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Tomás García AzcárateEconomista especializado en PAC y mercados agroalimentarios
9 min

Acerca de la propuesta de Reglamento sobre el uso sostenible de productos fitosanitarios

14 August 2023
Sostenibilidad
Nutrición y Salud
Cambio climático y sequía

14 August 2023

La propuesta de la Comisión Reglamento sobre el uso sostenible de productos fitosanitarios esta ahora mismo sobre las mesas de negociación en Bruselas. 

Plantea, entre sus principales objetivos, la reducción del uso de plaguicidas en un 50% y el uso de fertilizantes en un 20% antes de 2030, en línea con los objetivos anunciados por la Comisión Europea, recogidos en las Estrategia de la Granja a la Mesa. 

Conviene recordar que estos objetivos comprometen exclusivamente a la Comisión Von der Leyen, ya que se han fijado al nivel considerado como políticamente oportuno, sin ningún estudio de impacto, como corresponde a una “Estrategia”, es decir, un documento de carácter político y no vinculante. 

Unas cuantas obviedades 

Lo primero que conviene resaltar son unas obviedades, que desgraciadamente son útiles de recordar en el actual contexto político y negociador. Como los medicamentos para los humanos, el objetivo es de reducir el uso de los medicamentos para las plantas (los productos fitosanitarios) y para los animales (los productos veterinarios) es indiscutible. 

Como nos aclara el propio MITECO : "Los plaguicidas son imprescindibles para la producción agrícola, tanto bajo los sistemas convencionales de agricultura, como otros sistemas, como la integrada o la ecológica. Sin el uso de plaguicidas muchos cultivos no serían viables, o bien, los productos cosechados no podrían mantenerse almacenados.” 

Pero también prosigue explicando que: “El uso de plaguicidas es un riesgo sobre la salud humana y el medio ambiente ya que puede ocasionar efectos adversos no deseados. Para minimizar los riegos, es preciso implantar prácticas de uso sostenible de fitosanitarios; promover la gestión integrada de plagas; y utilizar técnicas alternativas a los fitosanitarios como el control con agentes no químicos.” 

Es verdad que existen Límites Máximos de residuos (LMRs) y que estos son una primera línea de garantía para los consumidores. Conviene aquí de nuevo recodar que estos LMRs están fijados ya a un nivel muy inferior a los limites marcados por la Organización Mundial de la Salud. 

No son límites de toxicidad sino el resultado que un buen agricultor puede conseguir en su cultivo si realiza correctamente su labor. 

Pero estos LMRs no son suficientes por el efecto “coctel”

En efecto, se puede evaluar individualmente el impacto de un producto fitosanitario, pero es imposible evaluar científicamente el efecto conyugado de distintas mezclas. 

Por esto, muchos supermercados han optado por exigir el respeto no de los LMR sino de un porcentaje de dichos LMR (por ejemplo; el 33%) y un número máximo de residuos presentes en el producto. 

También es cierto que el número de personas alérgicas detectadas está aumentando. Somos incapaces de evaluar en qué medida este aumento es debido a una mayor detección y atención al problema y/o a un aumento real de las sensibilidades, aunque parece razonable pensar que ambos fenómenos se están produciendo simultáneamente. 

La seguridad alimentaria 

Por lo tanto, la necesidad de reducir en toda la medida de lo posible el uso de los medicamentos (para los humanos, las plantas y los animales) debe ser indiscutible. 

De hecho, la propia Comisión ha explicado que, con respecto al período de referencia de 2015-2017, el consumo actual de pesticidas se había reducido en un 33%, un 6% desde el año 2020. 

¿Entonces, dónde está la polémica? Yo lo centraría en dos puntos:

  1. La relación con la seguridad alimentaria
  2. Y el nivel de exigencias con los productos importados

Francesc Reguant y Francisco José Castillo, en esta misma Plataforma Tierra abordan el primero de estos problemas. Se preguntaban:

“Si la Unión Europea sería capaz de producir suficientes alimentos para satisfacer la demanda de fibras y alimentos para su población”

Y Francesc insistía: 

“Este es el quid de la cuestión: avanzar en la sostenibilidad sin poner en riesgo la producción de alimentos suficientes, asequibles y desde estructuras productivas económica y socialmente viables. No es una tarea fácil.” 

La pregunta es legítima, aunque conviene, en nuestras sociedades desarrolladas, planteársela con prudencia y sin alarmismo. Si lo que está en juego son realmente las cosas del comer, si estuviéramos realmente ante el espectro del hambre y del desabastecimiento, habría que meterle mano también a los cultivos que no son indispensable para este objetivo, como son (entre otros) el viñedo, buena parte del olivar y los frutos secos y dedicar prioritariamente las tierras a producir alimentos para los humanos y no para la ganadería intensiva. 

Campo para cultivo de alimentos

La transición ecológica en general, la indispensable adaptación al (y mitigación del) cambio climático, requieren de la adhesión activa de todos los actores económicos y sociales. 

En particular, la transición agroecológica requiere la participación voluntaria de los agricultores y ganaderos, de los demás actores de la cadena alimentaria, como la industria alimentaria y la distribución comercial, y de los propios consumidores. 

