21 October 2023
Cierra los ojos e imagina el último atardecer que te dejó sin palabras. Ese momento efímero cuando el día se despide y el cielo se convierte en una paleta de colores que desafía toda descripción.
Ahora, imagina que cada tono de ese ocaso es un tomate, listo para ser cosechado, consumido o, lamentablemente, desperdiciado. Es en este final aparente, donde nace un nuevo amanecer: la revolución contra el desperdicio.
Nuestro tomate, que inició su viaje en la alborada de la descarbonización y cruzó mares de mercado y seguridad alimentaria, ahora se enfrenta al acto final de su travesía: el consumo.
Nuestro tomate, que inició su viaje en la alborada de la descarbonización y cruzó mares de mercado y seguridad alimentaria, ahora se enfrenta al acto final de su travesía: el consumo
Pero ¿será este un final feliz o un epitafio en una pila de desperdicio alimentario?
El dato es alarmante: un tercio de todos los alimentos producidos para el consumo humano se pierde o se desperdicia.
A escala europea, la estrategia ‘De la Granja a la Mesa’ busca abordar este despilfarro en una lucha contra el tiempo, donde cada tomate desechado no es solo una pérdida económica, sino un acto de negligencia hacia nuestro planeta y hacia quienes sufren de inseguridad alimentaria.
En esta etapa de nuestro viaje, te invito a reflexionar sobre cómo nuestras decisiones de consumo se convierten en los pinceles que dibujan el ocaso de nuestra era o el amanecer de una nueva.
Tenemos el poder, tanto individual como colectivamente, de convertir el acto de comer en un acto de conservación, de transformación y, en última instancia, de regeneración.
Así, mientras el sol se pone sobre el campo de tomates que hemos cultivado juntos, es imperativo que consideremos cómo enfrentar este desafío con la misma seriedad que lo haríamos al timonear un barco en aguas tempestuosas o al sembrar semillas en tierra incierta.
Acompáñame en este último capítulo de la epopeya del tomate, donde cada elección en el carrito de la compra es un voto para el tipo de mundo que queremos ver al amanecer.
SECCIÓN 1: EL OCASO – EL RETO DEL DESPERDICIO
Si el sol es el reloj de la naturaleza, al llegar el ocaso se cierra un ciclo, no solo para los seres humanos sino también para nuestro tomate, que se enfrenta al último gran obstáculo de su viaje: el desperdicio.
Este tema, aunque se aborda en el anochecer de nuestro relato, es en realidad una cuestión que resplandece con la urgencia del mediodía.
Según la FAO, aproximadamente un tercio de los alimentos producidos para el consumo humano se desperdicia. Piénsese en ello como un campo de tomates donde un tercio de los frutos cultivados con esfuerzo y amor nunca llegan a una mesa, sino que terminan pudriéndose en vertederos.
El costo es asombroso, y no solo en términos económicos; estamos hablando de un impacto ambiental severo. Este desperdicio equivale a un 8-10 % de las emisiones globales de gases de efecto invernadero.
Aproximadamente un tercio de los alimentos producidos en el planeta se desperdicia, lo que equivale a un 8-10 % de las emisiones globales de gases de efecto invernadero
Dentro de la Unión Europea, la estrategia ‘De la Granja a la Mesa’ se encuentra en la vanguardia de la lucha contra el desperdicio alimentario, estableciendo ambiciosos objetivos para reducirlo a la mitad para el 2030.
En España, el Plan Nacional Integrado de Energía y Clima 2021-2030 también apunta a esta dirección, aunque las implementaciones a nivel local varían considerablemente.
Es aquí donde nuestro tomate nos vuelve a dar una lección. En el mundo ideal, cada tomate cultivado tendría un destino que contribuya al bienestar humano y planetario.
Imaginemos sistemas de distribución que llevan los tomates ‘feos’ o ‘imperfectos’ a procesadoras para su transformación en salsas o purés, en lugar de dejarlos pudrir en el campo. Visualicemos políticas que incentivan a los agricultores a donar los excedentes a bancos de alimentos mediante incentivos fiscales.
No solo debemos modificar políticas y sistemas, sino también nuestra relación emocional y cultural con los alimentos. ¿Por qué se descarta un tomate simplemente porque no cumple con los estándares estéticos del supermercado?
El tomate ‘imperfecto’ es, en muchos casos, el que está lleno de sabor y carácter, como las personas, llenas de matices y singularidades.
