Las cuentas de la agricultura española: año para reflexionar

El Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación, a través de la Subdirección General de Análisis, Coordinación y Estadística, ha publicado la segunda estimación de las Cuentas Económicas de la Agricultura (CEA) 2023, popularmente conocida como 'Renta Agraria'.  

La primera estimación (diciembre) tiene siempre mucho más impacto mediático, al proporcionar los primeros datos sobre el año aún en curso (siempre me admira esta capacidad de la unidad de Estadística del MAPA).

Pero esta segunda estimación contiene una información más depurada y precisa, por haberse elaborado contando con datos prácticamente del año completo. 

El titular lógicamente recae en el fuerte incremento del Valor Añadido Bruto (VAB) y la Renta Agraria, tanto por aumento del valor producido (al igual que en el caso de las exportaciones, por incremento del precio de venta, puesto que las cantidades producidas han descendido por motivos fundamentalmente meteorológicos), como por el descenso de los consumos intermedios (por bajada de precios de fertilizantes, energía y en menor medida, pero pesan mucho, piensos). 

Un año más, amortizaciones y subvenciones netas de impuestos tienen órdenes de magnitud similares y VAB y Renta Agraria alcanzan valores similares, por encima de los 33.000 y 32.000 millones de euros, respectivamente; en ambos casos cifras récord para el sector agrario en España. 

Más allá de este récord, me llama la atención la variabilidad de los resultados de los años recientes. España, a diferencia de otros países de la UE, por tener una producción agraria muy variada, se suele caracterizar por rentas agrarias bastante estables. Es decir, buenos resultados de unos productos compensan malos resultados de otros, algo que no pasa en Estados con producción volcada en muchos menos sectores (por ejemplo, Irlanda para el lácteo).

En este contexto, los tres últimos años han tenido variaciones significativas, superiores a las que conocíamos en el pasado, especialmente en términos deflactados. 

Y es que, en esta ocasión, dada la elevada inflación que hemos vivido, es necesario analizar los datos teniéndola en cuenta y, por tanto, deflactando para alcanzar valores reales (para ello he empleado el deflactor del PIB que las propias CEA proporcionan). 

En términos reales, en los tres últimos años, la renta agraria ha subido un 6,0 % (2021), bajado un 7,9 % (2022) y subido un 7,2 % (2023). Para nuestro histórico, esto es una oscilación fuerte que invita a la reflexión sobre la necesidad aun mayor en el contexto actual y futuro (cambio climático, mercados, geopolítica…) de hacer una gestión plurianual de los resultados, porque cada vez los años normales (estadísticamente hablando), los años medios, tienden a ser menos frecuentes. 

El carácter más depurado de esta segunda estimación invita también a ciertos análisis de tendencia, de medio de plazo, de cómo estamos evolucionando. 

Aquí destaco dos datos: amortizaciones y subvenciones. El primero nos aproxima al ritmo de inversión del sector primario. El segundo, cuánto depende de las ayudas. 

Comparando el trienio 2011-2013 con el 2021-2023:

• Hace diez años, el 22,4 % del VAB generado se dedicaba a amortizaciones. Hoy el porcentaje ha bajado al 19,8 %. Por los motivos que sea, cuando más inversión necesitamos, menos dedicamos: peligroso en el largo plazo para mantener nuestra competitividad. 

  Son datos coherentes con las conclusiones que se alcanzan cuando se analizan los valores dedicados concretamente a las inversiones en I+D.

• Hace diez años, las ayudas (partida “otras subvenciones” en las CEA) representaban el 14,1 % del valor de la producción. Hoy, el 9,8 %. Es decir, nuestro sector en su conjunto (ya sabemos las enormes disparidades por subsectores y el muy diferente peso que en cada uno tienen las subvenciones) depende mucho más del mercado y menos de las ayudas. 

  Esto dice mucho de su ganancia de competitividad. Pero también ayuda a entender la dificultad para seguir incrementando las exigencias ligadas a unas ayudas que representan mucho menos para el bolsillo del productor.