha planteado en un ámbito de cooperación transfronteriza que ha otorgado un valor añadido al proyecto, de tal manera que muchos de los resultados que se han obtenido en una región se han podido trasladar al resto de regiones, permitiendo además comprender mejor el fenómeno ambiental a través de la gradación climática existente entre las distintas zonas vitícolas estudiadas.
De este modo, el proyecto ha integrado al Instituto Vasco de Investigación y Desarrollo Agrario (NEIKER), a la Chambre d'Agriculture des Pyrénées-Atlantiques (CDA), al Institut Français de la Vigne et du Vin (IFV), a la Dirección General de Desarrollo Rural, Agricultura y Ganadería del Gobierno de Navarra y al Instituto de Ciencias de la Vid y del Vino (ICVV) de La Rioja.
Sabiendo que la adaptación del viñedo al cambio climático no pasa por una única solución, en VITISAD se pusieron en marcha distintas líneas de ensayo
Todas las estrategias llevadas a cabo tuvieron una premisa común: debían ser alternativas orientadas a mantener a los viticultores en su entorno rural, sin tener que recurrir al traslado a otras latitudes o altitudes donde la vid pudiera encontrar una posible aclimatación a esta nueva situación ambiental.
Asimismo, las prácticas vitícolas planteadas tenían el objetivo de tratar de mantener la calidad de la uva y del vino, bajo las condiciones de cambio climático, evitando los riesgos ambientales que pudieran originarse por esta causa.
Figura 2. Ensayo de cubierta florícola con Bodegas Bilbaínas (Haro, La Rioja).
Para el desarrollo de estas prácticas, los investigadores han ido de la mano con viticultores y bodegas, puesto que unidos ellos y contando con su experiencia, visión e inquietudes con relación a los problemas a los que actualmente se enfrentan en sus viñedos, se podían alcanzar con mayor éxito soluciones eficaces para el sector.
De un modo práctico, este enfoque se ha realizado, por un lado, con parcelas en las que se ha llevado a cabo una labor de investigación mediante distintos ensayos agronómicos y, por otro lado, con parcelas piloto de los propios viticultores y bodegas en las que, desde el asesoramiento y apoyo de los socios de VITISAD, se ha tratado de dar respuesta a problemas o propuestas concretas que ellos querían resolver o abordar, fomentando además la creación de espacios de encuentro e intercambio de conocimiento y experiencias que ha permitido, en gran medida, tender puentes de conexión entre la actividad científico-investigadora y las demandas del sector, haciendo además partícipes, a las Administraciones públicas y a los organismos reguladores competentes, de los avances y resultados alcanzados para su consideración en las políticas y planes de desarrollo rural.
Las parcelas experimentales mencionadas se han situado en diversas regiones vitivinícolas de España y Francia como la D.O.Ca. Rioja, la D.O. Navarra, la D.O. Bizkaiko Txakolina, la A.O.P. Jurançon, la A.O.P. Madiran-Pacherenc-du-vic-bilh y la A.O.P. Fronton.
En este contexto, el proyecto VITISAD ha diversificado su trabajo en siete líneas distintas que a continuación se detallan.
Prácticas de eficiencia en la utilización y manejo del riego
El agua es un recurso fundamental y escaso que debe gestionarse con moderación y eficiencia, y más aún en condiciones de cambio climático.
En este contexto, se han planteado experiencias orientadas hacia el manejo y la monitorización del riego de la vid para la obtención de una producción acorde a los requerimientos del mercado, tanto a nivel cualitativo como cuantitativo.
No solo se ha tratado de ahorrar agua, sino de suministrar la que la planta necesitaba en cada momento de su ciclo vegetativo. Para ello, se han adoptado diferentes sistemas eficientes de riego, analizando especialmente el riego por goteo subterráneo, utilizando estrategias novedosas de aplicación del riego en función de la dinámica de maduración de la uva y empleando indicadores del estado hídrico de la planta, como el potencial hídrico foliar, que aportan rigor y precisión a las técnicas de riego en viñedo que, con frecuencia, son practicadas por los viticultores con criterios poco consistentes.
Figura 3. Ensayo de cubierta vegetal y riego (Rodezno, La Rioja).
