17 June 2021
Cuando éramos más analógicos, las actividades tenían un carácter más manual y artesano y nuestras relaciones profesionales y humanas se limitaban al entorno geográfico más próximo, ya se podían observar diferencias significativas en las decisiones que se tomaban y en las consecuencias económicas de las mismas en función de la información de la que cada uno disponía.
Los agricultores más meticulosos y observadores, que analizaban el diferente comportamiento de sus cultivos en función de los insumos que le aportaban, de la fecha de la plantación y de las condiciones climatológicas, solían ser los que al final conseguían siempre unas plantas o unos animales más vitales y productivos.
Los que viajaban o leían y se interesaban por las nuevas especies o variedades o las nuevas formas de manejo de los cultivos o del ganado, o de las nuevas máquinas que ayudaban a ser más eficientes y productivos, que estaban prosperando en otras regiones, eran capaces de estar a la vanguardia y conseguían hacer lo que nadie en su entorno imaginaba, con la mejora significativa en los ingresos que obtenía.
Y los que conocían las tendencias que empezaban a aparecer en los mercados, y los diversos canales para poder llevar los productos desde las explotaciones agrarias hasta los consumidores, alcanzaban un mayor precio por sus materias y producían aquello que tenía una mayor demanda.
De la libreta al big data
En aquellas circunstancias la información generaba poder y el poder facilitaba la información, generando un círculo en el que la riqueza se distribuía de manera asimétrica.
Esa información que marcaba las diferencias era relativamente modesta y podía ser gestionada por una persona gracias a sus capacidades mentales, al uso de las anotaciones y a que tuviera un sistema de recolección, almacenamiento y explotación basado en un grupo de personas más o menos numeroso que aplicase unas normas básicas de contabilidad.
Con el paso del tiempo las tecnologías han evolucionado, los mercados se han globalizado y las explotaciones y las empresas han crecido, siendo ahora muchos menos los operadores que actúan a lo largo de la cadena agroalimentaria. Pero un factor sigue teniendo una importancia estratégica sobre la rentabilidad de las empresas: la disponibilidad de información de calidad que nos permita mejorar las decisiones que adoptamos.
Cuando utilizamos en la actualidad términos como las tecnologías de la información, la gestión masiva de datos y la inteligencia artificial estamos prácticamente utilizando los mismos principios y las mismas bases que se empleaban hace unas pocas décadas. La única diferencia estriba en que la cantidad de información disponible no puede ser procesada de manera eficaz por una persona o un número reducido que utilice sistemas manuales de cálculo.
Saber para decidir
Son tantas las variables que pueden influir sobre la producción, sobre los mercados y sobre las comunicaciones que se han ido desarrollando progresivamente nuevos aparatos (hardware) y sistemas de gestión (software) que permiten optimizar permanentemente las decisiones que adoptamos. Y pueden aprender de los resultados de dichas decisiones para que las probabilidades de éxito en la próxima intervención sean superiores a las anteriores.
Si descendemos a las principales decisiones que tiene que adoptar cualquier agricultor a lo largo de su ciclo productivo, nos encontramos con los siguientes momentos críticos:
- El primero es qué producir. Para ello es necesario tener la mayor información posible de los mercados y de los canales para poder llegar a ellos. Qué productos son los que tienen más demanda, cómo hay que producirlos, qué procesos de transformación o de manipulación hay que realizar y cuales son los agentes que los llevan a cabo, etc.
- El segundo es cómo producir. Las tecnologías evolucionan permanentemente y acceder a las especies, razas o variedades más productivas y/o resistentes puede suponer una importante ventaja competitiva. Igualmente podríamos decir sobre las infraestructuras o la maquinaria que nos permitirá ser más eficientes en todo el proceso y, por tanto, conseguir unos mayores rendimientos físicos y económicos.
- A continuación, hay que llevar a cabo todo el desarrollo del cultivo o de los animales adaptándonos a las cambiantes condiciones meteorológicas, que en el campo siempre tienen una elevada incidencia, y consiguiendo obtener los mayores rendimientos con el menor uso de insumos. En este apartado el controlar las plagas y enfermedades siempre será importante para reducir las pérdidas.
- Por último, tenemos que poner nuestros productos en los mercados. Utilizando los mejores canales disponibles y en el mejor momento.
