25 June 2023
Los recientes episodios de sequía, olas de calor y fenómenos climáticos anómalos que estamos experimentando no dejan de recordarnos la creciente importancia del cambio climático en nuestras vidas.
Durante muchos años, la evidencia científica se ha ido acumulando, demostrándonos que no solo estamos presenciando un aumento en la temperatura, sino que este incremento se ha acelerado y está directamente relacionado con la emisión de gases de efecto invernadero provenientes de la actividad humana.
A pesar de lo que se pueda pensar, el fenómeno del efecto invernadero causado por muchos de estos gases no es un descubrimiento reciente. A mediados del siglo XIX, ya se comenzó a describir la capacidad de algunos de ellos para retener el calor, lo cual contribuye a la acumulación de energía en la atmósfera.
Pero no fue hasta un siglo después cuando se empiezan a conocer sus verdaderos efectos sobre el clima, con el desarrollo de los primeros modelos climáticos, algunos incluso de la propia industria del petróleo.
Estos modelos no dejan de ser una representación matemática del sistema climático de la Tierra. Es decir, una simulación de la interacción entre la atmósfera, los océanos, la superficie terrestre, los casquetes de hielo y otros componentes. Es por lo tanto una simplificación de la realidad sujeta a incertidumbres.
Las complejas interacciones entre estos componentes del sistema climático plantean desafíos significativos. Además, la disponibilidad de datos y la capacidad de modelado han sido históricamente limitadas. Por lo tanto, se han empleado diversos enfoques para representar de manera precisa este sistema dinámico. En resumen, al estudiar el clima a largo plazo, es común recurrir a la utilización de múltiples modelos con el fin de abarcar toda la incertidumbre asociada.
Los primeros modelos eran muy sencillos, pero tal como se ha comprobado recientemente, sus predicciones sobre la evolución de las temperaturas globales fueron enormemente acertadas.
Es evidente que los modelos anteriores presentaban limitaciones al estudiar parámetros como las precipitaciones, además de contar con una baja resolución. Sin embargo, gracias a una combinación de factores, como el aumento en la capacidad de procesamiento de las computadoras, la disponibilidad de conjuntos de datos más extensos y de mejor calidad, y los avances en nuestra comprensión de los procesos climáticos, estamos presenciando el desarrollo de modelos cada vez más precisos, con una mayor resolución espacial y temporal.
Estos avances tecnológicos y científicos están permitiendo un análisis más detallado y completo del clima, brindándonos una perspectiva más completa sobre su comportamiento y evolución
La iniciativa #ShowYourStripes en redes sociales (literalmente: ‘Enseña tus rayas’) ha popularizado esta forma de visualización del incremento de la temperatura media en el largo plazo, llamada ‘Diagrama de Hawkins’. De hecho, el 21 de junio se celebra el '#ShowYourStripes Day'. En la imagen podemos apreciar las anomalías de la temperatura media anual en España desde el año 1901-2021 respecto a la media del periodo 1971-2000. Los azules indican temperaturas por debajo de la media del periodo 1971-2000 y los rojos por encima. Fuente: Ed. Hawkins (Universidad de Reading), vía GeoInnova.
Aunque los modelos se revelan útiles al predecir la tendencia a largo plazo de diversos parámetros, las consecuencias reales del aumento de la temperatura están superando las estimaciones. La frecuencia e intensidad de los fenómenos climáticos extremos, como sequías, inundaciones y golpes de calor están resultando ser aún más devastadores de lo que se había anticipado.
Un ejemplo a pequeña escala podemos verlo en España, donde los datos observados en los primeros años del siglo XXI muestran un descenso de la escorrentía en las dos cuencas que más sufrirían el impacto del cambio climático de cerca del 30 %, superando los resultados esperados por los modelos regionalizados para un escenario de 1,5 °C, que se espera se alcance en la década de 2030.
Estas desviaciones se deben, en parte, a que nos aventuramos en un territorio desconocido, enfrentando concentraciones de CO2 que no se habían experimentado en casi un millón de años. Esta acumulación continúa aumentando debido a la larga vida útil del gas en la atmósfera, lo que intensifica el fenómeno del calentamiento global.
En la actualidad, la temperatura se encuentra aproximadamente 1,1 °C por encima de la media de la era preindustrial (1850-1900). Sin embargo, si no tomamos medidas inmediatas para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero, podríamos enfrentarnos a un aumento de 2 °C para el año 2050 y llegar a alrededor de 3 °C para el año 2100.
Superar el umbral de los 2 °C tendría consecuencias significativas y preocupantes en la cuenca mediterránea, una de las regiones más vulnerables a los impactos del cambio climático. En esta zona, los efectos adversos relacionados con el aumento de la temperatura se sentirían de manera especialmente intensa.
El problema no se limita solo a la magnitud del cambio, sino también a su velocidad, lo que deja poco margen para que los ecosistemas se adapten. Esto puede tener consecuencias desastrosas, como la pérdida masiva de biodiversidad y, lamentablemente, la pérdida de vidas tanto debido a las catástrofes resultantes como a la exposición de millones de personas a una grave inseguridad alimentaria.
Por tanto, abordar el cambio climático no es solo una necesidad social y ambiental, sino también un imperativo moral que requiere acciones colectivas y compromisos sólidos para mitigar sus impactos y promover un futuro sostenible y justo.
Fuente: Escenarios de emisiones. IPCC 2022.
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