15 November 2020
Ninguno de los gurús de la comunicación que adoctrinan en las redes o los medios de comunicación lo vio venir. Sólo esos pocos científicos, y algún hombre sabio como Bill Gates, predijeron lo que iba a suceder.
Es muy difícil adivinar el futuro, por eso me cuesta mucho escribir un artículo como este.
Lo único que tengo claro es que esa alimentación del futuro se sustentará sobre dos binomios:
- Alimentación y salud
- Alimentación y sostenibilidad
Lamento defraudarles, pero yo sólo les voy a hablar del primero, porque es en el que trabajo y del único que estoy un poco informado. Para saber del otro deberán recurrir a expertos en esa área del conocimiento.
El papel social de las industrias agroalimentarias
Decía Hipócrates, hace más de dos mil años, que la alimentación era la mejor medicina. No le faltaba razón en aquella Grecia clásica donde no había hospitales ni farmacias.
Pero seamos claros, afortunadamente, hoy, cuando estamos enfermos, la mejor medicina es un diagnóstico médico correcto unido a una terapia quirúrgica o farmacológica adecuada.
Por eso, la frase de este filósofo griego que a menudo es usada con desmesura por algunos talibanes de la nutrición, hay que ponerla en su contexto. Y su contexto es que una buena alimentación es la mejor herramienta para prevenir, que no curar, las enfermedades. Es muy importante que partamos de esta premisa.
Es obvio, pero merece la pena recordar que las empresas agroalimentarias venden alimentos, no producen fármacos.
Producen alimentos funcionales que, por ejemplo, pueden ayudarnos a prevenir la inflamación intestinal, y con ello paliar, o incluso evitar, el desarrollo del sobrepeso y la obesidad o incluso la aparición de algunos tipos de cáncer. Pero no más.
¿Es eso poco?, todo lo contrario, es mucho en ese papel de la prevención, porque los consumidores cuando no están enfermos no quieren tomar pastillas, prefieren tomar un alimento o una bebida que además este buena.
Por lo tanto, el papel social que las empresas agroalimentarias pueden jugar en el futuro atendiendo la salud a través de la prevención de la enfermedad será muy importante y repercutirá en la consideración que la sociedad tenga de ellas.
Decía Hipócrates, hace más de dos mil años, que la alimentación era la mejor medicina
Genómica y nutrición personalizada
¿Qué herramientas tenemos para generar esos alimentos y bebidas que mejoren nuestra salud a través de la prevención?
La respuesta a esta pregunta es la buena noticia: muchas y muy potentes. Y todo porque en los últimos veinte años, la ciencia y la tecnología han avanzado en el conocimiento molecular de la vida de una forma increíble.
Este avance se ha producido gracias al trabajo de tres mil científicos que durante diez años gastaron tres mil millones de dólares en descifrar el primer genoma humano.
La publicación de esos resultados en dos artículos científicos a mediados de febrero del 2001 fue un hito y conllevó la necesidad de tener más genomas humanos secuenciados.
El racional era que con esa información se podrían definir mutaciones en genes que fueran responsables de muchas enfermedades distintas que se sabía que eran heredables, desde determinados tipos de cáncer a la obesidad, pasando por la miopía o determinados tipos de anemia, la consecuencia es que se podría hacer medicina preventiva.
El único problema era el coste en tiempo y dinero que conllevaba secuenciar un genoma, esos tres mil millones de dólares gastados en diez años.
Para solventarlo se desencadenó una carrera por secuenciar más rápido y más barato y se desarrollaron las plataformas de secuenciación genómica masiva que lo permiten, de forma que hoy en día es posible secuenciar un genoma humano en unos pocos días y por no más de unos pocos miles de euros.
¿Afecta esto sólo a la medicina o también a la alimentación y la nutrición? Nos afecta a los que trabajamos en agroalimentación y nos afecta mucho, porque conociendo las mutaciones que aparecen en el genoma del individuo podemos intuir qué enfermedades va a desarrollar y diseñar dietas “a su pasaporte genómico” que le ayuden a paliar lo máximo posible el desarrollo de esas enfermedades.
Es lo que llamamos nutrición personalizada o nutrición de precisión.
Por ejemplo, se han detectado mutaciones relacionadas con la ganancia de peso, la intolerancia a cafeína o lactosa o la capacidad para regular los niveles de glucosa en sangre.
Si detectamos en un individuo a temprana edad alguna de estas mutaciones, podemos recomendarle dietas adecuadas que dificulten al máximo, en otras palabras, prevengan, el desarrollo de la patología.
Hoy en día es posible secuenciar un genoma humano en unos pocos días y por no más de unos pocos miles de euros
No hablamos de ciencia-ficción. En los últimos años ya se han desarrollado compañías que secuencian el genoma y pautan dietas.
Algunas de ellas han recibido inversiones de capital importantes por parte de grandes compañías alimentarias.
Es el caso de la compañía norteamericana de genómica masiva Habit, que ofrece este tipo de análisis genómicos que en su día recibió 32 millones de dólares de la compañía agroalimentaria Kellogs.
