03 March 2023
La vida te da muchas sorpresas, algunas muy buenas. En una de mis múltiples vidas paralelas, me he reencontrado con Pepe Corcuera, un camarada de juventud, de muchas batallas, casi todas perdidas, lo que me ha dado mucha alegría.
Me insistió mucho en que las reglas que se están elaborando, en el marco del Plan estratégico de la PAC, de los Eco-regímenes, de las nuevas reglamentaciones sobre bienestar animal y medioambiental, son demasiado generales y chocan de frente con las realidades del terreno.
En la misma línea, mi amigo Cesar Lumbreras recoge distintas críticas desde ASAJA-Córdoba que van en el mismo sentido.
No tengo capacidad de discernir, entrando en los detalles que se plantean, en que medidas responden a unas realidades, pero mi sentimiento, conociendo la calidad profesional de los que las emiten, es más bien favorable.
Todo ello viene aumentado porque estamos caminando en terreno desconocido, y minado, aplicando una nueva lógica en la que, al lado (esperemos) de algunos aciertos, tiene que haber inevitablemente errores y fallos.
El que camina se cae, tiene que volver a levantarse y corregir todo lo que haya que corregir.
Lo que aumenta mi confusión y ahora voy a intentar explicar por qué.
Por un lado, queda claro que el enfoque que podríamos llamar “general” chirría cuando se baja al terreno. Pero, por otro, el enfoque “local” tampoco está exento de problemas.
En Francia, un anterior gobierno socialista lanzó los contratos territoriales de Explotación. Convencidos que había que pegar al terreno, hicieron un ejercicio de democracia participativa. Cada contrato firmado entre el agricultor y la Administración contenía compromisos precisos adaptados a la realidad del terreno. Todo esto suena bien, pero llevó a la parálisis completa de la iniciativa.
La complejidad del proceso limitó primero la generalización de los contratos y luego llevó a la parálisis completa cuando llegó la hora de los controles del cumplimiento de los compromisos asumidos.
¿Cómo y dónde entonces encontrar el punto de equilibrio, inestable, por supuesto, entre simplificación y gestión administrativa y realidad sobre el terreno?
Las prisas no son buenas consejeras pero…
La nueva PAC tenía que entrar en vigor el 1 de enero del 2023. A pesar de un retraso de 2 años, nos ha vuelto a pillar el toro, y eso que España (dentro de lo que cabe) había hecho los deberes. Su Plan Estratégico ha sido de los primeros aprobados por la Comisión. Como referencia, los Países Bajos han tenido que esperar hasta mediados de diciembre del 2022.
Pero el diablo está en los detalles, como decíamos al principio.
Es verdad que ha habido un periodo de consulta pública y de negociación con los interlocutores sociales; es verdad también que la ley se ha debatido y aprobado en el Parlamento; es verdad, además, que desde el FEGA han hecho una loable labor de explicación con unas notas interpretativas que han cumplido su papel.
Por otro lado, a diferencia del “greening” de la PAC anterior en que las medidas a adoptar eran prácticamente comunes en toda Europa, esta vez los Eco-regímenes son nacionales, y, por lo tanto, más próximos a la realidad del terreno, con posibilidades además de adaptación a nivel autonómico.
Pues bien, a pesar de todo ello, muchos agricultores sienten desasosiego ante lo que perciben como un salto, si no al vacío, al menos muy grande. Por solo poner unos ejemplos de las inquietudes que se publicitan a la hora de escribir este artículo, me hablan del problema de la ganadería extensiva y las cubiertas vegetales en el olivar de montaña o del impacto de las flexibilidades aprobadas por las Comunidades autónomas en las siembras directas.
… Con estos mimbres tendremos que hacer el tiesto
Como dice la entradilla, las prisas no son buenas consejeras, pero hay que añadir que con estos mimbres tendremos que hacer el cesto. ¿Qué quiero decir con esto? Que este primer año, sobre todo, y seguramente también algún año siguiente, vamos a necesitar mucho sentido común.
Para los productores, el 2023 no puede ser un año perdido. En muchos casos, los Eco-regímenes exigen un periodo de aprendizaje. Aunque, como norma general, suele ser práctica que ya realizan buenos agricultores, ya que compatibilizan el interés medioambiental de la sociedad con el económico de la explotación, reclaman un cambio en las prácticas culturales habituales que tiene sus costes de transición.
Para la administración, a la hora de los controles se ha de tener en cuenta, por imperativo legal refrendado por la Corte de Justicia Europea, el desfase entre el momento en el que el agricultor ha tenido conocimiento detallado de las prácticas que ha de realizar y el momento de la toma de decisión de siembra.
Pero, independientemente de ello, la casuística puede llegar a ser muy variada. A veces, por ejemplo, se puede necesitar maquinaria que no está disponible.
La transición agroecológica no es una opción sino una necesidad. O nos adaptamos dinámicamente al cambio climático o sufriremos pasivamente sus consecuencias.
Todos los actores económicos, también los agricultores, deben participar de esta dinámica de adaptación y mitigación, como lo tienen que hacer los consumidores, los industriales, los distribuidores, los transportistas, los usuarios de jet privados o los organizadores de mundiales de futbol en medio del desierto, por solo poner algunos ejemplos.
Pero para que la transición sea exitosa, requiere de la adhesión voluntaria de sus actores. Por supuesto que tiene que haber controles y sanciones.
Se circula mejor cuando la Guardia Civil de Tráfico está presente y visible. Pero en estos momentos lo más importante es acompañar a los agricultores en este camino, con asesoramiento y con avisos informativos cuando aparece un problema.
Con un poco de sentido común de todos, y con menos tensiones políticas y periodísticas, estoy seguro de que este año 2023 va a ser un buen año de aprendizaje. Incluso, si la climatología nos acompaña, podremos esperar que sea un buen año agrícola y ganadero.
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