15 November 2022
Por todos es sabida la importancia que tiene el sector hortofrutícola para la agricultura y la economía española. Por recordar solo alguno de los datos más significativos, el valor de la producción en 2021 fue de 20.642 millones de euros, lo que viene a representar el 36,7 % de la producción de la rama agraria y el 61,4 % de la vegetal.
Y dada su fuerte capacidad competitiva, alta generación de valor añadido y su orientación exterior, en 2021 se exportaron frutas y hortalizas por valor de 21.552 millones de euros, que representan el 37,8 % de las ventas agroalimentarias al exterior y el 6,8 % de las exportaciones españolas totales.
Tampoco descubrimos nada nuevo si señalamos la clara dependencia que tiene el sector hortofrutícola español del regadío. Prácticamente la totalidad de la superficie dedicada a la producción de hortalizas y frutas se cultiva bajo este sistema. De los 3,8 millones de hectáreas de superficie regada en España, 369.000 hectáreas están cubiertas por hortalizas, 298.000 por cítricos y 374.000 por el resto de frutales.
Es decir, el 27,4 % del regadío español lo conforman este tipo de cultivos. Según los datos publicados por el Instituto Nacional de Estadística (INE), de los 15.495 hectómetros cúbicos utilizados por la agricultura española, 4.308 hm3 se destinan al sector hortofrutícola.
Frente a lo que ocurre con otros cultivos de regadío, como pueden ser el olivar, el viñedo y algunos cereales, en los que una limitación en las dotaciones de agua significa una reducción de los rendimientos, pero no la pérdida de toda la producción, en el caso de las frutas y hortalizas, sí se podría dar esa situación extrema si no se dispone del agua suficiente.
Ante esa situación, ¿deberíamos estar alerta por un posible desabastecimiento?
El presente año hidrológico ha sido escaso en lluvias, lo que ha provocado que el nivel de agua en los pantanos españoles se haya quedado muy por debajo de la media habitual.
Tradicionalmente, los máximos de agua embalsada se alcanzan a finales de la primavera y el volumen medio disponible en esas fechas durante los últimos 30 años ha sido de 36.420 hectómetros cúbicos.
Sin embargo, en 2022, ha sido de 28.452 hm3 en la segunda semana de mayo. Desde la primera mitad de la década de los 90 del siglo pasado no nos encontrábamos con los pantanos tan vacíos. Ello ha provocado que, en la primera mitad de septiembre, el agua embalsada haya caído por debajo de los 20.000 hectómetros cúbicos, situación que solo se había producido entre 1992 y 1995, con un mínimo absoluto ese último año, en el que llegaron a estar con solo 14.327 hm3.
Desde la primera mitad de la década de los 90 del siglo pasado no nos encontrábamos con los pantanos tan vacíos
Con toda la prudencia necesaria, este margen de más de 5.000 hectómetros cúbicos frente al peor año vivido nos hace pensar que no habrá consecuencias negativas inmediatas para la producción española de frutas y hortalizas, y los cultivos del Sureste español y la citricultura valenciana y andaluza van a poder desarrollarse de manera satisfactoria durante el próximo otoño e invierno.
También hay que recordar que, durante los últimos años, se ha invertido de manera adecuada para mejorar la oferta de recursos hídricos no convencionales, a través de las desaladoras y las aguas regeneradas, y que se está realizando un gran esfuerzo por modernizar las infraestructuras de distribución de agua y en tecnologías que permiten optimizar el consumo a nivel de parcela.
Como conclusión, confiamos plenamente en que los consumidores europeos van a poder seguir disfrutando de las saludables frutas y hortalizas españolas durante el próximo invierno. Para más largo plazo, dependeremos de las lluvias y de la capacidad de las instituciones españolas para resolver uno de los mayores retos a los que nos enfrentamos: elaborar una adecuada y consensuada política hidráulica que asegure la disponibilidad del recurso para todos sus usos.
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