Estos cuatro momentos se subdividen en muchos en una diversidad de acciones, algunas adoptadas de manera diaria y otras con periodicidades que pueden ser semanales, mensuales o anuales.
Hacia una agricultura inteligente
El creciente interés que la producción de alimentos tiene para muchos países y organizaciones empresariales está acelerando el desarrollo de herramientas que facilitan y perfeccionan todas las decisiones anteriormente relacionadas. Y son muchas las empresas que están trabajando de manera intensa y acelerada en generar las nuevas tecnologías que van a dirigir la producción de alimentos.
Entre estas empresas tenemos operadores tradicionales, tanto en el ámbito de los agroquímicos como de la maquinaria agrícola, pero cada vez son más las grandes tecnológicas, como IBM, Google, Microsoft o Amazon, que están interesadas por ser operadores relevantes en el mundo de la inteligencia artificial, la gestión masiva de datos y el machine learning (‘aprendizaje automático’) aplicados al sector agroalimentario.
Nos encontramos en un momento crítico, ya que todas estas tecnologías pueden suponer un cambio estructural en el sector, con una clara diferencia competitiva entre los usuarios de estas y los que se queden al margen
Dado que estos primeros desarrollos tienen un coste elevado, los primeros en implantarlas son los grandes operadores, tanto en el ámbito de la producción primaria con agricultores que cuentan con miles de hectáreas a su disposición, como de las industrias de transformación que facturan miles de millones de euros. En ambos casos cuentan con los recursos económicos necesarios para realizar fuertes inversiones y disponen de personas suficientemente cualificadas.
En España el modelo de producción sigue estando dominado por pequeños y medianos productores y las cooperativas e industrias alimentarias no suelen ser tampoco grandes corporaciones. Por este motivo, desde Cajamar Caja Rural creemos que la puesta en marcha de una plataforma que facilite la digitalización de todo el sector agroalimentario español es una forma de seguir contribuyendo a mejorar la rentabilidad y la sostenibilidad del mismo.
Nuestra comunidad
Para ello hemos puesto en marcha Plataforma Tierra, como un proyecto colaborativo en el que queremos compartir el conocimiento y que lo hemos estructurado en cinco grandes secciones:
La de mercados, para conocer cómo se están vendiendo los diferentes productos agrarios y cuáles son los principales flujos comerciales. Dentro de esta sección se realizan análisis que nos permiten detectar cambios a corto y medio plazo en el comportamiento de los mismos.
A través de un observatorio tecnológico iremos recogiendo los nuevos desarrollos que permiten optimizar las formas de producir, la mecanización y automatización, la mejora de las condiciones postcosecha, la innovación en alimentos y los procesos de economía circular aplicados en el sector.
Las publicaciones nos darán una imagen de los cambios estructurales. Tanto en el seno de los distintos sectores como en las relaciones entre los diferentes agentes de la cadena de valor.
Estamos potenciando la formación, tanto presencial como online, para mejorar las capacidades de las personas que desarrollan su actividad profesional en el sector agroalimentario. También pretendemos atraer talento y que los jóvenes vean un futuro prometedor en la producción, transformación y comercialización de alimentos.
Por último, estamos desarrollando una caja de herramientas, que de manera automatizada y permanente ofrezca a los agricultores el apoyo necesario sobre las mejores decisiones a adoptar en su explotación.
Somos conscientes de la heterogeneidad de los agentes que conforman el sector agroalimentario español. De que hay muchas explotaciones que están al borde de la supervivencia, de que muchos agricultores tienen una elevada edad media, que muchas cooperativas e industrias son meros proveedores de materia prima para otras industrias y que el coste de la adaptación a los cambios y a las nuevas tecnologías es elevado.
Por todo ello, porque sabemos que muchos jóvenes están dispuestos a dedicar su ilusión y su esfuerzo a crear nuevos proyectos en el ámbito agrario y porque confiamos que muchas industrias y cooperativas quieren renovarse para seguir generando riqueza en sus territorios, hemos creado Plataforma Tierra.
Para nosotros, Plataforma Tierra es una nueva forma de cooperar, en este caso compartiendo el conocimiento. Y como bien decía una colaboradora que nos ha ayudado a poner en marcha esta iniciativa, nos sentimos plenamente identificados con la filosofía Ubuntu, según la cual “el bien común es el bien propio”, y “si todos ganan, tú ganas”
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