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Francesc Reguant Economista experto en sistemas agroalimentarios
7 min

Dos agriculturas, las dos necesarias

17 July 2023
Desarrollo Rural
Economía Agroalimentaria
Paisaje agrario con dos colores

17 July 2023

Recientemente fui invitado por una asociación cultural local para hablar sobre los retos de la alimentación. Alguien que llegaba tarde y algo desorientado preguntó por el tema del que se trataba. Se le contestó que se hablaba de agricultura. Acto seguido el recién llegado quiso precisar: “¿Agricultura de la buena o de la mala?”

La respuesta a esta pregunta cargada de ideología probablemente me situaba en la agricultura “mala”. Es decir, aquella que, con esfuerzo y siguiendo estrictamente unas normativas cada vez más exigentes de la Unión Europea, intenta producir alimentos sostenibles y de calidad, a precios razonables y cubriendo costes para garantizar la viabilidad económica de las explotaciones agrarias. 

Por el contrario, yo no pretendía hablar de agriculturas imaginadas desde utopías urbanas que dogmáticamente reclaman el retorno a sistemas tecnológicamente superados. No pretendía hablar de pesebrismo agrario que reclama la pequeña dimensión como paradigma de bondades. No pretendía hablar de esta agricultura “buena” que ha olvidado la dificultad y la complejidad para producir alimentos de manera sostenible. Complejidad que conlleva la responsabilidad de atender la demanda en dimensión global, a unos precios que sean asequibles a toda la población, pero asegurando unos ingresos dignos al agricultor. 

¿Cuál es el equilibrio óptimo entre sostenibilidad, suficiencia, precio y viabilidad?

No es tarea fácil encontrar la resultante óptima, entre los cuatro vectores de sostenibilidad, suficiencia, precio y viabilidad. Pero desde el ideologismo siempre pueden encontrarse soluciones mágicas y desde el podio de la verdad menospreciar a aquellos que en lugar de ideas perfectas tienen frente a ellos la realidad y la responsabilidad de transformarla. Curiosamente, estas soluciones mágicas son muy a menudo las delicias de los medios de comunicación, algo que suma desconcierto al agricultor.

Un modelo explicativo

Sin embargo, más allá del formato ideologista, existe la agricultura real de la que yo deseaba hablar. Para acercarnos a comprender nuestra agricultura diversa, un buen modelo explicativo es el que distingue dos agriculturas, pero en este caso las dos buenas (sin comillas), las dos necesarias

El modelo es una simplificación, tal como son todos los modelos, pero que nos permite entender mejor la realidad de manera holística y nos ayuda a identificar las mejores estrategias de desarrollo sostenible. Sin duda podríamos referirnos a muchas agriculturas, con distintos productos, con distintas combinaciones de ellos, relacionadas con entornos muy diferentes, pero la simplicidad del modelo es la que le aporta su mayor utilidad. 

El modelo distingue, por una parte, la agricultura potencialmente competitiva y, por otra parte, la agricultura en dificultad o agricultura de desarrollo rural. La ubicación de una explotación agraria en una u otra agricultura viene determinado básicamente por los condicionantes de entorno.

Agricultura potencialmente competitiva

La agricultura potencialmente competitiva es aquella formada por empresas o explotaciones que, en referencia al mercado global, son normalmente competitivas y viables económicamente, si se gestionan adecuadamente. Esta agricultura la encontramos en las áreas de regadío, pero también en secano húmedo y en secanos con cultivos extensivos vinculados a la ganadería intensiva. También la viña, incluso en secano, en general pertenecería a esta categoría, dado que la vid acepta e incluso agradece pluviometrías moderadas, pero, en este caso, siempre orientada a mercados basados en la calidad. 

El modelo agrícola competitivo está orientado al mercado, es normalmente intensivo y tiene en la empresa cooperativa una herramienta para ganar dimensión 

El objetivo básico de esta agricultura es producir alimentos para dar respuesta a la demanda del sistema alimentario local y global. Se trata de una agricultura normalmente intensiva y es, en consecuencia, la agricultura que aporta la mayor parte de la producción. Su estrategia de base está orientada a costes, clave para competir en el mercado global. Sin embargo, la calidad es un valor añadido también presente en la estrategia, sobre todo en lo que se refiere a aspectos de calidad sanitaria y medioambiental.