Los resultados obtenidos han permitido mejorar la eficacia de los recursos hídricos, adaptar el agua aplicada a las necesidades de la planta y equilibrar la calidad y cantidad de las cosechas. Además, han supuesto un valor añadido para los viticultores de regiones del suroeste de Francia en las que, en un principio, no se regaba el viñedo, pero en donde ahora se abre esta posibilidad ante las variaciones en el régimen de lluvias que está ocasionando el cambio climático.
Prácticas de mantenimiento del suelo con cubierta vegetal
La gestión del suelo con cubierta vegetal es una práctica habitual en los viñedos franceses y de la cornisa cantábrica española. Sin embargo, en la mayor parte de zonas vitícolas de España, más áridas que las anteriores, el suelo se labra para evitar la competencia de otras plantas por el agua.
A pesar de ello, en los últimos años se está generalizando el uso de cubiertas vegetales, principalmente de carácter temporal, con el objeto de mejorar ciertos aspectos agronómicos y ecológicos del viñedo.
Frente al cambio climático, y al aumento de lluvias torrenciales asociadas al mismo, la cubierta vegetal es una herramienta eficaz de protección del suelo contra la erosión y la escorrentía.
Además, hay que destacar la capacidad de la cubierta para reducir el efecto invernadero a través de su capacidad como sumidero para fijar CO2 atmosférico.
Por otra parte, un buen manejo de la cubierta vegetal puede contribuir no solo a favorecer la calidad y protección del suelo, sino también a equilibrar las partes vegetativa y productiva de la cepa, con el correspondiente efecto positivo en la calidad de la uva.
Desde VITISAD se ha mantenido una apuesta decidida por el empleo de cubiertas vegetales, que se ha concretado en numerosas experiencias planteadas, con objetivos diversos: protección contra la erosión, mejora de la calidad del suelo, control del rendimiento y del vigor de la cepa, fomento de la biodiversidad, alternativa sostenible a la utilización de herbicidas en la línea de plantación, fomento de fauna auxiliar y enemigos naturales de las plagas del viñedo e incremento del valor paisajístico. Para ello, se ha puesto en marcha una red de parcelas experimentales, muchas de ellas en colaboración con bodegas y viticultores, ensayando con diversos tipos de cubierta vegetal.
Figura 4. Ensayo de cubierta florícola con Bodegas Torre de Oña (Laguardia, Álava).
Los resultados obtenidos han permitido proponer distintas especies o modelos de cubierta que pueden resultar muy interesantes para las regiones vitícolas estudiadas y, principalmente, se han establecido pautas de gestión útiles de estas cubiertas con el objeto de minimizar el impacto sobre la cepa y optimizar la calidad del vino.
Empleo de material vegetal adaptado al cambio climático
La mayor parte del cultivo mundial de la vid se realiza con unas pocas variedades y están desapareciendo biotipos que podrían ser de interés ante desafíos como la aparición de nuevas condiciones climáticas o de cultivo.
En este sentido, una de las amenazas que más preocupa es el progresivo acortamiento del ciclo de la vid, ocasionado por efecto de las elevadas temperaturas asociadas al cambio climático, que tiende a desajustar la madurez la madurez tecnológica respecto a la madurez fenólica, con la consiguiente repercusión en la decisión adecuada del momento de vendimia y en la correspondiente calidad del vino.
En este contexto, uno de los objetivos de VITISAD se ha centrado en la búsqueda, estudio y recuperación de cepas singulares, variedades antiguas o casi perdidas y clones de variedades tradicionales que aportasen mejoras cualitativas en aspectos tales como la acidez, el color o las características organolépticas del mosto y del vino.
En gran parte de este material se han obtenido resultados prometedores para afrontar el cambio climático y para preservar parte del patrimonio vitícola del norte de España y del sur de Francia.
Aplicación de fertilizantes orgánicos
La aportación de fertilizantes orgánicos constituye una forma de aumentar el contenido de carbono en el suelo, evitando que este elemento sea emitido a la atmósfera en forma de dióxido de carbono, un gas con efecto invernadero.
