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26 June 2024
Año tras año veo cómo se incrementan las noticias especializadas en agua durante la época estival.
Es un comportamiento normal, ya que durante el verano se observa una disminución de los recursos hídricos debido a la falta de precipitaciones. Y, por lo tanto, existe una mayor preocupación por la cantidad de agua disponible.
La hipocresía y el falso egoísmo
Una de las actividades más criticadas por el consumo de agua es la producción agrícola de regadío. En algunos casos, se culpa a los productores primarios del gasto de agua en el sector agrícola, pues casi el 80 % de los recursos hídricos de España se destinan a este uso, lo cual es innegable.
Sin embargo, como consumidores, debemos comprender que los agricultores no utilizan el agua para ellos mismos, sino para producir los alimentos que comemos a diario.
Esto es algo que ya mencioné en una publicación de esta mismo blog hace casi un año: '¿El 2 % de los españoles gasta el 80 % del agua?'.
La agricultura consume el 80 % de los recursos hídricos de España para producir los alimentos que consumimos diariamente
Recientemente, he leído otro artículo crítico hacia el sector de regadío en España en elDiario.es titulado "Cómo la modernización de los regadíos puede llevar a un mayor consumo de agua".
Algunas de las reflexiones expuestas en el artículo las comparto, aunque otras me han generado cierta incertidumbre.
¿Uso o consumo?
Una de las cuestiones que más me ha llamado la atención es la definición dada al uso y consumo del agua en la agricultura, así como el supuesto mayor gasto de agua por parte de los sistemas tecnificados.
La noticia indica que el "uso" de los recursos hídricos se refiere a la cantidad de agua extraída de los ecosistemas, mientras que el "consumo" se refiere a la parte que no regresa a la cuenca.
Sin embargo, también menciona que la tecnificación de los sistemas de riego puede aumentar el consumo de agua, ya que "vuelve" menos agua de la cuenca, a la vez que se incrementa la superficie de cultivos de regadío. Lo que concluye con una pérdida de la calidad de los recursos hídricos.
No obstante, en lo anterior veo diversas confusiones entre los conceptos de eficiencia de los sistemas de riego y el balance hídrico.
Además, se omiten aspectos importantes como las pérdidas por evaporación y el arrastre de nutrientes que ocurre cuando el agua excedente del riego se recircula hacia las capas profundas del suelo.
En primer lugar, las plantas no consumen más o menos agua según el sistema de riego empleado, sino que influyen las propias condiciones climáticas que obligan a compensar la evaporación y transpiración del cultivo, es decir, la evapotranspiración.
Esto depende de parámetros como la temperatura, la radiación solar, el viento, la humedad relativa, entre otros.
En segundo lugar, la tecnificación de los sistemas de riego no incrementa el consumo de agua de los cultivos de regadío, sino que aumenta la eficiencia de aplicación.
Es decir, se optimiza al máximo cada gota de agua que se aplica en los cultivos de regadío. Por tanto, para satisfacer la misma demanda de agua por parte de las plantas, es necesario utilizar una menor cantidad de agua.
La tecnificación del riego no incrementa el consumo de agua sino que mejora la eficiencia
En tercer lugar, lo que puede modificarse con la tecnificación de los sistemas de riego son los balances hídricos de una cuenca donde existen cultivos de regadío.
Es decir, al aplicar menos agua y reducir las pérdidas a causa de los sistemas de riego tecnificados, se logra una mayor rentabilidad hídrica y se disminuye la cantidad de agua que se recircula hacia los acuíferos.
En cuarto lugar, en la descenso de la cantidad de agua de riego recirculada hacia los acuíferos, es necesario tener en cuenta una cuestión de importancia capital. La adición del riego se suele realizar con la aplicación simultánea o anterior de fertilizantes. Por lo tanto, al disminuir la cantidad de agua recirculada hacia los acuíferos, se disminuye el riesgo de contaminación.
No obstante, aquí también es necesario considerar el incremento en la demanda de agua que lleva el aumento de la superficie de regadío, lo cual analizaremos más adelante.
Reducir las pérdidas de infiltración hace que se aminore el riesgo de contaminación de los acuíferos
En quinto lugar, y relacionado con la eficiencia de la aplicación del agua, se ha obviado a la “pérdida silenciosa”: la evaporación.
Los sistemas de riego tradicionales o vierten el agua sobre la superficie del terreno o emplean aspersores, por lo que se produce una pérdida hídrica hacia la atmósfera: ¿este agua también se destinaba a recargar los acuíferos?
¿Más o menos?
Una de las cuestiones que también abordaba el artículo es el peligro que puede acarrear el incremento descontrolado de la superficie de riego, lo cual es totalmente lógico y comparto.