En este escenario, el ocaso se transforma. No es el final, sino una transición que nos prepara para un nuevo amanecer. Un amanecer donde cada tomate cuenta, donde cada fruto tiene un valor y un destino, y donde el desperdicio se ve no como una inevitabilidad sino como un desafío que podemos y debemos superar.
El tomate ‘imperfecto’ es, en muchos casos, el que está lleno de sabor y carácter, como las personas, llenas de matices y singularidades
Así, mientras el sol se pone en nuestro tomate y en este capítulo, recuerda que cada ocaso tiene tras de sí la promesa de un nuevo día.
Y cada nuevo día trae consigo la oportunidad de hacerlo mejor, de ser más sostenibles, y de acercarnos un paso más hacia el equilibrio que buscamos.
SECCIÓN 2: CONSUMO RESPONSABLE – UN NUEVO PARADIGMA
Así como el sol no se puede ocultar, el fenómeno del desperdicio es un tema que brilla con una luz que nos obliga a observar. Aquí, nuestro tomate, ese humilde fruto rojo que ha recorrido una travesía llena de desafíos y aprendizajes, nos enfrenta a una verdad: la forma en que consumimos tiene un impacto directo en este ciclo de desperdicio.
Imaginemos por un momento un supermercado, un espacio lleno de luces brillantes y colores deslumbrantes que muestran tomates tan perfectos como si fueran escogidos para la portada de una revista.
Y ahora pensemos en el consumidor promedio, empujando su carrito lleno de intenciones, pero limitado por la inercia de viejos hábitos. Este consumidor enfrenta una bifurcación en su camino: la elección entre los tomates ‘perfectos’ y aquellos que, aunque quizás manchados o deformes, son igual de nutritivos.
En Europa, y específicamente en España, las iniciativas de consumo responsable están comenzando a remodelar este escenario. Programas como ‘Too Good To Go’ en varios países europeos permiten que los alimentos que podrían desperdiciarse en restaurantes o tiendas de comestibles sean comprados a precios reducidos.
En el ámbito más local, la campaña ‘GastroApostemos por el Clima’ en España promueve prácticas sostenibles en la industria alimentaria, incluyendo la reducción del desperdicio.
Estos programas son como los primeros rayos del sol al amanecer, presagios de un nuevo día y un nuevo enfoque para tratar el recurso precioso que es nuestra comida.
Y en este nuevo día, el tomate ‘imperfecto’ ya no se esconde en las sombras; se convierte en el protagonista de una nueva narrativa de consumo. Puede terminar en una sopa, en un delicioso gazpacho, o en una ensalada, participando en el festín de la vida en lugar de en la tragedia del desperdicio.
En este nuevo día, el tomate ‘imperfecto’ ya no se esconde en las sombras; se convierte en el protagonista de una nueva narrativa de consumo
El nuevo paradigma que estamos esbozando aquí trasciende la mera transacción económica. Se trata de un acto consciente que une a productores y consumidores en un ciclo de respeto y aprecio mutuo, y que celebra la diversidad y la imperfección como las verdaderas esencias de la vida.
El tomate, en su singularidad y su recorrido, se convierte en el emblema de este cambio de mentalidad. No es solo un elemento pasivo en este teatro de consumo; es un actor con un papel que desempeñar, un mensaje que entregar.
En cada mordisco de un tomate salvado del desperdicio, hay una historia, una vida, y una pequeña pero significativa victoria en nuestro continuo esfuerzo para construir un mundo más sostenible.
En esta estampa, el tomate nos enseña una última lección antes de cerrar este capítulo: el consumo no es simplemente un acto de tomar, sino una oportunidad de dar, de regenerar y de transformar.
En este sentido, cada elección consciente es un hilo que teje el tapiz de un nuevo amanecer en nuestra relación con el mundo que nos alimenta.
SECCIÓN 3: EL MERCADO CIRCULAR – UNA REVOLUCIÓN SILENCIOSA
Permítanme trasladarles a un rincón inesperado: una fábrica de composta. Aquí, los restos de nuestro tomate, cuya vida y viajes hemos seguido con gran interés, encuentran un nuevo propósito. Convertidos en nutrientes para el suelo, participan en un ciclo regenerativo que, a su manera, desafía la noción tradicional de ‘desperdicio’.
Este es el espíritu de la economía circular; un modelo emergente que, como una revolución silenciosa, está transformando el sector agroalimentario.