En VITISAD se han llevado a cabo planes novedosos de fertilización y fertirrigación orgánicas en un marco de economía circular, aprovechando subproductos procedentes de la ganadería. Se ha pretendido mantener y fomentar la fertilidad de los suelos del viñedo, tratando de aumentar la materia orgánica en los mismos y reduciendo especialmente las cantidades de nitrógeno mineral a aplicar.
Figura 5. Fertirrigación orgánica (Olite, Navarra).
Los resultados obtenidos han permitido, entre otros aspectos, alargar el ciclo de cultivo, logrando así una maduración equilibrada de la uva.
Reducción de pases de maquinaria
Resulta necesario disminuir, en la medida de lo posible, las emisiones procedentes de los combustibles fósiles consumidos por la maquinaria agrícola, además de rentabilizar la explotación vitícola mediante prácticas que logren un ahorro energético y económico.
Con este fin, desde VITISAD se han impulsado prácticas que minimizan el empleo y la frecuencia de uso de ciertas prácticas habituales en el viñedo relacionadas con el laboreo, la gestión de la vegetación espontánea y el manejo de los restos de poda, permitiendo alcanzar una viticultura más sostenible.
Prácticas de poda en distintas fechas
La poda es la labor principal para controlar y equilibrar la carga productiva y el vigor de la cepa. A pesar de que el viticultor dispone de un margen amplio de tiempo para realizar esta práctica, el momento en que se efectúa puede tener una incidencia considerable sobre el desarrollo del ciclo de la vid.
Por este motivo, en VITISAD se han analizado los posibles efectos que una poda tardía podría tener sobre el alargamiento del mismo y sobre la brotación. En este sentido, los objetivos se centrarían, en el primer caso, en adaptar mejor el proceso de maduración de la uva a las nuevas condiciones de cambio climático y, en el segundo, en evitar el periodo de heladas primaverales.
Los resultados alcanzados han mostrado cómo las podas tardías, entre los meses de marzo y abril, han conseguido retrasar la brotación y el momento de vendimia, favoreciendo una maduración más equilibrada.
Técnicas para disminuir la temperatura del racimo de uva
El aumento de la temperatura del racimo, agravado por el cambio climático, causa un adelanto de la maduración tecnológica de la uva e incluso, en ciertos casos, problemas posteriores de fermentación en la elaboración de la vendimia. Esto puede acarrear consecuencias negativas de cara a la calidad del mosto y del vino, con riesgos asociados principalmente a pérdidas de acidez pudiendo, en casos extremos, llegar a episodios de desecación o pasificación de las uvas.
Además, hay que considerar que los racimos son muy sensibles a las temperaturas elevadas (pueden alcanzar una temperatura de 15 °C superior a la del aire por su falta de transpiración), por lo que conviene encontrar alternativas de prevención frente a una exposición excesiva.
En VITISAD, se ha experimentado con redes protectoras anti rayos UVA para preservar a los racimos de las temperaturas elevadas en verano, ensayando paralelamente con distintas orientaciones de colocación y distintas anchuras de cobertura. A través de mediciones de la temperatura en la vegetación y en el racimo, se ha evaluado el efecto protector de cada tipo de pantalla, valorando también su incidencia en la producción y en las propiedades enológicas y sensoriales del vino.
Figura 6. Malla de sombreado para reducir la temperatura del racimo (Cenicero, La Rioja).
Los ensayos realizados, han mostrado la capacidad de las redes para reducir significativamente la temperatura del racimo. Asimismo, se ha logrado evitar, en gran medida, los daños directos por sol en variedades sensibles como Graciano. Los vinos procedentes de estas parcelas, en general, han mostrado aspectos positivos en cuanto a acidez, graduación y valoración sensorial.
El proyecto continúa
Por último, indicar que, aunque VITISAD finalizó oficialmente su actividad el 31 de mayo de este año, se continúa trabajando en la tarea que consideramos más importante, que no es otra que la de divulgar y trasferir el conocimiento y experiencias adquiridas.
Con este propósito, la web del proyecto (www.vitisad.eu) se mantendrá activa y renovada al menos hasta 2027. En ella se puede encontrar y descargar, entre otros documentos, la Guía ‘Prácticas vitícolas y adaptación al cambio climático’ que constituye la principal aportación publicada sobre los trabajos desarrollados.