06 July 2024
El Informe 2023 corresponde a la séptima edición del ‘Observatorio sobre el sector agroalimentario español en el contexto europeo’, que anualmente elabora el Instituto Valenciano de Investigaciones Económicas (Ivie) para Cajamar.
Se trata de una publicación que contribuye a poner en valor el carácter estratégico del sector agroalimentario para la economía española, al tiempo que proporciona a todos los agentes del sector información coyuntural y estructural relevante sobre el mismo.
Esta labor de proporcionar información objetiva periódica a disposición del sector se completa con el Observatorio Regional que se viene elaborando todos los años, y con el informe de Indicadores de Sostenibilidad del Sector Agroalimentario, que se publicó por primera vez en 2022 y del que en 2024 se realizará el segundo informe con vocación de convertirse en una publicación periódica.
Principales resultados del Observatorio en 2023
En 2023 el valor añadido bruto generado por el sector agroalimentario creció un 2,3 %, en línea con el crecimiento del conjunto de la economía, aportando un valor superior a 119.000 millones de euros. En cuanto al empleo, creció un 0,3 %, suponiendo el tercer año consecutivo de creación de empleo, que alcanza 2,4 millones de trabajadores.
Estos dos valores consolidan un sector que es estratégico para la economía española, como lo muestra su mayor peso en relación con la UE-27. Así, el agroalimentario representa el 8,9 % del VAB de la economía española frente al 6,4 % en el conjunto de la UE-27. En empleo, en España aporta el 11,3 % frente al 10,4 % en la UE-27.
La comparación directa de los valores anteriores nos indica que en España el agroalimentario pesa mucho más que en la UE en producción que en empleo, apuntando hacia uno de los aspectos clave de nuestro sector y que el informe analiza en profundidad: su elevada productividad.
El informe determina que el sector español es un 15 % más competitivo que la media de la UE, siendo este diferencial muy superior en el caso de la producción primaria.
Por tanto, nos encontramos ante un sector que es estratégico para España por su contribución en producción y empleo, y que es más competitivo que su entorno. Ambos aspectos, sumados al hecho de que hablamos de producir alimentos y que la demanda de estos no dejará de crecer en las próximas décadas, suponen pilares sólidos para encarar el futuro.
En 2023, las exportaciones del sector agroalimentario crecieron un 3,5 % y alcanzaron un nuevo máximo histórico de más de 72.000 millones de euros, representando el 18,5 % del total de bienes exportados por la economía española, muy por encima de la media comunitaria del 10,9 %. Por su parte, el saldo comercial recuperó su senda de crecimiento y se elevó por encima de 15.400 millones de euros.
Las variaciones del comercio en 2023 se explican fundamentalmente en clave de precios. Las exportaciones, principalmente por reducción de las producciones por sequía y otras circunstancias, disminuyeron en volumen, pero su precio aumentó notablemente resultando un incremento del valor exportado. Esta situación tiene a la vez aspectos negativos y positivos.
En lo negativo, el incremento de precios puede hacerlas menos competitivas a medio plazo; y el descenso, y sobre todo la variabilidad de las cantidades exportadas, dificulta la presencia estable en mercados internacionales. En lo positivo, las exportaciones españolas crecieron durante años solo por volumen, presentando precios unitarios que no facilitaban la creación de valor en la cadena, algo que no estaría ocurriendo ahora.
En cuanto a países de destino, como ya se analizó en profundidad en el informe anual de exportaciones 2023 que presentamos hace unos meses, destaca el hecho de que las exportaciones agroalimentarias españolas se están concentrando cada vez más en el mercado europeo.
Las tensiones geopolíticas, el incremento en los costes y seguros de transporte y la escasez de volúmenes han contribuido a ello. Es lógico, dada la proximidad y capacidad adquisitiva de este mercado, pero también preocupante por ser un mercado maduro con demanda decreciente en la mayoría de productos.
Respecto a las importaciones, de nuevo es la variación de precios lo más llamativo. Así, pese al incremento de los volúmenes importados, principalmente por las mayores necesidades de cereales y productos de alimentación animal por la sequía, la bajada de su precios ha permitido que las importaciones aumenten muy moderadamente en valor y en consecuencia se haya recuperado de manera notable (9,3 %) el saldo comercial.
El Observatorio analiza por primera vez la evolución en volumen del comercio exterior. En términos de volumen, nuestro comercio exterior presenta un saldo negativo que se habría acrecentado en 2023: exportamos 34,5 millones de toneladas e importamos 53,3.
