15 December 2020
El cambio climático es una realidad que nos está afectando ya, y que puede condicionar la sostenibilidad de la producción agrícola y ganadera. Su origen son las emisiones de gases efecto invernadero. La mayor fuente hoy por hoy es el dióxido de carbono (CO2) procedente la quema de combustibles fósiles, usados como fuente de energía.
Sin embargo, el sector primario (y en especial la ganadería) es también una fuente relevante de otros gases efecto invernadero muy diferentes, que le hacen ser un sector peculiar desde el punto de vista de la mitigación. Adicionalmente, la ganadería tiene otras emisiones asociadas (por ejemplo el amoniaco) que es indispensable tener también en consideración.
Las emisiones producidas por la ganadería de forma directa (es decir, en la granja) se asocian mayoritariamente con el metano (CH4) que procede de la fermentación en el tracto digestivo (de los rumiantes principalmente) y del manejo de los estiércoles líquidos.
También se emite óxido nitroso (N2O) que procede de la gestión de los estiércoles y la fertilización de los campos de cultivo.
La producción ganadera tiene asociadas también emisiones indirectas (es decir, fuera de la granja), principalmente relacionadas con la obtención de los ingredientes de los piensos, pero también con el uso de la energía. Agregando todas estas emisiones en las diversas partes de la cadena de valor tenemos lo que se considera la huella de carbono.
La importancia de cada una de esas emisiones en la huella de carbono depende en gran medida del tipo de producción ganadera. En los rumiantes el mayor peso suele corresponder a la fermentación digestiva, mientras que en monogástricos suele corresponderse con las emisiones indirectas asociadas a los piensos.
Granjas con estiércoles líquidos (purines) producen más metano que granjas con estiércoles sólidos o producciones en pastoreo. Por otro lado, la huella asociada a la alimentación es mayor conforme más contenido tiene en ingredientes procedentes de cosechas (cereales, soja…), pero no solo importa su composición sino también su procedencia (si está asociado o no a deforestación, o si ha sido transportado a largas distancias).
Por último, algunas producciones ganaderas con base territorial pueden incluso compensar parte de sus emisiones, si el ecosistema en el que se desarrollan consigue capturar carbono en su biomasa o en el suelo.
El metano (HC4) y el óxido nitroso (N2O) forman parte de las emisiones producidas por la ganadería de forma directa
Se resumen a continuación las principales medidas de mitigación de emisiones.
¿Qué podemos hacer para reducir las emisiones producidas en la granja?
En primer lugar, ser más eficientes en la producción. La producción animal ha mejorado de forma continua en las últimas décadas, y esto ha permitido reducir de forma notable la cantidad de gases emitida por cada unidad de producto. Sin embargo, el margen de mejora aún es considerable.
Esto se consigue a través de la mejora genética, la alimentación y el diseño y manejo de los alojamientos, que de forma conjunta han permitido mejorar los índices de conversión y reducir la cantidad de excreciones y emisiones “por dilución”, es decir, produciendo más con menos.
La alimentación animal juega un papel especialmente importante en las emisiones de gases de la fermentación entérica. Para el ganadero, es además una forma interesante de reducir emisiones en tanto que suelen mejorar también los resultados productivos o reducen los importantes costes que tiene la alimentación.
Cuanto mejor se digiere un alimento, menores son las emisiones de CH4, y por tanto son interesantes estrategias como mejorar la calidad del forraje, ajustar niveles de proteína, o ajustar los aportes de nutrientes a las necesidades del animal (ganadería de precisión). También se está evaluando cómo modificar el comportamiento del rumen a través de aditivos alimentarios o estrategias de desarrollo ruminal en edades tempranas.
Mejorar el manejo del ganado resulta interesante en varios aspectos, que van desde promover la longevidad de animales reproductores o reducir las bajas, hasta aprovechar el potencial de manejo y diagnóstico que ofrece la ganadería de precisión. Todo ello contribuye a reducir las pérdidas en forma de emisiones.
La gestión de los estiércoles es fundamental para evitar emisiones de gases efecto invernadero, amoniaco y olores, y en particular el metano producido por los purines. Dado que la emisión de CH4 necesita tiempo (alrededor de un mes) para producirse, es posible reducir las emisiones de los purines retirándolos con mayor frecuencia de los alojamientos.
Esto traslada el problema a las balsas de almacenamiento, por lo que es necesario igualmente tomar medidas que reduzcan este gas, tales como separar la materia orgánica que contiene (utilizando separadores de sólidos). La producción de biogás también puede reducir estas emisiones, pues se aprovecha el metano (biogás) producido en condiciones controladas para generar electricidad de forma renovable.
Otras estrategias también son posibles, con un mayor o menor grado de eficacia y costes asociados. En cualquier caso, la gestión de estiércoles y purines requieren un enfoque global dado que por una parte son una fuente importante de nutrientes, pero a su vez tienen un elevado potencial contaminante si no se usan correctamente.
La gestión de los estiércoles es fundamental para evitar emisiones de gases efecto invernadero, amoniaco y olores
¿Podemos hacer algo con las emisiones indirectas?
Sin duda, es necesario reducir también las emisiones indirectas, es decir, aquellas que se producen en la cadena de valor, pero fuera de las granjas. Como se ha comentado, la obtención de los piensos es el principal componente en producciones más intensivas. El cultivo agrícola asociado, el transporte y la elaboración de los piensos pueden constituir una parte muy relevante de la huella de carbono de un producto animal.
Todas aquellas estrategias mencionadas en el apartado anterior que consiguen mejorar la eficiencia en la producción contribuyen a reducir estas emisiones indirectas.
Paralelamente a la eficiencia, es importante considerar el origen de los ingredientes utilizados en los piensos. Es fundamental reemplazar ingredientes proteicos o energéticos importados por productos locales. Incluir subproductos agroindustriales suele ayudar también a reducir las emisiones y fomenta la economía circular. No obstante, esto último tiene un grado de aplicación diferente en distintas especies.
¿Se pueden compensar las emisiones?
Algunas producciones ganaderas ligadas al territorio podrían compensar parte de sus emisiones considerando las capturas de carbono de ese territorio. Es el caso por ejemplo de las producciones extensivas con uso de pastos o dehesas. Estos ecosistemas que sustentan esos tipos de producción animal se suelen caracterizar por una captura neta de carbono en forma de biomasa o materia orgánica de los suelos.
Esta realidad debería considerarse una característica indivisible del propio sistema de producción, y por tanto, estas capturas deberían cuantificarse y atribuirse como “emisiones negativas” en su huella de carbono.
Compensar emisiones, sin embargo, es menos viable en producciones intensivas desligadas del factor tierra, en la que además los cultivos utilizados no suelen tener una captura neta de carbono, o incluso suponer emisiones netas si están asociados a procesos de deforestación.
Una visión integrada
La necesidad de avanzar hacia una sociedad neutra en carbono obliga a todos los sectores (incluida la ganadería) a emprender estrategias de mitigación. Estas deben ser ambiciosas para afrontar estos retos, pero también coherentes considerando la diversidad de sistemas de producción animal. Las medidas de mitigación existentes tienen, a día de hoy, un potencial limitado, y se hace necesario aplicarlas de forma coordinada, y siempre de forma adaptada a cada tipo de producción.