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28 September 2024
El pasado 18 de septiembre, la Red PAC celebró una interesante jornada sobre 'Digitalización y uso de datos en la agricultura', cuyo contenido íntegro está disponible para su consulta.
Durante la jornada tuve la oportunidad de compartir mi percepción sobre la importancia del uso de datos y la digitalización en el sector. Mi planteamiento fue tan sencillo como evidente, no descubro nada nuevo:
- Los datos y su análisis fortalecen al sector agroalimentario: son sus cimientos.
- Constituyen la base para su proyección a la sociedad: lo avalan y acreditan.
- Ante retos, amenazas y debilidades, permiten pasar de un estado de preocupación a uno de ocupación.
Desde hace unos años, Cajamar colabora con el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación en el Observatorio de la Digitalización del Sector Agroalimentario. A través de las diferentes encuestas, estudios y trabajos cada vez tenemos más información sobre el estado de la digitalización en el sector.
Recientemente se ha publicado un informe en el que recogemos la opinión de los profesionales del sector sobre la digitalización y, en particular, sobre compartir y utilizar datos. Los encuestados reconocen demandar datos, especialmente datos técnicos. Enfermedades, plagas, fertilización, consumo de piensos, son ámbitos citados por más de un 40 % del sector.
Aunque solo un 10 % de los encuestados rechaza compartir datos, lo cierto es que al sector le cuesta. A excepción de con los asesores, se siguen compartiendo pocos datos: menos de un 30 % de los encuestados los comparten con los proveedores de tecnología o con sus cooperativas y un 20 % no los comparte con nadie.
Es necesario seguir trabajando en vez esta contradicción “sé que necesito datos, pero no los comparto”; y todas las iniciativas relacionadas con el retorno de información como contrapartida al dato, de benchmarking, parecen especialmente necesarias.
Aprovechando que en la jornada se conmemoraban los 20 años de vida de las Redes TECO en España, me permití una mirada a esas dos décadas y destacar algún ejemplo de cómo los datos le han cambiado la vida al sector.
Hace veinte años no sabíamos que el sector era estratégico para nuestra economía, desconocíamos su peso real, no lo habíamos llegado a cuantificar. Se hizo a partir de la crisis económica de 2008 y siguientes, mediante la medición de la aportación en producción y empleo del conjunto del sistema agroalimentario, no solo del sector primario como se venía conociendo.
Y descubrimos un valor más elevado del esperado, en torno al 10 % del VAB y del 14 % del empleo (según años y subsectores considerados), que hace al sector solo comparable con el turístico, con el que comparte la característica de ser los dos grandes sectores en los que España presenta una productividad superior a nuestro entorno económico.
Contribución del Sistema Agroalimentario (SAA) al Valor Añadido Bruto (VAB) de España
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En esos mismos años en que la crisis financiera dificultó al máximo el acceso al crédito, fueron los datos los que permitieron al sector mostrarse como un sector no sobreendeudado (no había participado de la burbuja previa), que mantenía una tasa de morosidad significativamente más baja que el resto de la economía.
Los datos y su análisis generaron un conocimiento que se extendió; las entidades de crédito reaccionaron potenciando secciones agro, cambiando calificaciones y en los años siguientes el sector no fue tan penalizado como el resto de actividades.
Evolución del crédito concedido (arriba) y de la tasa de crédito dudoso (abajo) en el sector agrario, industria agroalimentaria y total de actividades productivas
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Los datos también nos permiten mostrar a la sociedad el incremento en la eficiencia de la utilización del agua en la agricultura en lo que va de siglo. Se produce un 35 % más en valor económico con un consumo un 13 % inferior, lo que combinado implica una mejora en la eficiencia económica del uso del agua de más de un 50 %.
Como se analiza en Regadío y seguridad alimentaria. La situación en España (Cajamar, 2024), la modernización de sistemas de riego, mejoras en las técnicas de riego y cambios en el mix de cultivos han permitido que hoy reguemos más superficie con menos agua.
Los avances deben continuar en un contexto de cambio climático, pero deben apoyarse en información y datos de calidad: necesitamos medir la utilización de agua en m3 y en hm3, y no a través de una aproximación inexacta como son los millones de hectáreas de regadío.
Contar con buena información y poder analizarla a nivel de explotación, para comparar, para analizar eficiencias, sinergias, objetivos en conflicto, para identificar en qué sectores, ámbitos geográficos o tipología de explotaciones una variable evoluciona especialmente bien o mal es imprescindible.
Ha sido una clave para la reducción del uso de antibióticos en la ganadería española, debe serlo para consolidar el descenso en el uso de fitosanitarios ponderado por su riesgo, y deberá serlo para mejorar en la optimización de la fertilización, donde los balances nos indican el campo de mejora que aún existe.
Los datos nos permiten pasar de la preocupación cuando observamos una variable que no evoluciona adecuadamente, como el índice de aves ligadas a hábitats agrarios, a la ocupación cuando sabemos dónde dirigir o priorizar las acciones para acometer el problema.
Ocuparnos también cuando observamos que, si bien es cierto que nuestro comercio exterior agroalimentario no deja de crecer en términos económicos, es muy negativo en términos de volumen. Ese dato habla positivamente de la capacidad de añadir valor de nuestro sistema agroalimentario, que importa commodities y exporta productos de mayor valor o transformados.
Pero es un dato que también nos debe ocupar en un contexto geopolítico complejo, y favorecer que prestemos más atención a garantizar el suministro de materias primas a nuestras cadenas, incluyendo una mayor atención a la producción propia en Europa (Autonomía Estratégica Abierta).
Evolución del saldo del comercio exterior agroalimentario de España en volumen
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Mirando al futuro, necesitamos mucha más información, especialmente información desagregada, a nivel de explotación, de las variables ambientales. No podemos seguir discutiendo en ase a juicios de valor en materias como la agricultura de conservación y el uso del glifosato, por poner un ejemplo.
Necesitamos medir, identificar cuándo se producen sinergias entre las variables económicas y las ambientales y cuando hay trade-offs. Necesitamos identificar los casos de éxito para escalarlos conociendo las causas que los explican. Necesitamos en materia medioambiental algo que ya hicimos en la económica hace muchos años: casar la macro con la micro.
Sin duda, la conversión de la Red Contable Agraria (RECAN) en la Red de Datos de Sostenibilidad de las Explotaciones Agrarias (FSDN) será un proyecto que arrojará la luz para la actuación que ahora nos falta cuando solo tenemos datos agregados.
El segundo gran ámbito en el que considero que necesitamos muchos más datos de calidad es el social. Necesitamos presentar más atención a la distribución de los datos: aquí tenemos la información, pero no nos debemos quedar en el análisis de sus valores medios. Hoy sabemos que nuestra agricultura cada vez es más dual, como nos recuerda Francesc Reguant, con estructuras tan heterogéneas como las que hemos aprendido del libro Una agricultura sin agricultores. Debemos prestar más atención a ello, los datos están ahí.
Y necesitamos más datos sobre los trabajadores del sector. Nuestra agricultura es la agricultura europea con mayor presencia de asalariados sobre el total de mano de obra. La falta de personal es posiblemente la gran preocupación actual del sector y uno de los grandes drivers para la innovación, automatización, robotización.
Necesitamos más información de los trabajadores: cómo están, qué salarios tienen, qué formación, qué nos hace captar y retener talento y qué nos hace perderlo.
Estamos en estado de preocupación. Necesitamos luz para pasar a la ocupación.
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