La única que lo puede imponer, a golpe de catástrofes climáticas y de grandes dosis de sufrimiento, es la Madre Naturaleza

Estamos hablando, por lo tanto, de ritmos y de plazos, y de los cambios necesarios para hacer posible lo necesario. Como en todos los aspectos ligados a la sostenibilidad, parte de la respuesta nos está viniendo desde la investigación y la ciencia con, por ejemplo, nuevas variedades resistentes a más plagas y nuevos productos más selectivos y eficaces

Pero el progreso científico no puede por sí solo darnos todas las respuestas. Ya se están produciendo cambios en los modos de producción: 

  • Desde la producción agraria, una buena muestra de ello son, tanto los avances en la lucha integrada como el desarrollo de la agricultura ecológica, a las que se pueden sumar otras iniciativas como las de “residuos cero”. Lógicamente, el proceso está siendo más rápido en los productos que tienen directo acceso al consumidor y son más profesionalizados, como las frutas y hortalizas. 
     
  • Desde la industria alimentaria y la distribución, estamos viendo (entre otros) mejoras en la eficiencia energética, disminución de las perdidas de alimentos, desarrollo de la economía circular, cambios en las formulaciones de muchos alimentos y en su envasado. 
     
  • Incluso los consumidores estamos empezando, aunque con mucho retraso, a incorporar la sostenibilidad entre nuestras variables de comportamiento a la hora de comprar, almacenar en casa y consumir alimentos. 

Hay que convencer antes que imponer. Hay que promover y estimular comportamientos virtuosos antes que sancionar

Si, como se anuncia oficialmente, la transición ecológica es una prioridad, se debe reflejar en la orientación del gasto público actual (lo que ocurre por ejemplo con la nueva PAC que está empezando este año), en las prioridades de los nuevos gastos públicos que se deciden (como entre otros los fondos “Next Generation”) y en el comportamiento de los consumidores. 

Un producto digno ha de tener un precio digno. Esto nos lleva de lleno al segundo problema señalado, el de los productos importados. 

Los productos importados 

La unión europea no tiene hoy los medios de su política, ni presupuestaria ni legalmente. 

Estamos imponiendo hoy condiciones a nuestros productores que no podemos exigir a los productores de países terceros y los Estados miembros no quieren dar a la Unión Europea los medios presupuestarios necesarios para compensar este desnivel en las obligaciones. 

Algo se está avanzando en el campo de las condiciones que rigen en las importaciones. El mejor ejemplo de ello es el nuevo reglamento que exige a una serie de productos que no hayan contribuido a la deforestación. 

Es una decisión polémica, muy mal recibida por algunos importantes socios comerciales pero que está amparada por unos compromisos internacionales de lucha contra la deforestación. 

Algo se puede, y se debe avanzar, exigiendo a los productos importados el respeto a los mismos niveles de LMRs que los que se han impuesto a los productores comunitarios. No se debe minimizar ni la oposición de países terceros que juzgan que nuestras exigencias son excesivas, desproporcionadas y carentes de bases científicas, ni la resistencia (pasiva y activa) de potentes intereses comerciales. 

Me estoy refiriendo no solo a los importadores y a la actividad portuaria. La balanza comercial agroalimentaria europea es excedentaria y el riesgo de represalias comerciales, como las sufridas por la aceituna negra española, es real. 

Ayudaría mucho en este proceso que, a nivel internacional, se avanzara realmente hacia compromisos vinculantes entorno al concepto de “Una sola salud” (humana, animal y vegetal) y frente al cambio climático. 

También es posible incorporar cláusulas espejo en los tratados comerciales que firma la Unión Europea, tanto en los nuevos, como en los actualmente vigentes cuando se revisen. 

Al ser un acuerdo, el aumento de las exigencias de una de las partes tiene que ir de la mano de unas concesiones adicionales en otros apartados. A nadie se le puede escapar la dificultad y la lentitud de ambos ejercicios. 

Exigir a los productos importados el respeto a los mismos niveles de LMRs que los que se han impuesto a los productores comunitarios

Una transición inclusiva 

Como esta transición ha de ser inclusiva, y como hay franjas significativas de la población que no pueden fácilmente hacer frente a una cesta de la compra más cara, también hacen falta mecanismos de solidaridad social e intergeneracional que aseguren que no se queda nadie atrás. 

La transición inclusiva tiene un coste presupuestario. Es cierto que es mucho menor que el coste de hacer frente a la acumulación de catástrofes climáticas que nos esperan si seguimos por esta senda de mal llamado “desarrollo”, pero estas consecuencias no aparecen en ningún ejercicio presupuestario mientras que la financiación de la transición si figuraría. 

Cambio climático y sequía, campo con un arrollo seco
  • Hoy, no incorporar esta transición en el corazón mismo de las financiaciones (públicas y privadas) existentes
  • Hoy prometer rebajas sistemáticas de impuestos
  • Hoy no dotar al presupuesto comunitario de los fondos necesarios para que Europa pueda cumplir con sus obligaciones
  • Hoy no cuidar de los seguros agrarios
  • Hoy afirmar que no hace falta más presupuesto para la agricultura europea porque ya está la PAC como ha hecho recientemente el Vice-Presidente de la Comisión Europea Timmermans

Es en la práctica, dificultar (cuando no imposibilitar) la transición activa ecológica y agroecólogica.

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