Su punto crítico es la escala de producción, un aspecto que hay que vigilar para situarse por encima de la dimensión mínima eficiente. Dada la dimensión relativamente reducida de las empresas agrarias españolas y la necesidad de atender los nuevos retos tecnológicos y medioambientales deben considerarse vías para sumar, para ganar dimensión. Este redimensionamiento puede proceder directamente de la integración horizontal y vertical o a través de la comercialización conjunta o mediante la búsqueda de acuerdos win-win a lo largo de la cadena alimentaria, etc. 

En cualquier caso, la forma societaria cooperativa es una buena opción que permite conservar la identidad de la explotación y, al mismo tiempo, ganar la dimensión necesaria. 

Agricultura en dificultad o agricultura de desarrollo rural

Una parte importante del territorio español cuenta con severa dificultad para la agricultura y, por tanto, para competir en el mercado global. Los entornos más problemáticos los encontramos en los secanos áridos sin opción ganadera y en la montaña, donde las dificultades provienen de la climatología, generalmente más fría, y la pendiente del suelo. 

Desde un punto de vista diferente, la agricultura periurbana es también una agricultura en dificultad. En este caso la dificultad proviene de la presión urbana, la ubicación de infraestructuras que segmentan los terrenos agrícolas y, por supuesto, los costes de oportunidad ante las expectativas de recualificación del suelo.

En general, el objetivo de la agricultura de desarrollo rural es aprovechar los recursos agroforestales disponibles, pero principalmente su misión es permanecer. Su presencia y su actividad son necesarias, por supuesto, para producir alimentos y otros productos de la bioeconomía. Pero también por su rol en la defensa del territorio, a nivel medioambiental como sumidero de carbono y gestor del ciclo hidrogeológico, por su defensa de bosques y pastos, como arquitecto de los paisajes que vemos y visitamos, como conservador del patrimonio natural y arquitectónico, como conservador y vitalizador de fiestas y tradiciones rurales, como proveedor de servicios medioambientales y de turismo rural. 

De hecho, la agricultura es el sector que mejor fija la población rural y es la única actividad capaz de mantener vivos todos los capilares del territorio. Estos servicios públicos necesarios tradicionalmente los había ofrecido la agricultura de manera gratuita, es necesario, sin embargo, que no sea así. Este es el sentido del apoyo al desarrollo rural en áreas en dificultad. 

Una agricultura en dificultad que, sin embargo, es garantía de conservación del patrimonio común del medio rural

La estrategia de la agricultura en dificultad será forzosamente de diferenciación y valor añadido dada la incapacidad de competir en costes. Su orientación comercial serán las cadenas cortas de los mercados de proximidad. De ahí la importancia de impulsar y defender estos mercados locales y de acceso directo. Sin embargo, las puertas de los mercados globales están abiertas y existen múltiples ejemplos de iniciativas de éxito en mercados exteriores, citemos por ejemplo por su carácter emblemático el jamón ibérico, capaz de crear economía en la dehesa, o el vino del Priorat, producido en terrenos imposibles. 

El punto crítico de esta agricultura es la demanda. Lógicamente, las estrategias de valor añadido en base a la calidad o algún valor diferencial pretenden situarse en el mercado a precios más altos. Pero ello requiere que exista una demanda solvente que valore la diferencia. En caso de que esta valoración no se produzca el precio volverá a igualarse a los valores standard del mercado. La estrategia de esta agricultura siempre debe contar como tarea prioritaria la publicitación de los valores del producto. 

La viabilidad de este tipo de explotaciones a menudo requiere avanzar en la cadena de valor, es decir asumir, más allá de la producción primaria, la transformación del producto y la comercialización directa. Complementariamente puede acompañarse de lo que se ha denominado multifuncionalidad, es decir, asumiendo actividades de bioeconomía forestal, servicios de agroturismo, ecoturismo, servicios medioambientales, etc. La dimensión también importa, pero los condicionantes a veces hacen difícil alcanzar los niveles competitivos. La dimensión puede ganarse a través de la asociación y la cooperación productiva y/o comercial. 

 

Dos agriculturas, complementarias y necesarias, expuestas sin evitar señalar las dificultades, pero sin idealizar una u otra de ellas contra la otra. ¿Cuál es la agricultura mas sostenible? Ambas pueden serlo, o no, en función de las técnicas, sostenibles o no, que utilicen.

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