17 July 2023
Como muchos de ustedes ya sabrán, he tenido la oportunidad de atender en primerísima fila los dos debates sobre las propuestas agrarias de las 4 principales formaciones políticas que se presentan a las elecciones del 23 de junio 2023, tanto la organizada por Eumedia y Agronegocios como la organizada por Qcom.es.
Me sorprendió agradablemente el apoyo que las 4 formaciones dieron al sistema de seguros agrarios, planteando por supuesto propuestas de mejora. Pero el portavoz de VOX mencionó incluso la posibilidad de hacer obligatorio la contratación de estos seguros.
El tema tiene miga y merece una reflexión. Uno de los problemas con los que se enfrentan todos los seguros es la ‘selección inversa’, es decir, que contrata seguro el que tiene más probabilidad de siniestro.
Para responder a ello, hay varios instrumentos posibles:
- Hacer el seguro obligatorio
- Subvencionarlo para hacerlo más atractivo
- O una combinación de los dos
La subvención se justifica porque la valoración individual de la probabilidad de un siniestro (que determina la propensión a pagar un seguro) es mucho menor que la probabilidad real. Nadie, cuando coge un coche, piensa, que va a tener un accidente.
La obligatoriedad se ha impuesto, sobre todo cuando el siniestro involucra a otras personas. Cada uno es libre de aceptar el nivel de riesgo que le parece conveniente, pero cuando hay víctimas ajenas, estas deben tener la garantía de que se les va a compensar. El más clásico de todos es el seguro del automóvil, donde el seguro a terceros es obligatorio, pero se le pueden sumar otros, como ahora el de los propietarios de los perros.
Nadie piensa que va a tener un accidente cuando coge el coche. La obligatoriedad se ha impuesto, sobre todo, cuando el siniestro involucra a terceros
Centrémonos en el caso de los seguros agrarios
En el caso de los seguros agrarios se ha optado por la segunda solución, la de la subvención.
En el marco legislativo europeo, hay hoy dos posibilidades de financiación pública:
- La tradicional (las ayudas de Estado, convenientemente autorizadas por la Comisión)
- O los fondos de desarrollo rural, esto de una manera mucha más reciente
España, pionera mundial en este tema (no olvidemos que son uno de los frutos de los Pactos de la Moncloa, con Jaime Lamo de ministro de Agricultura), se ha optado por la primera vía. Históricamente, era la única y hoy (con buen criterio a mi juicio) no se quiere sustraer fondos del desarrollo rural para financiarlos.
No soy jurista, pero algo he trabajado el tema en mi vida anterior, cuando me tocó supervisar primero las ‘Contribuciones Voluntarias Obligatorias’ en Francia y luego la extensión de reglas de las interprofesiones.
Salvo que esté amparado por una reglamentación comunitaria, con fines y controles específicos determinados en la legislación, tengo la intuición que un seguro obligatorio sería considerado como una tasa parafiscal y veo muy difícil la coexistencia simultánea, en una misma medida, de una tasa parafiscal y una ayuda de estado.
Me parece que, al no haber daño a terceros, perdemos la justificación normal para la obligatoriedad del seguro. Esta sería una innovación en este mundo, cuanto más sorprendente cuando, al mismo tiempo, los proponentes protestan contra la “montaña burocrática” bajo la cual se estarían asfixiando los agricultores.
Pero, además del escaso sentido político de la propuesta y de su falta de coherencia, técnicamente me parece extremadamente difícil de poner en práctica. Habría que analizar la situación cultivo por cultivo.
Si ya es difícil construir un sistema de seguros viable en algunas producciones, como lo demuestran los distintos niveles de suscripción, imaginemos lo que sería cubrir todas las agriculturas y todos los agricultores.
Pero incluso en el caso de un cultivo ‘clásico’ para el seguro, como son los cereales, la diversidad de nuestras agriculturas es tremenda.
Por ejemplo, ya hoy en día, muchos agricultores que hacen siembra directa y practican agricultura de conservación no se aseguran porque los rendimientos de referencia de su zona son mucho más bajos que los que obtienen.
La diversidad de nuestras agriculturas es tremenda
Me decía una buena amiga agricultora que este año, con la sequía que estamos sufriendo, es el primer año en el que les habría convenido suscribir el seguro, por primera vez en 20 años.
Si ya la obligatoriedad del seguro choca con la libertad del agricultor, no digamos si el seguro que tiene que suscribir está inadaptado a la realidad de su explotación.
En otros sectores, el mecanismo de estabilización de las rentas ha sido, al menos hasta ahora, las ayudas directas. Su importancia en sectores como el olivar explican en buena parte el bajo porcentaje de suscripción del seguro. ¿Vamos también en este caso a imponer un gasto suplementario, percibido como innecesario, a los agricultores en un momento en el que han sufrido una inflación de costes (y dos y pronto tres) años de escasa cosecha?
Debemos seguir mejorando el sistema de seguros agrarios
¿Quiere esto decir que no hay que trabajar para mejorar y actualizar el sistema español de seguros agrarios? La respuesta es evidentemente que no.
El seguro agrario tiene que seguir evolucionando y mejorando. No solo aparecen nuevos riesgos o nuevas necesidades, sino que la diversidad entre los propios agricultores está aumentando.
Como ya hemos mencionado, en una misma zona, la capacidad de resistencia a la sequía (y, por lo tanto, su probabilidad de siniestro) entre un agricultor “convencional” y otro en agricultura de conservación, es muy distinta.
Como ya hemos señalado en otro artículo sobre el tema, esta evolución debe seguir haciéndose en constante diálogo con los beneficiarios, clave para que lo inevitable sea aceptable, para que las nuevas necesidades se hagan visibles y para corregir las inevitables tensiones en una España tan variada como la que tenemos, con tantas agriculturas diferentes en el seno de su territorio.
¿Y tú, qué opinas al respecto? Comenta para que podamos entender y mejorar entre todos
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