Algunas de las cuestiones ligadas a la pérdida de calidad de las aguas y su estado se deben a la sobreexplotación de los acuíferos, más que al aumento de la eficiencia de los sistemas de riego.
El sobreconsumo o uso excesivo del agua de los acuíferos puede llevar, por ejemplo, a la contaminación de los recursos hídricos debido a la intrusión marina a causa de un descenso del nivel freático. Aunque es cierto que el consumo de agua total de los regadíos se ha reducido en los últimos 20 años.
El texto propone una reducción de la superficie de regadío. Aunque esto debe ser analizado en profundidad, casi el 76 % de la producción vegetal española procede del regadío, por lo que pueden tener efectos negativos sobre el consumidor.
Por ejemplo, la reducción de la disponibilidad de ciertos productos agroalimentarios debido a la guerra en Ucrania puso de manifiesto una de las debilidades del sistema agroalimentario europeo, incluido el español.
Esto llevó a que la propia Comisión Europea reconociera la posibilidad de una reducción drástica en dichos productos. Lo cual ha tenido un impacto significativo en los precios.
La reducción de la superficie de regadío, con el consiguiente caída de la producción, puede llevar a un incremento de los precios de los alimentos. Aunque tampoco podemos obviar los efectos negativos que puede llevar un aumento desmesurado de la superficie de regadío.
No obstante, en esta situación, lo primero que debemos hacer antes de seguir aumentando la superficie de regadío es, optimizar al máximo la superficie disponible.
No puede ser que, a pesar del gran avance que ha mostrado el regadío español en las últimas dos décadas, el 20 % de los cultivos de regadío disponga de sistemas de riego por gravedad.
Aunque es necesario reseñar el menor uso y consumo de agua por parte del regadío español, a pesar de incrementar significativamente la superficie de cultivos de regadíos.
La transformación digital: una obligación
El aumento de la eficiencia del riego se debe a la mejora de la tecnología del agua, como la implementación del riego localizado que se encuentra en el 79 % de los cultivos de regadío en España.
En la actualidad, la digitalización agroalimentaria ofrece muchas posibilidades, como la utilización de sensores, internet de las cosas e imágenes aéreas, que pueden mejorar la toma de decisiones en los sistemas de riego de alta eficiencia.
Por ejemplo, los sensores edáficos pueden detectar la humedad del suelo y combinarse con otras tecnologías para calcular la cantidad precisa de agua que deben recibir las plantas. Esto ayuda a mejorar la sostenibilidad medioambiental del riego.
A pesar de los beneficios de estas tecnologías, aún hay mucho por mejorar en el sector agrícola español. Según el Observatorio de la Digitalización del Sector Agroalimentario, casi la mitad de los productores de regadío no tienen un contador en sus explotaciones y desconocen el consumo de agua de sus cultivos.
Sin embargo, tampoco podemos tirar las campanas al vuelo. Aunque algunos cuentan con un contador, es probable que no tengan uno por cada parcela, lo que dificulta la mejora de la huella hídrica de la agricultura.
La mitad de los agricultores de regadío no presentan contadores en sus parcelas
Solo el 13,7 % de los agricultores de regadío utilizan plataformas digitales de riego, lo que indica que el nivel de adopción de las nuevas tecnologías en este ámbito aún es mejorable.
El futuro pasa por una gestión cada más eficiente del regadío
Termino este artículo como lo empecé: la agricultura de regadío es una actividad criticada debido a su consumo de agua, el cual se ha agravado por las sequías que se han observado recientemente.
A pesar de esto, el sector ha hecho esfuerzos significativos para mejorar su huella hídrica en los últimos 20 años y reducir el consumo, a pesar de registrar un aumento notorio de la superficie de regadío. Sin embargo, esto se ve enmascarado en muchas ocasiones por el alto consumo de agua de la actividad agrícola.
Es necesario realizar una adecuada planificación de la expansión del regadío en España, con el fin de preservar la estabilidad de los ecosistemas y de sus recursos hídricos, así como la productividad de los cultivos que abastecen a la población española y europea.
Por lo tanto, antes de seguir aumentando la superficie de regadío, es preciso llevar a cabo una modernización óptima del área actual y mejorar aún más la gestión del regadío español.
Esta modernización no debe limitarse únicamente a la implementación de sistemas de riego de alta frecuencia, sino que también debe ir acompañada de la instalación de nuevas tecnologías digitales que permitan calcular con precisión la cantidad y la forma de riego necesarias.
Por última, una cuestión de relevancia es impulsar el consumo de agua de fuentes alternativas, tales como puede ser la regenerada o la desalada. Todo ello para descender la presión ejercida sobre las fuentes de agua superficiales y subterráneas.
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