Esta transformación hunde sus raíces en la reconceptualización del ‘desperdicio’. En lugar de ser el fin trágico de un recurso mal utilizado, el desperdicio se convierte en un punto de partida, en una especie de Big Bang en miniatura que da origen a nuevos ciclos de crecimiento y valor.
En esta renovada cosmogonía, la cascara y las semillas del tomate no son residuos; son la promesa de una nueva vida, de nuevos tomates, o de un suelo más fértil.
En Europa, esta idea ha comenzado a cristalizar en políticas tangibles. La Estrategia de la UE para una Economía Circular tiene entre sus objetivos transformar la manera en que se producen, consumen y descartan los productos agrícolas.
En España, proyectos como ‘Agrocycle’ buscan aplicar principios de economía circular en toda la cadena de valor agroalimentaria, desde la producción hasta el consumo y la gestión de residuos.
Si miramos más allá de las fronteras europeas, encontramos ejemplos aún más audaces. En Japón, por ejemplo, la iniciativa ‘Mottainai’ utiliza todo el tomate: la pulpa va a las ensaladas, las pieles se convierten en un aditivo rico en antioxidantes, y las semillas sirven para cultivar la próxima generación. Nada se desperdicia; todo fluye en un círculo virtuoso de interdependencia y regeneración.
Es como si el mercado, ese ente tan a menudo criticado por sus excesos y su corta visión, se hubiera parado a reflexionar y hubiese decidido imitar la sabiduría intrínseca de la naturaleza.
Al igual que nuestro tomate, que en su última etapa nutre el suelo del que una vez brotó, el mercado circular representa una apuesta por la regeneración, por la idea de que cada final puede ser un nuevo comienzo.
El mercado circular representa una apuesta por la regeneración, por la idea de que cada final puede ser un nuevo comienzo
Pero no olvidemos que esta transformación, aunque alentadora, sigue siendo frágil. Depende de cada uno de nosotros: productores, consumidores, y formuladores de políticas, asegurar que estos esfuerzos no sean efímeros como una flor de un día.
Entonces, la próxima vez que miremos un tomate, veamos más allá de su piel roja y suculenta. Veamos un símbolo de lo que puede ser, de lo que ya está siendo en muchos lugares: un mercado que no solo toma de la tierra, sino que también le devuelve, en un eterno y armonioso ciclo de vida, muerte y renovación.
Es, sin lugar a duda, una revolución silenciosa, pero su eco podría ser lo que necesitamos para construir un futuro más sostenible.
SECCIÓN 4: INNOVACIÓN Y TECNOLOGÍA – LOS ALIADOS INESPERADOS
Imaginemos que nuestro tomate, en su última fase de vida, recibe una segunda oportunidad, no como composta o alimento para animales, sino como un nuevo producto que lleva en su ADN las marcas de la innovación y la tecnología.
Este es un escenario cada vez más realista en un mundo donde la tecnología, con frecuencia vista como el villano en el drama medioambiental, emerge como un inesperado pero poderoso aliado en la lucha contra el desperdicio.
La travesía hacia la reducción del desperdicio comienza en la mismísima plantación. Gracias a la tecnología de sensores e internet de las cosas (IoT), podemos monitorizar las condiciones del suelo, la humedad y la necesidad de nutrientes en tiempo real, lo que permite un uso más eficiente del agua y los fertilizantes.
Aquí, la directiva europea sobre el uso sostenible de los plaguicidas y la Estrategia Española de Economía Circular 'España Circular 2030' se encuentran con soluciones tecnológicas que contribuyen a alcanzar sus objetivos.
Pero la innovación no se detiene en el campo. Una vez cosechado, nuestro tomate puede beneficiarse de tecnologías de almacenamiento de última generación que prolongan su vida útil. Soluciones como atmósferas modificadas y envases inteligentes, que cambian de color para indicar el estado de frescura del producto, están transformando la cadena de suministro.
Estas tecnologías son especialmente relevantes en el marco de los Objetivos de Desarrollo Sostenible, particularmente el Objetivo 12 sobre producción y consumo responsables.
Y cuando llegamos al punto de venta, nos encontramos con otro conjunto de innovaciones. Aplicaciones móviles que conectan a los consumidores con alimentos cerca de su fecha de caducidad, pero aún perfectamente comestibles, se alinean con los esfuerzos globales para minimizar el desperdicio.