Estas cifras indican, en positivo, nuestra capacidad de crear valor en el sistema agroalimentario, algo que es compartido con el conjunto de la UE: la UE es un exportador agroalimentario neto, pese a ser un importador neto de commodities agrarias. Pero señala también vulnerabilidades y dependencias en un mercado internacional marcado por un entorno geopolítico complejo.
Por el contrario, el informe indica como por segundo año consecutivo ha descendido la inversión en I+D, con una brecha de inversión respecto a la UE-27 que ha vuelto a ampliarse desde el año 2020.
Es un aspecto preocupante que, de mantenerse, a medio y largo plazo mermará la competitividad actual del sector agroalimentario español. El contexto y retos actuales requieren más inversión especialmente en aspectos como I+D, tecnologías de gestión de insumos, optimización del uso del agua.
Es cierto que la incertidumbre del contexto económico y geopolítico no ayuda, pero el valor de la producción generada y los indicadores de rentabilidad del sector sí permiten esa inversión.
La importancia de las estructuras productivas
Por su carácter y fuentes, el Informe ofrece una visión agregada del sector agroalimentario. Una visión que nos permite alcanzar conclusiones generales en el que los diferentes indicadores guardan coherencia: un sector estratégico, competitivo, exportador, rentable, con valor de la producción y empleo crecientes.
Pero esto no nos debe hacer olvidar que los datos agregados ocultan grandes y crecientes disparidades, como conocemos por otras fuentes más desagregadas. Desde Cajamar también lo hemos venido analizando y debatiendo.
Detrás de estos números se encuentra un modelo productivo variado, con tendencia hacia la dualidad entre una agricultura competitiva y una agricultura con claros signos de dificultad.
Si bien es cierto que el tamaño medio de las explotaciones es pequeño, que la mayoría de titulares de explotación tienen edad avanzada y bajo nivel de acceso a, por ejemplo, competencias digitales; también lo es que más de la mitad de la producción procede de explotaciones de elevada dimensión económica, en manos mayoritariamente de personas jurídicas y con elevado nivel de digitalización.
Esta situación se puede resumir en que la mayoría de la producción procede de explotaciones rentables, aun cuando la mayoría de las explotaciones pueden no serlo. También sabemos que esta circunstancia se da en toda la UE, de hecho, los desequilibrios entre rentabilidad de explotaciones son mayores en la UE.
Además, existen determinados factores que indican que el rol de las economías de escala seguirá incrementándose en el futuro. Así, a los puramente económicos (driver clásico: mayor eficiencia en el proceso productivo al aumentar el tamaño y mejor capacidad de comercialización), se suman otros factores como los regulatorios, tecnológicos o laborales.
Mirando al futuro del sector agroalimentario
Los datos presentados en el Observatorio suponen una magnífica base para mirar hacia el futuro del sector. Una base sólida por el carácter general positivo de los indicadores, pero que también nos muestra las líneas de mejora, tales como las estructuras productivas, el nivel de formación o los niveles de inversión, especialmente en I+D.
Es necesario poder ofrecer un marco de rentabilidad para las pequeñas y medianas explotaciones profesionales que configuran buena parte del tejido rural. Para ello, una de las mayores claves es su agrupación e integración en cadenas de valor que les permitan, entre otros, acceder al potencial que ofrecen las nuevas tecnologías y conseguir más valor en los productos. También la gestión de los riesgos meteorológicos y la gestión plurianual de los resultados económicos.
Por otra parte, pese a la incertidumbre, es necesario incrementar el esfuerzo inversor, especialmente en los ámbitos que contribuyan a la capacidad de adaptación del sistema a un entorno más inestable, volátil, que aseguren la sostenibilidad de la producción a largo plazo y contribuyan a la generación de valor:
- Acceso al agua como factor de producción y resiliencia y mejora de la gestión y gobernanza del agua. Es necesario seguir invirtiendo en regadío y descender a nivel de parcela, facilitando la formación, el acceso a tecnología y la financiación para maximizar la eficiencia en el riego de todas las explotaciones y su capacidad de adaptación a una mayor variabilidad en la disponibilidad del recurso.
- Optimización de la gestión de insumos y cuidado regenerativo de los suelos.
- Nuevas tecnologías, digitalización, analítica y uso de datos, robótica, automatización, inteligencia artificial aplicadas, de manera integrada en la cadena, tanto a los procesos de producción como a los de comercialización.
Resumen de la presentación del Informe 2023 del Observatorio Cajamar
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