Nuevos alimentos
Pero no va a ser esta la principal aplicación de la genómica en la alimentación.
Los desarrollos y los negocios más relevantes van a venir de la mano de la aplicación de la genómica como una herramienta para diseñar alimentos y bebidas más precisos y saludables.
Porque de la misma forma que se han secuenciado ya millones de genomas humanos, se han secuenciado los genomas de casi todos, si no todos, los animales y plantas que nos comemos y también de todos los microorganismos que producen nuestros alimentos y bebidas fermentadas.
A fecha de hoy, en la industria alimentaria tenemos una información sobre las bases moleculares de nuestras materias primas que nos va a permitir diseñar estrategias genéticas con las que conseguir nuevos productos que tengan exacerbados sus componentes nutricionales beneficiosos.
Algunas de estas estrategias serán clásicas como la hibridación, pero otras serán novedosas, como la tecnología CRISPR. Con el uso de estas podremos conseguir esos alimentos y bebidas funcionales que prevengan patologías, por ejemplo, podremos conseguir probióticos que sean capaces de mejorar la salud metabólica de quién los ingiere o trigos que produzcan harinas que no supongan un riesgo para los celíacos.
Quizás estos dos desarrollos parecen ciencia-ficción, pero no lo son, de hecho, ya existen y se han obtenido en nuestro país.
El primero lo hemos desarrollado en los locales de nuestra compañía en el ParcCientific de la Universitat de Valencia.
Nos ha llevado ocho años de trabajo, pero ahora disponemos de un probiótico que aislamos a partir de heces de un niño de menos de tres meses de edad, sano y sometido a lactancia materna, lo que la OMS pauta como origen idóneo de un probiótico para alimentación humana.
Es un aislado natural, no ha sufrido modificaciones genéticas. Tras comprobar su efecto en tres modelos animales distintos y usar la genómica para entender su mecanismo de acción, hemos comprobado su efecto en dos ensayos clínicos distintos.
Los resultados son claros: su ingesta reduce la grasa visceral, previniendo el desarrollo de la enfermedad cardíaca, la diabetes o la obesidad.
A fecha de hoy este probiótico se vende como ingrediente en la formulación de alimentos y bebidas y suplementos nutricionales en los cinco continentes.
El segundo desarrollo se lo debemos al grupo de Paco Barros en el Instituto de Agricultura Sostenible de Córdoba, un centro mixto entre la Universidad de Córdoba y el CSIC.
Su grupo de investigación ha desarrollado un trigo transgénico que produce unas gliadinas que no suponen un riesgo para los celíacos.
Lo han hecho con cargo a un proyecto público y lo han patentado. Es una patente perteneciente a un centro público de investigación español.
Sólo tiene un problema: se apellida transgénico o GMO. Sin duda el debate ideológico en torno a las modificaciones genéticas entorpecerá su desarrollo industrial, si es que no lo frena definitivamente, al menos en Europa. Como dijo Einstein, “es más fácil desintegrar un átomo que un prejuicio”, a menos que se den circunstancias muy especiales.
Liderazgo en la industria alimentaria
Quisiera acabar con un último párrafo reflexionando sobre quién liderará este futuro de la alimentación. He intentado ser optimista reflejando dos casos de desarrollos llevados a cabo en Europa, el continente donde durante siglos más se apoyó la ciencia. Pero desgraciadamente esa no es la realidad actual. Por el contrario, esta vieja Europa es quién más peros pone a muchos de estos desarrollos. ¿Quién apuesta más por la genómica?, ¿quién secuencia más?, ¿quién tiene más datos genómicos? La respuesta a todas estas preguntas es la misma: China.
El gobierno chino viene apostando por la genómica y su aplicación en cualquier campo, desde la medicina a la farmacia, pasando por la agricultura, la ganadería o la alimentación, desde hace veinte años.
Hace apenas cuatro años inauguraron en la provincia de Guandong el Banco Nacional de Datos Genómicos chino. Se trata de un complejo de edificios con más de 45.000 m2 destinados a la genómica masiva. Sus funcionarios manejan más de veinte bases de datos que constituyen el mayor acervo de datos genómicos en el planeta.
Confiesan haber secuenciado el genoma de más de cien mil especies de animales, plantas y microorganismos. Ya ofertan la secuenciación de un genoma humano por menos de cien dólares. Y, lo más importante, tienen científicos competentes y un plan a corto, medio y largo plazo.
Hoy he visitado su página web. El titular de inicio manda a un artículo sobre como promover la resistencia a salinidad en la agricultura usando conocimiento genómico y plantas transgénicas.
El tiempo nos dirá quién hizo la apuesta correcta. El problema es que ese futuro marcará la vida de nuestros hijos y nuestros nietos, pero las decisiones las tenemos que tomar nosotros. No les defraudemos.
Como dijo Einstein, “es más fácil desintegrar un átomo que un prejuicio”