Al igual que nuestro tomate, que en su viaje ha sido testigo y beneficiario de estas innovaciones, debemos reconocer el papel transformador de la tecnología. Sin embargo, es crucial abordar las cuestiones éticas que se plantean, como la brecha digital entre agricultores de distintos niveles socioeconómicos, o los desafíos asociados a la privacidad y la propiedad de los datos.
Debemos reconocer el papel transformador de la tecnología. Sin embargo, es crucial abordar también las cuestiones éticas que plantea
Pensemos, entonces, en nuestro tomate no solo como un fruto, sino como una suerte de oráculo tecnológico. En él se refleja nuestro potencial para innovar, para reinventar nuestros métodos y reducir el desperdicio, para cerrar círculos y abrir nuevos horizontes de posibilidad.
Y así, con la ayuda de la tecnología, nuestro humilde tomate trasciende su biología para convertirse en un símbolo, en un catalizador de un cambio que, aunque lleno de desafíos, lleva en su núcleo la semilla de un futuro más sostenible.
SECCIÓN 5: LA CULTURA DE LA REUTILIZACIÓN Y EL 'UPCYCLING'
Si nuestro tomate pudiera hablar, ¿qué nos diría al final de su vida útil? Probablemente nos contaría que no quiere acabar en un vertedero, sino que aspira a ser parte de algo más grande, una nueva narrativa donde su existencia tenga un significado más allá del plato.
Este es el mensaje subyacente en la cultura del upcycling, una revolución silenciosa que está reformulando nuestra relación con los alimentos y el desperdicio.
El upcycling, o ‘supra-reciclaje’, es el arte de transformar residuos en recursos, de ver en lo aparentemente inútil un potencial por descubrir. No es solo un concepto, sino una práctica que ya está integrada en algunas legislaciones europeas y estrategias españolas en materia de sostenibilidad.
Las directrices de la Unión Europea sobre economía circular, por ejemplo, favorecen este tipo de enfoques, y comunidades en España han lanzado proyectos para dar una segunda vida a productos agrícolas.
Un ejemplo destacado podría ser el de empresas que toman tomates que ya no son aptos para la venta y los transforman en salsas, sopas o productos deshidratados. Estas empresas utilizan tecnologías como el secado al vacío para conservar los nutrientes y prolongar la vida útil del producto. Lo que antes se consideraba ‘desperdicio’ se convierte en una fuente de ingresos y un modelo de negocio sostenible.
Otra manifestación del upcycling puede verse en la esfera comunitaria, donde los ciudadanos se unen para crear composteras urbanas. En estas, los restos de nuestro tomate se transforman en un activo valioso: abono para nuevas plantaciones. Aquí se completa un ciclo que no solo es ecológico sino también profundamente filosófico, un ciclo que nos habla de renovación y eternidad.
Al igual que el tomate, que se sublima en esta cultura de reutilización, nosotros también tenemos la oportunidad de elevarnos, de crecer a través de la adopción de estas prácticas. En cada ejemplo de upcycling hay una lección sobre cómo la imaginación y la creatividad pueden convertir los retos en oportunidades.
Es como si nuestro tomate, al final de su viaje terrenal, nos estuviera invitando a mirar más allá de su piel arrugada y su textura blanda para ver en él la materialización de un futuro más sostenible y justo.
No se trata solo de prolongar la vida de un producto, sino de reconceptualizar nuestra ética de consumo y producción en un mundo donde todo, incluso un tomate aparentemente desgastado, tiene su lugar y su propósito.
CONCLUSIÓN: EL NUEVO AMANECER – LA REVOLUCIÓN QUE VIENE
Hemos viajado a través del ciclo de vida del tomate, desde su humilde origen en el campo hasta su lucha por encontrar un espacio en un mundo donde el desperdicio y la falta de sostenibilidad amenazan su existencia y, por extensión, la nuestra.
Pero aquí, en este momento de aparente ocaso, emerge una oportunidad: un nuevo amanecer en nuestra relación con los alimentos y el medioambiente.
Si el tomate, en su simplicidad, puede ser el catalizador de una revolución silenciosa contra el desperdicio, ¿qué podría hacer la sociedad en su conjunto?
Esta revolución contra el desperdicio no es solo un cambio en la gestión de los residuos. Es, en realidad, un cambio en nuestra perspectiva, una revaluación de cómo entendemos la utilidad, el valor y la sostenibilidad.
Esta revolución está enraizada en el concepto de justicia social y equidad. En un mundo donde miles de millones de personas pasan hambre, el acto de tirar alimentos aptos para el consumo es un acto profundamente injusto.
Y aquí, nuestro tomate se convierte en un símbolo, una especie de héroe cotidiano que nos muestra que el camino hacia un futuro más justo pasa por valorar cada recurso, cada oportunidad para reutilizar y revalorizar lo que tenemos.
Esta revolución contra el desperdicio no es solo un cambio en la gestión de los residuos. Es, en realidad, un cambio en nuestra perspectiva, una revaluación de cómo entendemos la utilidad, el valor y la sostenibilidad
El nuevo paradigma que se está formando nos invita a todos a ser agentes de cambio. No se trata de una revolución que pueda ser liderada por un solo actor o sector; se trata de un cambio sistémico que necesita de la participación de todos.
De los agricultores que cultivan el tomate, pasando por los legisladores que crean las políticas, hasta llegar a los consumidores que eligen qué poner en su plato, cada uno de nosotros tiene un papel crucial que desempeñar.
El viaje del tomate no termina aquí. Al igual que el sol sale de nuevo cada mañana, cada acto de consumo responsable, cada política de sostenibilidad y cada innovación tecnológica son pequeños rayos de un nuevo amanecer que se avecina.
Así como el tomate encuentra una nueva vida en el acto de upcycling o en el sustrato de una compostera, también nosotros encontramos en estas prácticas la promesa de una nueva vida: un futuro en el que la sostenibilidad y la justicia social no sean la excepción, sino la regla.
Y en ese nuevo día, cada tomate, cada individuo y cada elección cuentan. Estamos, todos juntos, escribiendo la historia del mañana. Y es una historia que comienza hoy.
CONCLUSIÓN FINAL DE LA SERIE
El ecosistema del tomate: un llamado a la acción sostenible
En este viaje transformador a través de la vida del tomate, hemos explorado un microcosmos que refleja las intrincadas redes de nuestra sociedad global y la naturaleza misma.
Cada etapa, desde la siembra hasta el eventual upcycling o desperdicio, no es sino un eslabón en una cadena más amplia que une economía, ecología, y ética en una única narrativa interconectada.
Piense en el tomate como un planeta en miniatura que navega por el cosmos de nuestro mercado global. Su órbita es irregular, desestabilizada por fuerzas como el cambio climático, la política económica y los patrones de consumo.
Y como con cualquier cuerpo celestial en movimiento, una pequeña alteración en una parte de su órbita puede tener efectos cascada, repercutiendo a través de todo el sistema.
La belleza de este enfoque sistémico es que nos permite ver con claridad el impacto que puede tener una sola decisión. Un agricultor que opta por prácticas de descarbonización afecta no solo su rendimiento y su huella de carbono, sino también la resiliencia de toda la cadena de suministro.
Un consumidor que elige un producto sostenible certificado está votando por un futuro más equitativo y ambientalmente consciente.
Y una política pública que fomenta la economía circular crea un entorno en el que los tomates desperdiciados de hoy se convierten en los recursos valiosos de mañana.
Pero si hay una lección crítica que debemos extraer de este viaje, es la urgencia de la acción. El tomate no espera; madura según las leyes inexorables de la naturaleza y el tiempo. Al igual que las oportunidades para actuar de manera sostenible se desvanecen si no las aprovechamos ahora.
Pero si hay una lección que debemos extraer de este viaje es la urgencia de la acción
A medida que los desafíos del cambio climático, la desigualdad social y la pérdida de biodiversidad se vuelven más apremiantes, el lujo del tiempo es algo que ya no podemos permitirnos.
Esta serie ha sido un llamado a la acción. No solo a actuar, sino a actuar de manera inteligente, informada y colectiva. Nuestro tomate, en su viaje a través de diversas etapas y desafíos, nos ha enseñado que cada momento es una encrucijada, cada elección es una oportunidad y cada acción tiene un impacto.
Ahora, el testigo está en nuestras manos. ¿Cómo avanzaremos en este camino hacia la sostenibilidad? ¿Seremos los arquitectos de nuestro propio ocaso o los creadores de un nuevo amanecer?
El viaje del tomate continúa, y con él, nuestra oportunidad de moldear el mundo en el que queremos vivir.
Como escribió el poeta Antonio Machado: "Caminante, no hay camino, se hace camino al andar". Y en este andar, cada paso que demos será un trazo en el dibujo más amplio de un futuro más sostenible, justo y equilibrado.
Que la historia del tomate sea nuestra inspiración y nuestra guía.
El momento de actuar es ahora.
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